Hace tres décadas que conocemos a Luc Besson y a esta altura es lo más parecido a un amigo medio pesado con el que nos terminamos encariñando gracias a su perseverancia. En Dogman (2023), Besson vuelve a un cine clásico, pero siempre condimentando por los excesos propios de su arte. Su última película trasmite el mismo espíritu clásico de sus dos películas más importantes de la década del ‘90 como fueron Nikita (1990) y El perfecto asesino (1994). Dogman es una película de este tiempo retomando conceptual y estéticamente las huellas que ha dejado en el inconsciente colectivo el joker de Tod Philips y Joaquín Phoenix, película emblemática de esta era signada por la violencia política, el caos y la idea de una supuesta anarquía revolucionaria que en el fondo esconde el regreso de un conservadurismo extremo. Al Joker de Joaquín Phoenix se lo puede emparentar con Douglas Murrow, el personaje compuesto por Caleb Landry Jones no solo por los traumas infantiles que llevaron a ambos a ser lo que son en el presente, sino por encarnar la idea de un caos difuso que flota en el tejido social sembrando anarquía a su alrededor. Ambos personajes son excesivos y barrocos, pero en ningún momento ese exceso es un obstáculo para el desarrollo narrativo de lo que en ambas películas se pretende contar. Dogman tiene todo el tiempo un aire de comic. Como Aquaman, que puede entablar un contacto telepático con los peces, Landry Jones tiene a sus mascotas lo suficientemente adiestradas al punto que las pone en acción para desvalijar casas de gente adinerada llevando de esta manera a cabo un particular modo de redistribución de la riqueza. En la película de Besson también es determinante el pasado del protagonista: Criado por un padre sádico y una madre sumisa, la infancia (como no puede ser de otro modo) es el momento en donde se construye el trauma de este particular antihéroe. Salvajemente torturado por su padre y su hermano solo por desafiar el mandato paterno, Douglas Munrow es arrojado a una jaula donde convivirá con los perros que su progenitor cría con fines lucrativos. La madre escapará de ese espiral de violencia dejando a su pequeño bajo las garras tiránicas de su padre. Condenado a la animalidad, Dogman descubrirá lo humano siendo parte de esa jauría salvaje, contraponiendo ese mundo frente a la salvaje ley de la selva de la sociedad en la que vive. Allí terminará de cobrar sentido la cita de Alphonse de Lamartine que abre el film: “Cuando un hombre tiene problemas, Dios le envía un perro” Besson construye el relato a partir de largos flashbacks en los cuales el protagonista reconstruye su pasado mientras se encuentra detenido y le brinda su testimonio a una psicóloga compuesta por Jojo T. Gibbs. Ese vínculo entre el criminal y la psicóloga, que intenta reconstruir los orígenes de la personalidad del protagonista, es uno de los puntos fuertes del relato. Ese contraste que la mirada cinéfila no tarda en conectar con El silencio de los inocentes (Denme; 1991), entre tantas icónicas películas de suspenso, es lo que hace poderosa a la trama, ya que esa empatía inevitable que se produce entre el bien y el mal es lo que permitirá a su vez vincularnos emocionalmente con la mente fragmentada de Munrow. Besson nos intenta decir que es la sociedad la que engendra las patologías individuales y que los sujetos son solo síntomas de un tejido social deteriorado hasta la metástasis, como plantea desde hace un tiempo el filósofo italiano Bifo Berardi. Para eso, el director de Nikita juega de modo virtuoso con los géneros cinematográficos y logra ensamblar una fábula poderosa que en otras manos podría haber derrapado. La película arranca como si estuviéramos en presencia de una historia de intriga y suspenso que deriva en el típico relato clásico en el que el bien y el mal entran en una zona de grises, para virar rápidamente al drama familiar en donde comprendemos las causas de la conducta de Munrow. Cuando todo pareciera circular por esos carriles tradicionales, Besson y Landry Jones toman la decisión arriesgada de acercarse al melodrama Queer. Nuestro héroe devendrá Edith Piaff y Marlene Dietrich en un espectáculo de variedades que es el único lugar del mundo en donde nuestro héroe podrá ser alguien. Ese incesante cambio de registro formal nunca juega en desmedro del relato, sino más bien todo lo contrario. Podemos pensar que ese caos formal es la representación manifiesta de la época en la que vivimos. Un mundo anárquico y sin reglas en donde la violencia es la única salida posible y en donde la única humanidad que podemos encontrar está representada en la fidelidad de nuestras mascotas. Ese universo en donde la diversidad trans y la amistad perruna se constituyen como la contraparte a un mundo basado en la hostilidad y la violencia clasista son las bases que Besson imagina para fundar un nuevo contrato social. En tiempos sociales basados en el egoísmo más violento del que tengamos recuerdo, un cine popular que esté dispuesto a discutir este paradigma imperante siempre es una buena noticia.
Dogman (Francia 2023). Dirección y Guion: Luc Besson. Fotografía: Colin Wandersman. Edición: Julien Rey. Elenco: Caleb Landry Jones, Jojo T. Gibbs, Cristopher Denham, Clemens Schick, John Charles Aguilar, Grace Palma, iris Bry, Marisa Berenson, Lincoln Powell, Alexander Settineri. Duración: 115 minutos.
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