Al inicio asistimos a la escena romántica entre Marwan, un disidente sionista, y Tala, una espía a quien su amante le encarga seducir al general israelí Yehuda (Yousef Sweid) en el contexto de los meses previos a la Guerra de los Seis Días en 1967. El desmontaje del artificio nos revela que estamos en el set de filmación, sito en Ramalah, de la famosa telenovela palestina (ambientada en un contexto histórico del pasado) Arde Tel Aviv, que es furor en la región.
Allí trabaja Salam (Kais Nashif), un joven palestino sin rumbo, que entró al set de filmación a través de su tío como asistente en la pronunciación de los diálogos en hebreo, especialmente para la estrella francesa Rachel (Lubna Azabal), que encarna a Tala. Para llegar a su trabajo todos los días Salam debe pasar por un estricto puesto de control israelí al mando del Capitán Assi (Yaniv Biton). La esposa de Assi es fanática de la serie y sueña con una boda entre Tala y Yehuda en el final. Por otra parte, Salam intenta en vano re-conquistar a su viejo amor de juventud Mariam (Maisa Abd Elhadi), una joven que trabaja como médica en el hospital. Cuando en el puesto de control Assi se entera de que Salam trabaja en la telenovela, le da ideas de diálogos para hacer de Yehuda un personaje más romántico y así impresionar a su esposa. Este encuentro azaroso y el éxito de los diálogos tan naturales hacen que Salam sea ascendido a guionista de la telenovela. De esta manera, Assi accede a ayudar a Salam en el guion, con la condición de que en el final haya boda entre Tala y Yehuda.
El director palestino con nacionalidad israelí Sameh Zoabi se sirve entonces de la lógica de la ficción dentro de la ficción, de un género menor como es la telenovela, cuya herencia viene del melodrama, y de la comedia, como marcos a partir de los cuales tratar las trágicas consecuencias en el orden de lo íntimo del conflicto bélico palestino-israelí, vigente hasta el presente.Todo sucede en Tel Aviv (Tel Aviv On Fire, 2019)revela el poder de la ficción como manera de sobrellevar el malestar irreductible de la vida. La importancia de ficción como matriz para poder tramitar traumas personales o desavenencias románticas se juega por ejemplo en la frase de la esposa de Assi cuando le dice: “No todo es la política, también importa el romance”. O cuando Assile dice a Salam, respecto de su trauma con el hummus: “La mejor manera de superar un trauma es escribiéndolo”.
En este punto también cobra importancia el brillo fálico que la ficción sublimatoria le devuelve a Salam y a Assi respecto de sus mujeres. Salam integra elementos de su historia con Mariam en los diálogos que escribe en la telenovela y Assi puede demostrar a su esposa que es un soldado para quien el amor, además del deber, importa. La ficción se vuelve un puente para ambos, un instrumento para decir a sus mujeres aquello que no pueden decirles en la vida real, casi al modo de una carta de amor.
Zoabi muestra con acierto cómo la ficción se propone como ilusión, como ensoñación donde es posible realizar aquello que es imposible en el terreno de la realidad. Así tenemos la colaboración conjunta en un guion de telenovela entre un soldado israelí y un ciudadano palestino, y en la ficción dentro de la ficción la posibilidad de que se supere un cáncer o de que un Capitán israelí y una espía palestina se enamoren y se casen. En este sentido cobra relevancia la escena en que Salam, al no poder pasar por el puesto de control para regresar a su casa, recorre con su auto el muro que separa a Israel de Palestina, tratando de encontrar una posible salida. Este muro, que evoca al de Berlín durante la Guerra Fría, se vuelve icónico de aquello que separa irremediablemente en la realidad a vecinos, a familias y amantes, y que tantos melodramas han trabajado.
En este contexto, en la ficción dentro de la ficción el romance entre Tala y Yehuda está empujado por un deseo anómalo, por fuera de lo que socialmente podría ser aceptado en la realidad de la ficción y del presente, dada la vigencia del conflicto bélico. Aquí resulta interesante la discusión entre los guionistas de la serie acerca de la resolución del romance entre Tala y Yehuda (¿los amantes se separan?, ¿triunfan?), que dialoga con la cinefilia de este género (más allá de la referencia directa a El halcón maltés de John Huston) y al mismo tiempo visibiliza al cine como artificio y proceso, reflexionando sobre sus condiciones de producción, muchas veces no exentas de conflictos y presiones externas.
Al mismo tiempo podemos situar la dimensión del humor en sí misma y en los matices que el director utiliza (chiste, malentendido, hipérbole telenovelesca que linda con la caricatura y la parodia de estereotipos costumbristas) como creación ficcional que permite un tratamiento de la dimensión trágica y absurda de la ocupación bélica, tal como el propio director manifiesta referenciándose en el decir de Charles Chaplin: “Para reír de verdad, debes ser capaz de soportar tu dolor y jugar con él.”
Todo sucede en Tel Aviv es una propuesta amena, simpática e inteligente en la cual Zoabi logra un acercamiento diferente al conflicto palestino-israelí, al amalgamar el entretenimiento y la reflexión en sus dosis justas, sin caer en banalizaciones.
Calificación: 7/10
Todo sucede en Tel Aviv (Tel Aviv on Fire, Israel/Francia/Bélgica, 2018). Dirección: Sameh Zoabi. Guion: Sameh Zoabi, Dan Kleinman, Ricardo Hernández Anzola. Fotografía: Laurent Brunet. Montaje: Catherine Schwartz. Elenco: Kais Nashif, Lubna Azabal, Yaniv Biton, Nadim Sawalha, Maisa Abd Elhadi, Yousef Sweid, Salim Daw. Duración: 100 minutos.
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