Atención: Se revelan detalles del argumento.
Las intenciones de Permitidos son claras: una comedia romántica clásica y moderna, liviana y efectiva. Aunque Ariel Winograd sigue tratando de hacernos creer, como en Sin hijos, que Buenos Aires es la isla alrededor de la embajada británica y que Liniers decora todos los departamentos de la ciudad, Permitidos termina siendo un producto inofensivo, con algunos momentos divertidos y algunos baches en el guion.
El planteo es atractivo: a un pibe se le da la posibilidad real de estar con su “permitida”, un famoso o famosa con el que uno puede tener sexo sin que se cuente como infidelidad. Hábilmente la película pesca que este juego no tiene reglamentado el grado de rigurosidad con el que se juega. ¿Es algo divertido para fantasear y charlar un rato o realmente se puede concretar? También está muy bien resuelta la forma en la que a él se le da la posibilidad de concretarlo y como ella accede a la venganza. El tronco del guion (Julián Loyola, guionista de Crónica de una fuga, y Gabriel Korenfeld) funciona a la perfección, es invisible, sólido y gracioso. Lali Espósito es fresca, divertida, adorable, y Piroyansky acompaña aunque por momentos pareciera depender exclusivamente de sus rasgos físicos característicos para hacer reír.
Los problemas aparecen con los personajes secundarios y las situaciones que dependen de ellos. Hay muchos gags a los que les falta una preparación previa, una elaboración del contexto para que funcionen. Es como si Winograd confiara tanto en que todos conocemos algunas situaciones clásicas del género que cree que puede ahorrase los juegos previos. El colmo es la escena final en la que Camila y Mateo (Lali y Piroyansky) se reconcilian debajo de la lluvia. Tan poco o nada está preparada la tensión que ni siquiera quedaba claro que ellos todavía estaban peleados. Obviamente el director confía en el chiste de emular a las películas románticas; se le pasa que incluso ese chiste necesita un verosímil alrededor.
Es posible que se hayan cortado varias escenas. Eso es consecuencia de otro problema de la película, que es su exceso de peripecias. Hay una pareja secundaria, está el chorro, el médico, la fan y el jefe. Sumando los protagonistas y los dos famosos permitidos son un total de diez personajes interactuando en una historia demasiado chica para contenerlos. El intento de estafa del médico colabora más con el aburrimiento que con el hilo principal, los granos en la cara del amigo no tienen ninguna función, la traición de Mateo a su amigo solo sirve para cumplir con un tópico del género, el jefe no resulta gracioso nunca. La única que es orgánica a la historia es la fan de Joaquín Campos, el permitido de Camila.
Por último, vale contar que si bien el planteamiento de la historia tiende a una infidelidad del hombre que debe perdonar la mujer, la cuestión se da vuelta y es ella la única que concreta la infidelidad. Y no solo la concreta sino que la goza a los gritos; con corpiño, pero a los gritos. Como en Sin hijos, donde los tópicos de la comedia romántica indicaban que la protagonista “anti hijos” debía terminar descubriendo la plenitud de la maternidad, pero no lo hace, en Permitidos no es la cuestión de si cogen o no con otras personas lo que define la continuidad de la pareja.
Acá pueden leer un texto de Luciano Alonso sobre la misma película.
Permitidos (Argentina, 2016), de Ariel Winograd, c/Lali Espósito, Martín Piroyansky, Benjamín Vicuña, Liz Solari, Guillermo Arengo, 106′.
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«tratando de hacernos creer, como en Sin hijos, que Buenos Aires es la isla alrededor de la embajada británica y que Liniers decora todos los departamentos de la ciudad»
jajaja brillante.
Algo similar pasa en ‘Extraños en la noche’.