Un dicho popular señala que quien quiere disimular el odio o aprensión que siente hacia los judíos se escudará de una acusación real o imaginaria esgrimiendo: «Pero yo tengo un amigo judío». Y bien, los guionistas de esta nueva Sex and the City, que ahora se llama And Just Like That…, parecen haber escuchado algo de los tiempos, un reclamo por mayor igualdad y en contra del racismo inherente a la cultura occidental, e intentado responder diciendo: «Pero yo tengo un amigo negro». O, mejor dicho, tres, y mujeres: una por cada una de las «blancas» Sex and the City originales: Carrie, Charlotte y Miranda. Porque Samantha, siempre la más inteligente ella, supo mantenerse alejada de esta nueva secuela, muy distorsionada en calidad, profundidad y sentido argumental que la original. La amiga «negra» de Carrie es Seema Patel. En realidad es hindú, pero bueno, califica como amiga negra a efectos de lo que busca la serie. A Miranda le llega la hermosísima Nya Wallace, una brillante profesora universitaria y bomba sexual. Charlotte se hace amiga de la mami del colegio Lisa Todd Wexley, una mujer siempre atareada, directora de cine, que en cada escena en que aparece con su marido, le deja en claro que es ella quien tiene todo el poder en la relación. Y esto no sería un problema si fuese una característica que nos dice algo sobre el personaje. No lo es: es solo parte de toda esta charade montada por la serie para mostrarse ideológicamente virtuosa. Como me dijo un amigo experto en cine hace poco, ya nadie quiere hacer arte. Hacer arte implica poner el cuerpo y mostrar ideas, eso siempre te pondrá en riesgo de ser cancelado y nadie quiere ser cancelado. Por eso, no hay más sujeto, no hay más un sujeto contándole a otro una historia (y esto se ve muy bien también en la reciente película de Barbie), sino una suerte de inteligencia artificial adaptada a los tiempos, un algoritmo forzando un argumento para que el producto final solamente grite «soy bueno» y metérselo por la garganta a sus espectadores. Así, los guionistas/productores de And Just Like That… decidieron que la solución para intentar mitigar el racismo inherente a la cultura occidental, del que por supuesto no estuvo exenta la serie original porque nada lo está, es, como si se tratara precisamente de Barbies, memes o figuritas, llenar el cupo, conseguir una amiga negra para cada una de las blancas de la serie. Como si se tratara de muñecas en un jardín de infantes.

Sobreadaptada a los tiempos, el nombre elegido para la nueva serie, And Just Like That…, que podría ser traducido algo así como «En un chasquido de dedos», resume lo que nuestra cultura piensa hoy sobre el bien y el mal: el mal puede y debe ser eliminado en un chasquido de dedos. Como si el mal fuese algo externo, un cuerpo ajeno a uno mismo. Así, el caído en desgracia Señor Big (cuyo actor debía ser eliminado por acusaciones de abuso), muere, en un chasquido de dedos, de un paro cardíaco en la bañadera. Triunfa el bien. Sexismo y racismo anulados como con una varita mágica. Y por otro lado está el sexo. Un asunto cuya complejidad la serie original solía cubrir muy bien. El sexo suele ser una cosa fallida, casi siempre incómoda, en algunas ocasiones al mismo tiempo milagrosamente placentera. Pero en esta nueva versión del mundo, si algo debe quedar en claro es que una mujer a los 56 años, que es la edad que le escuché decir a Carrie que tiene, sigue cogiendo. Todas siguen cogiendo, y mucho. Y encima lo hacen bien. El cuerpo aparece como un vehículo para la acción. En ninguna escena aparece una mujer siendo tocada, acariciada o hablada. En cambio, lo que aparecen son cuerpos que accionan, que bombean sobre un hombre como un caballo. Como si tuvieran pene. Yo siempre pensé que la ventaja de ser mujer era no tener pene, no tener que estar haciendo todo ese esfuerzo y demostración de potencia permanente. La única de las amigas que aparece siendo tocada en una escena de sexo es Miranda, que casualmente lo está practicando con una persona no binaria, que no se percibe como hombre ni como mujer. En un mundo saturado de imágenes sexuales pero muy carente de deseo, mi percepción a mi alrededor es que coger es muy difícil. Ya casi nadie lo hace. Pero las chicas de Sex and the City no sufren de una sola de las tribulaciones de la época. Se han escindido de los vericuetos que representan el deseo y la herida, se han despojado de la molestia que supone buscar el amor o enamorarse (aquello que tantos problemas les traía en la serie original). En este punto, la idiosincrasia que propone And Just Like That… es similar a la de la tan venerada Barbie, donde las mujeres, las capas de esa historia, miran con desdén y un poco de pena a los hombres, trabados como idiotas en la era del amor romántico y el anhelo de contacto. Son los Kens los que se enamoran, escriben canciones de amor y buscan la cercanía, y es Barbie la que le refriega en la cara a Ryan Gosling que debería alcanzar el ideal que ella ha alcanzado: ser un individuo que se autocompleta, que no necesita de nadie, que no se feminiza, porque el estar enamorado siempre implica feminizarse. Lo femenino, en cualquiera de sus formas, va a salvar al mundo; el sello de feminismo que aparece en estos dos productos, sin embargo, está haciendo lo suyo por destruirlo.

Sex and the City (And Just Like That) (Estados Unidos, 2023). Dirección: Darren Star (Creador), Michael Patrick King (Creador), Michael Patrick King, Nisha Ganatra, Gillian Robespierre, Anu Valia, Cynthia Nixon. Guion: Michael Patrick King, Samantha Irby, Rachna Fruchbom, Keli Goff, Julie Rottenberg, Elisa Zuritsky. Fotografía: Tim Norman. Música: Aaron Zigman. Reparto: Sarah Jerssica parker, Kristin Davis, Cynthia Nixon, Sarah Ramirez. Duración: 45 minutos c/capítulo.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: