*En Ábalos, una historia de cinco hermanos (Zavalía Ábalos, Noé; 2017), Vitillo toca con un guitarrista norteamericano de blues. En esa escena se revela, aunque siempre estuvo allí, la cercanía entre dos mundos musicales aparentemente opuestos, que sin embargo terminan estableciendo un diálogo. En Salidos de la salamanca, ese lazo se extiende, aunque el blues casi no sea nombrado. Pero está allí, latente, como parte de una construcción cultural hegemónica que nos ha transmitido su origen y sus leyendas. La más prototípica es la del cruce de caminos (de hecho, la película Crossroads de Walter Hill, puede verse como una lectura actualizada de ese mito en la década del ochenta): ese lugar enclavado en un no-lugar en el territorio de los Estados Unidos en el que los músicos firman un pacto con el diablo. En la chacarera no hay esos cruces de caminos, sino un espacio enrarecido, al que no todos pueden acceder y que, como en el norteamericano, se revela deshabitado. En Salavina, “la comarca embrujada”, el pacto fáustico se firma en un espacio que parece provenir de otra dimensión: “una hendidura hecha en el río (Dulce) por los hombres”, dice una de las voces. La imprecisión del lugar y la imposibilidad de su constatación, lo vuelven tanto mito como creencia. Ese “no lugar” (alguno lo sitúa en el interior del monte santiagueño) se constituye en prueba y garantía de la chacarera considerada como misterio. Y también, como alguien más aporta, como una “escuela mágica”.
*Un segundo acercamiento proviene de una intención algo más explicativa. La chacarera puede permanecer como un misterio, pero ello no impide elaborar hipótesis sobre su origen. Y de nuevo, si el componente original del blues fue, como nos enseña la tradición cultural, la mano de obra esclava africana en los campos de algodón de los Estados Unidos, el origen lejano de la chacarera puede situarse en el Alto Perú, como consecuencia directa del mestizaje entre los esclavos negros y los nativos. Lo notable es que la chacarera, habitualmente considerada como territorio predominantemente bailable, aparece resignificada en la exploración que efectúa Salidos de la salamanca por dos vías. En lo estrictamente musical, recuperándola como variante ligada a la América Inca, como sostiene el pianista Victor Simón, que muestra su derivación de la zamacueca peruana y de la cueca. En lo social, planteada como estrategia de resistencia. Ese elemento que parece impensado desde una lectura superficial del género –y por qué no, desde la apropiación que se hizo desde el centralismo porteño- parece plantearse desde una idea que circula en el documental: “la música, como la belleza, nace de la carencia, de la falta”. Esa carencia que se liga con los esclavos que aportaron el bombo y el ritmo y que lo termina relacionando con el nativo y el conquistador inquisitorial. La música se vuelve entonces, resistencia ante la esclavitud, ante la inquisición, ante el poder.
*Sin embargo, el misterio persiste. Peteco Carabajal arriesga que la chacarera es “una escarapela, algo que viene desde hace tiempo sin origen definido”. Una prueba palpable es la imposibilidad de determinar por qué se le llama salamanca a ese espacio del que provendría. Por la tradición española o por la referencia a la ciudad de ese nombre, parece señalar cierto vaciamiento en su sentido y profundidad. Algo más puede intuirse en las reuniones para invocar brujerías, pero aun así, queda difuso por la intervención de la Inquisición y el forzamiento de confesiones. Esa puesta en duda del origen no invalida, en todo caso, la construcción de un legado. De los Hermanos Diaz –y la triada de canciones en las que Peteco cifra el molde original de la chacarera, constituida por “La humilde”, “La vieja” y “La olvidada”- a los Carabajal, el género circula entre los Hermanos Abalos, Los Manseros Santiagueños, Andrés Chazarreta y Sixto Palavecino, pero como algo más que una forma musical. “La chacarera expresa un lugar de identidad y de resistencia cultural”, se dice, mientras se refuerza la idea de que se trata del hecho poético más importante de Santiago del Estero. El espacio que se referencia en una forma singular que parece provenir de otros mundos paralelos y endiablados y que se revela como forma de resistir el proceso de indianización construido por la conquista española. La chacarera se resignifica, mientras sostiene su mitología y la relata desde sí misma y no desde la mirada ajenizada. En Salidos de la salamanca lo que persiste es su misterio, que no es más que su centralidad puesta en primer plano.
Salidos de la salamanca (Argentina, 2023). Guion, dirección y fotografía: Josefina Zavalía Ávalos. Edición: Elena Marangon. Duración: 63 minutos.
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