Un hombre de unos treinta y tantos aparece en una esquina, parado entre el bullicio de la ciudad, como si estuviese esperando a alguien. De pronto, rompe en llanto. Aquí ya se vislumbran dos líneas posibles de lectura que se desplegarán a lo largo de Pornomelancolía (2022), última película del realizador argentino Manuel Abramovich que se mueve hibridando el documental con la ficción que todo registro implica, en tanto construcción cinematográfica. En la primera lectura, el muchacho en cuestión, Lalo Santos, quien viste con camisa leñadora y jeans, emblemas del macho fuerte y valiente que evoca al cowboy, se ve deconstruido por la sensibilidad que revela con su llanto. En la segunda, teniendo en cuenta que la acción tiene lugar en una gran urbe, se expone la profunda soledad y tristeza que puede sentir una persona, aún hallándose rodeado de tanta gente.
Lalo está soltero, trabaja en una fábrica, se saca fotos y filma videos eróticos que sube a las redes sociales y mantiene sexo casual con algunos hombres en ambientes sórdidos. Un día se postula como actor para una película porno, que tiene como personaje principal al héroe de la revolución mexicana Emiliano Zapata, y es contratado. Sus seguidores aumentan, pues los videos eróticos en los que aparece caracterizado como este personaje le dan más visibilidad. Además, comienza a ofrecer sus servicios como escort en páginas específicas y su estilo de vida también mejora.
No es casual que la acción tenga lugar en México, una sociedad que se caracteriza por exaltar una virilidad tradicional hetero-normativa. En la deconstrucción del macho revolucionario en clave gay que propone la película porno, hay un primer gesto político del film de Abramovich: tomar como protagonista a un hombre morocho, de rasgos originarios, que expresa una singular belleza, por fuera del estereotipo hegemónico del blanco de ascendencia europea. En esta línea de deconstrucción del estereotipo viril, el gay amanerado y de los ideales de belleza hegemónicos, Pornomelancolía se emparienta con el cine de Marco Berger y Martín Farina.
Pero también no hay que olvidar que Emiliano Zapata fue un líder campesino que impulsó la lucha social y la reforma agraria. A través de este personaje histórico, a lo largo del desarrollo del film el director va equiparando el trabajo mecánico, rutinario, de largas jornadas extenuantes y mal pago (en relación a lo que gana el capitalista) del obrero fabril, con el que realiza el trabajador del sexo. Al mismo tiempo, es un acierto que el director muestre los alrededores el set de filmación de la película porno. De esta manera, el desmontaje del artificio de la ficción dentro de la ficción, apunta a recordarnos la dimensión de ficción siempre presente en el documental. Por otra parte, la puesta en abismo de Lalo filmando sus videos con algunos clientes y la cámara de Abramovich que muestra la cámara del celular filmando la escena de sexo, interpelan al espectador cinematográfico en su condición de voyeur.
Otro detalle interesante es el uso de los espejos y de la escena de la película porno de Zapata capturado en la pasión sexual con su doble. Acá la duplicidad refiere, por un lado. a la doble vida: la cotidiana y la virtual; la del obrero y la del influencer del sexo; lo que se muestra y lo que se oculta (el HIV que sigue siendo un tema tabú). Pero, por el otro, también expone la dimensión narcisista de complacencia y fascinación con la propia imagen presente en los posteos en las redes sociales.
Una de las marcas de las películas de Abramovich son los planos cerrados sobre los personajes, que aquí se vinculan con el formato de las fotos enmarcadas en internet. Esto permite trasmitir tanto el encierro de Lalo en una realidad social y laboral a la que queda determinado y fijado, y al mismo tiempo la profunda soledad que padece. Las redes sociales establecen un tipo de lazo que, por ser virtual, más que acercar a las personas, las aleja; son dispositivos puramente visuales y efímeros que no permiten la profundidad de una conexión íntima con la realidad del semejante a través de la palabra.
El filósofo sur-coreano Byung Chul Han en su libro La sociedad del cansancio da cuenta de este estado propio de la vida contemporánea por el cual uno cree que está realizándose al llevar adelante un emprendimiento, cuando en realidad está auto-explotándose. Al mismo tiempo, sitúa a la depresión como manifestación anímica propia de una sociedad hipercapitalista que se ordena exclusivamente bajo el imperativo de la productividad. Que ante la pregunta de cómo se ve de acá a 10 años, Lalo responda que se ve cansado; que en el anonimato de las redes se lo vea como pura máquina sexual (más que como una persona atravesada por afectos) y que tenga un sentimiento de vacío en su vida, dan cuenta de ese estado de cosas. En esta atmósfera de desencanto del alma solitaria en medio de la vorágine de contactos efímeros, la película dialoga con La noche (2016) de Edgardo Castro. A través de la experiencia de vida de Lalo Santos Pornomelancolía ofrece un acertado y agudo retrato del tipo de sujeto que produce la época contemporánea: individualista, pero al mismo tiempo afectado por la desazón y la soledad.
Calificación: 8/10
Pornomelancolía (argentina/Brasil/Francia/México, 2022). Dirección: Manuel Abramovich. Guión: Pio Longo, Manuel Abramovich, Fernando Krapp. Fotografía: Manuel Abramovich. Montaje: Juan Soto Taborda, Ana Remón. Elenco: Lalo Santos, Diablo, Brandon Ley, Chacalito Regio, Delmar Ponce, El Brayan, Lothar Muller, Mauricio Alivias, Adrián Zuki, Juan Ro, Octavio, Turko, Netito. Duración: 98 minutos.
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Abramovich filma muy bien, pero a esta película definitivamente le faltó inteligencia y creatividad en el guión.