1. Cuando Paul Thomas Anderson recurre al gran (¡gran!) Daniel Day Lewis para que interprete a alguno de sus personajes lo hace para que interprete a un personaje total: con sus pasiones, caprichos, vulnerabilidades, amores, victorias, derrotas, talentos, pero siempre total. Siempre expreso, maduro, sin ambigüedades, huraño, con un destino forjado más que por forjar. Esta particularidad fatalista del “destino escrito” infunda de una épica clásica a estos personajes, que puede ser de índole magnánima en la extraordinaria Petróleo Sangriento (2007), o pequeñamente ritual, amargada y cotidiana en El hilo fantasma; de un modo u otro, ya sea como petrolero temerario e inescrupuloso o modisto perfeccionista de alta costura, la presencia de Daniel Day Lewis en la película lo es todo, como sus personajes. Pareciera que Daniel Day Lewis nació para interpretar a estos personajes… Esta analogía de totalidad entre persona (actor) y personaje genera en la película una mística muy especial. Hipnótica; por más que la película en sí sea, luego, punzantemente aburrida.
2. El hilo fantasma aburre e hipnotiza al mismo tiempo: conjura, aparentemente, dos estados dicotómicos y allí radica parte de su gran mérito estético; pone estos estados enfrentados en jerga -cinematográfica- de dialéctica complementaria. Todo lo que aburre estimula y todo lo que estimula aburre. En este juego de conjuraciones y complementos, la estética de la película se arma de su columna vertebral más apropiada: la que va a sostener su estructura, su trama mínima compuesta de múltiples retazos y pedazos de historia desperdigados a partir de una suerte de amontonamientos selectivos de flashbacks-confesiones-recuerdos hecha a la luz velada de un hogar y su fuego por Alma (Vicky Krieps) a un médico que viene a atender a Reynolds Woodcock (Day Lewis) luego de que éste sufriera una fuerte intoxicación.
3. Cuando Paul Thomas Anderson recurre al gran (¡gran!) Daniel Day Lewis para que interprete alguno de sus personajes, lo hace para mostrar la inmensa soledad de un hombre. De un varón. De un hombre total, grande, adulto, amargado, magnánimo, masculino, exitoso, cotidiano, ritualista, patético. Solitario. En El hijo fantasma, la soledad de Woodcock es profunda, obsesiva, infantil, genial, edípica: sólo el fantasma de su madre lo llena; por eso lleva una foto de ella siempre en el bolsillo de la camisa que da a su corazón. Por eso aconseja que todos llevemos una allí.
4. En El hilo fantasma el universo paternal y las prácticas paternalistas se deshacen en un abismo innombrable: Reynolds jamás menciona a su padre y vive rodeado y secundado de mujeres de más de 30 años; su hermana y mejor amiga Cyril (impresionante actuación de Lesley Manville) toma el lugar absoluto de “madre” ya sea para aconsejarlo como para regañarlo; el propio Reynolds nunca habla de hijos para los cuáles él pueda ser padre y en la entelequia de Alma donde se avizora esta fantasía, es Alma y Cyril quienes cuidan del bebé en su cochecito. En Petróleo Sangriento, por el contrario, todo giraba en torno a la paternidad: desde el Dios-Padre, pasando por el Pastor-Padre, al Petrólero-Padre y su inseparable hijo (y hasta falso hermano), y las diferentes relaciones de poder y conveniencia que los vinculaban de forma turbia y codiciosa.
5. Alma es una nadie que se enamora de Woodcock que es un todo. Sin embargo, sin Alma, Woodcock no es nadie. En este juego de paradojas y simbiosis, Anderson mecha las dosis negras y perversas de su relato articulándolas en un eje fundamental: el de la dependencia. En El hilo fantasma todos los personajes son dependientes y, lo más importante, todos necesitan y quieren depender de otro. Cuando es implícita esta dependencia, la historia tiene cierta carga poética. Cuando es explícita, se vuelve ciertamente patética. En ese oscilar entre lo poético y lo patético, entre lo implícito y lo explícito, Anderson revela su película. Por eso la trama es casi inexistente y secundaria; por eso la misma se sustenta aleatoriamente en los recuerdos seleccionados de Alma; por eso la acumulación de situaciones (amorosas, histéricas, vanidosas, pérfidas, estéticas, crueles, gastronómicas, creativas, insólitas, mañosas…) es lo que realmente sustenta el devenir virtuoso de la película.
6. La búsqueda de naturalidad en las situaciones inquietantes que viven Alma y Reynolds interpela la cuestión formal y genérica de la película. El hilo fantasma, ¿es un drama, una comedia negra, un melodrama, una tragicomedia, una película romántica? Nunca se sabe bien ni se termina de saber y eso es un condimento importante para la anuencia final del film; al menos, para todo aquel que quiera -como espectador y/o crítico- catalogar una película brillantemente incatalogable.
7. Alimentarse y retroalimentarse. Rituales. ¿Antropofagia? El hilo fantasma es una película donde permanentemente sobrevuela esa noción de “alimentarse del enemigo sagrado para adquirir su poder”. Alma y Woodcock son dos caníbales sentimentales, pasionales, que necesitan devorarse mutuamente hasta la enfermedad, hasta la muerte misma si es necesaria, porque sólo así se alimentan, se (re)cargan de energías. Solo así Woodcock es un genio en el diseño de vestidos de alta costura y Alma -el nombre no es inocente en lo más mínimo- el pilar que lo sostiene (y protege) para que su genialidad se vuelva diseño, marca, dinero y, sobre todo, prestigio: trascendencia. Reynolds diseñando y Alma como su única musa, cada uno a su modo pero inseparables, buscan trascender, y lo logran. Pues, al fin y al cabo, lo que sabemos de Woodcock en la película siempre viene por boca y perspectiva de Alma y su relato. Woodcock, es, en cierta medida, una construcción de la propia Alma.
8. Simbiosis. Dice la RAE on line en su única acepción que tiene sobre este término: “F. Biol. Asociación de individuos animales o vegetales de diferentes especies, sobre todo si los simbiontes sacan provecho de la vida en común”. Todo El hilo fantasma es un ensayo ligeramente perturbador sobre la simbiosis y los simbiontes que intentan sacar provecho de la vida en común que tengan, por más ridícula o gloriosa que ésta sea, sin términos medios, sin mediocridad. A todo o nada.
9. El machismo como tal nunca se definió teóricamente. Nunca hubo un colectivo, un manifiesto o una teoría machista que se autoproclamara como doctrina o movimiento. El machismo es una construcción de las teorías de géneros feministas que, para definir el feminismo propiamente dicho, primero, definieron el machismo a partir del análisis y denuncia de una serie de comportamientos (simbólicos, sociales, familiares, judiciales, religiosos, culturales, históricos, sexuales, económicos, psicológicos, artísticos, estéticos…) que los hombres utilizaban para dominar y postergar a la mujer en múltiples planos de la vida social, religiosa y familiar de occidente por el simple hecho (¿biológico?) de ser mujer. Por lo tanto, el machismo en sí, teóricamente -la praxis es otra cosa- es una construcción feminista. Es un ismo. Igual que el feminismo. Es, son, una “representación” de la verdad. Paul Thomas Anderson en El hilo fantasma decontruye lúdicamente estas representaciones de la verdad genérica en la exposición -como ya dijimos, entre lo poético y lo patético- de la noción de poder en la película, según sea hombre (Reynolds) o mujer (Alma y Cyril) quien la imponga, y sobre todo disponga. ¿Quién tiene el poder en la pareja; en el triángulo con Cyril? ¿Quién realmente lo tiene: el humillado/a o el/la humillador/a? ¿Por qué alternan estos estados permanentemente? ¿Por qué la humillación es siempre cambiante; es, al mismo tiempo, sinónimo de poder? ¿Por qué Reynolds no diseña ropa para hombres? ¿Por qué lo femenino y lo masculino estimulan la humillación pero se reducen al mismo tiempo en la misma? ¿Por qué son felices a pesar de esta humillación? ¿Por qué no?
10. No, Daniel Day Lewis no se puede (ni debe) retirar nunca de la actuación. Y si realmente lo ha hecho como dicen que dice, sus dos minutos en esa cena final de la película con el tenedor pinchando en el omelette de hongos lo vuelven, una vez más, inolvidable. ¡Gracias a Anderson por ese momento! A Day Lewis, mejor dicho. Como cuando mató en esa cancha de bowling a Eli Sunday (Paul Dano) en uno de los finales modernos más memorables de la historia del cine. El otro quizás sea el de El último de los mohicanos (1992) y su corrida en la montaña al compás de la música de Dougie Maclean aunque esa película sea de Mann[1]. No, ¡no!, realmente, Daniel Day Lewis no se puede, ¡ni debe! retirar nunca de la actuación. Más estando Anderson así, en estado de gracia como está; siendo, sin dudas, el mejor director de su generación[2] entre tanto pescado mexicano azul enamorando mudas inglesas con aroma a refritado de Amelie francesa.
[1] El otro es, sin dudas, el de 13 guerreros (1999) del gran John McTiernan.
[2] Si hay dudas, ver este video de Radiohead (“Daydreaming”) que él filmó ¡ya!: https://www.youtube.com/watch?v=TTAU7lLDZYU
El hilo fantasma (Phantom Thread, EUA/Gran Bretaña, 2017). Dirección: Paul Thomas Anderson. Guion: Paul Thomas Anderson. Fotografía: Paul Thomas Anderson. Edición: Dylan Tichenor. Elenco: Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Lesley Manville, Gina McKee, Brian Gleeson, Harriet Sansom Harris. Duración: 130 minutos.
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