Por Luciano Alonso.

La cabeza apoyada contra la ventanilla del tren, la mirada puesta en ningún sitio y el paisaje sucediendo detrás. La cuestión es que la actriz es Elena Anaya y una escena tan cotidiana e insustancial también puede volverse sutilmente erótica. Esta escena inicial se convierte, de alguna manera, en un comienzo adecuado para lo que seguirá después. Una película aparentemente insulsa que, no obstante, resulta sugerente y atractiva de una manera difícil de confirmar, pero persistente.

En la ficción, Ana -el personaje que interpreta Elena Anaya- es una actriz de discreta fama, que visita a Lucía (Valeria Bertuccelli), su amiga, cuando ella está por salir de viaje con Eduardo, su actual pareja. Ana puede aprovechar para descansar y, de paso, le cuida la casa. Lucía tiene una hija adolescente, Abigail, cuyo padre (Fernán Mirás) recogerá de un momento a otro, dejando toda la casa a su disposición.

Una vez que ya no queda nadie en la casa de Lucía, hay una bellísima escena en la que Ana bebe vino y baila sola.

Algunos conflictos menores -de los que podría extraerse un desarrollo argumental, despuntando una tragedia familiar- entran en escena, pero no tienen consecuencias. Al parecer, el hermano de Eduardo estaría consumiendo cocaína y Eduardo está preocupado por saber qué tan grave es el asunto, así que le consulta a Ana, pues supone que ella debe saber algo al respecto porque es actriz, pero Ana no tiene idea.

Ricki, el padre de Abigail y ex marido de Lucía, invita a cenar a Ana. Terminan acostándose. A ella le da culpa, pero Ricki le gusta.

Se encuentran algunas veces mientras Lucía está de viaje, pero finalmente Ana decide no seguir viéndolo. Regresa a su hogar.

Ricki la llama por teléfono. Ana no contesta.

Pasa algún tiempo y todos se reencuentran en la fiesta familiar de fin de año, en casa de Lucía.

La fiesta es una típica fiesta familiar, con discusiones y conflictos breves, y una tradición que se sostiene sin esmero y sin ánimo. La incomodidad que parece planear sobre todos se traslada al espectador. ¿Por qué resulta tediosa la vida feliz? La diplomacia y las buenas costumbres parecen empujar los sucesos como en piloto automático y todo luce exasperante y hermoso.

Lucía discute con Ricki por una diferencia de opinión respecto a un asunto referido a Abigail. Ana está presente y es obvio que preferiría no ver discutir a su amiga con Ricki, a quien le ha tomado cariño. En algún momento, Ana comenta que prefiere irse a su casa. Ricki la alcanza con el coche. Vuelven a dormir juntos. A ella el asunto le da mala espina, tiene pesadillas. Así que decide confesarle a su amiga lo que ha estado sucediendo entre ella y su ex marido.

Lucía tiene algo así como un ataque de histeria. Los diálogos podrían ser exactamente los mismos, tanto si fuera una comedia, como si fuera una tragedia y así sucede con el resto de la película, cuya mayor virtud, acaso accidental, termina por ser la ambigüedad ideológica que revela.

Cuando el conflicto ha quedado establecido y tenemos un evidente momento dramático, el jardinero toca la puerta. Lucía, sorprendida y enojada, le pregunta por qué no pasa directamente, si tiene las llaves, y él le responde que no sabe si del otro lado hay alguien desnudo o algo, y que por eso prefiere llamar a la puerta antes.

Esta escena, si uno quiere, puede interpretarse como un gag cómico.

Detalles sutiles e inteligentes que revelan este prodigio de la contradicción constante: la diferencia de clases, el peso de tradición y los prejuicios, los pequeños dramas, la tragedia en la que se convierte la vida feliz manifestándose.

Al terminar la película me queda una sensación extraña, cierta desazón por la película que no vi, pero que estuve a punto de ver. Acaso la melancolía de una expectación traicionada. Pero esa película que no vi y que estuve a punto de ver… hubiera sido una película como cualquier otra. Al final… no sé qué es lo que vi y en esa intriga y curiosidad, persiste una sensación agradable. La sensación de que vi una película que se anula a sí misma. Entre esa anulación y esa negación, sucede algo en el medio que resulta inexplicable y genuino. Si tuviera que describirlo con palabras, diría que esta película es malísima, pues incluso está técnicamente mal hecha (inexplicables fundidos a negro, un zoom out sin ningún sentido y otros defectos de montaje que, sospecho, han sido realizados con un propósito específico). Toda la película parece querer ser mala a propósito y en esa intención me parece ver una voluntad inteligente y atractiva. Una sospecha respecto a nuevos modos de narrar que están mutando desde las sombras, desde el silencio.


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