Desde la irrupción del universo Marvel de lleno en el campo cinematográfico, hace más de una década (allá por el 2008 con el primer Iron Man), el sello de Spider-Man y amigos viene en franca expansión. Entrega año a año varias películas que amplían su universo, dándoles protagonismo a un espectro enorme de personajes e incorporando a los primeros planos a figuras secundarias de la escudería que brindan un protagonismo imposible de imaginar hace solo una década. Es así que personajes como Doctor Extraño, los Guardianes de la Galaxia o Ant-Man incorporaron desde sus films un humor y vitalidad que permiten que ese universo narrativo fluya de modo natural y orgánico, transformándose en un proyecto inédito a escala industrial dentro del mundo del cine al pensarse con una proyección de al menos 20 años.

El Spider-Man de la trilogía dirigida por Sam Raimi, protagonizado por el extraordinario Tobey Maguire y por Kirsten Dunst -que podemos pensar en retrospectiva (junto al Increíble Hulk de Ang Lee) como la punta de lanza de ese universo a inicios del nuevo siglo- fue el pionero en presentar una versión renovada, canchera y relajada del superhéroe más icónico de esta cofradía. El nuevo (o mejor dicho, los nuevos) Spider-Man: Un nuevo universo dirigido por Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman es una proeza narrativa y nos presenta a nuestro arácnido en un universo paralelo en donde son seis los superhéroes, siendo el principal y descollante protagonista de nuestras aventuras Miles Morales (voz de Shameik Moore), un adolescente de Brooklyn de padre policía negro, madre enfermera puertorriqueña y que tiene una gran admiración por su tío. Miles lleva una vida normal hasta que es picado por la clásica araña, evento que transforma su vida para siempre teniendo que reemplazar al Peter Parker original que es asesinado (sí, asesinado) en el comienzo mismo del relato. El novato Miles se enfrentará entonces a un villano extraordinario y muy poco desarrollado en cine como lo es el mafioso Kingpin (Liev Schreiber), un malo que merece mejor suerte en la pantalla grande.

El film de Persichetti, Ramsey y Rothman se apropia con total libertad del mito del hombre araña, asumiendo lo icónico del personaje, y con el máximo desparpajo reescribe y construye un nuevo origen riéndose a su vez de todo lo que debe reírse un producto como este. Al igual que la notable película Jóvenes Titanes en Acción (gran sorpresa animada  del 2018) que reescribe el universo DC desde la parodia, esta aproximación animada al universo Marvel también abre un campo de posibilidades para el cine de animación superheroico. Si bien a ambas películas las emparenta el humor, las distancia la construcción del relato.

La película de los jóvenes titanes hace hincapié en el costado paródico del universo DC y es desde ese humor delirante que construye el sentido preguntándose a su vez sobre lo que significa ser un héroe en el mundo del cine industrial contemporáneo. Spider-Man: Un nuevo universo también es autoconsciente de la importancia del personaje en cuestión y, en ese sentido, también se permite un grado de autorreferencialidad que le permite reírse de su propio mito. Sin embrago, en esta película el humor se utiliza dentro de una trama clásica que atrapa al espectador jugando con los géneros (drama, comedia, suspenso y ciencia ficción), entrando y saliendo de los mismos con una plasticidad visual inusual, deudora del universo cómic .

En ese proceso de trasformación sobre lo que significa ser un héroe, Miles sufre la típica tragedia arácnida (en la que también se encuentra involucrado su tío, como le sucede al original Peter Parker) reescribiendo de esta manera la parábola de la culpa ante la tragedia que podría haber sido evitada. Esta reescritura le da una vuelta de tuerca muy interesante al relato, ya que aquí se incorpora la idea del bien y del mal dentro del mundo familiar del héroe, siendo resuelta esta tensión de un modo notable desde la concepción dramática, y permitiendo que nuestro protagonista sea divertido y relajado cuando tiene que aprender a usar sus poderes y conmovedor hasta las lágrimas cuando la tragedia íntima lo atraviesa.

Al protagonismo excluyente y estelar del Spider-Man, encarnado por el adolescente Miles Morales, lo acompaña un Peter Parker (Chris Pine) de otra dimensión. Este luce panzón, medio depresivo y está recién separado. Su estado emocional lo transforma en un personaje muy interesante y atrayente que podría tener potencialidad para alguna aventura estelar en solitario. Además hay un Spider-Man cerdito (que hace un gran chiste en relación a los derechos de autor) llamado Spider–Ham (Peter Porker, voz de John Mulaney), deudor de la caricatura clásica más que del linaje superheroico. Hay una chica llamada Spider-Woman (Hailee Steinfeld) que no es otra que una versión alternativa de Gwen Stacy. En esta versión se ve a la exnovia de Peter Parker rockera y teniendo también poderes arácnidos. A ellos se les suma Peny Parker (Kimiko Glenn), una niña japonesa que posee una gigantesca armadura biomecánica en un claro homenaje al anime Neón Génesis Evangelion. Pero de todos los Spider-Man alternativos es el Spider-Man Noir, también llamado Peter Parker, el más interesante de los arácnidos, claro deudor del policial clásico, proveniente de una dimensión paralela ubicada en la década del 30 y que podría, sin dudarlo, ser un familiar directo de Philip Marlowe, el inolvidable detective creado por Raymond Chandler. En la versión original lleva la voz del gran Nicolas Cage, lo cual potencia aun más a un personaje que también tiene con qué recorrer un posible camino en solitario

La superposición y multiplicación de héroes arácnidos permite ampliar el sentido icónico del personaje legitimándolo y transformándolo en un símbolo universal (hay un Spider Manga, un Spider Policial, un Spider Caricatura, una Spider Girl y podríamos seguir con esta lista hasta el infinito) y esa universalización a la vez podría pensarse como un mecanismo poderoso del capitalismo en el siglo XXI, donde determinados personajes icónicos que crean sentido desde las entrañas del imperio son los que finalmente se instalan en el sentido común de los espectadores obturando la posibilidad de pensar en nuevos héroes. Esta idea podría resumirse de la siguiente manera: todos los héroes son en definitiva el mismo héroe (arácnido, en este caso) pero, apropiándonos de la misma idea en términos positivos, también podría significar que todos podemos ser un héroe independientemente de que tengamos capa o superpoderes. Si bien esta interpretación sociocultural no deja de ser interesante en términos de una sociología de la cultura específicamente cinematográfica, Spider-Man: Un nuevo universo, al igual que la película de los Jóvenes titanes, son films que permiten pensar en un nuevo campo para el cine de superhéroes, esta vez desde la animación. Vigorosos y radicales en su forma de narración, expanden aún más este universo ya de por sí en crecimiento ininterrumpido. Estos proyectos de animación también deberían permitirnos pensar en estos productos por fuera de las consideraciones ideológicas (a favor o en contra), para poder tener una mirada crítica que no omita los valores de estas películas en términos concretamente estéticos. Solo así podremos pensar el desarrollo de un género literario fundamental del siglo XX como es el de la historieta dentro de la industria del cine industrial en la actualidad.

Spider-Man: Un nuevo universo (Spider-Man: Into the Spider-Verse, Estados Unidos, 2018). Dirección: Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman. Elenco: Shamek Moore, Jake Johnson, Hailee Steinfeld, Nicolas Cage. Duración 117 minutos.

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