1. El mundo según Hong Sang-soo no es igual al mundo como creemos verlo, o como nos dicen –desde la tele, pero también desde el cine- que podría llegar a ser. O peor, como estamos convencidos que es. Tiene toda la apariencia de una realidad que podríamos identificar –por ejemplo, el comienzo de On The Beach at Night Alone con las dos mujeres bebiendo algo en un mercado callejero y charlando sobre el viaje de una de ellas- pero con un componente que lleva al enrarecimiento, a un estado en el que se suspende al menos circunstancialmente la credibilidad. El mundo de Hong Sang-soo se escapa  tanto de la originalidad como de la rutina: su estrategia es la repetición. Repetición hacia adentro de cada película y como punto de contacto con el resto de sus films. Y a la vez, variantes –a veces mínimas- que subrayan el carácter repetitivo pero que sostienen a la vez la posibilidad de ver la obra –el conjunto- como un ensayo continuo para tensar la posibilidad que ofrece la repetición como forma, no como fórmula.

2. En On The Beach at Night Alone vuelve a sostener como personaje principal a una mujer, pero a diferencia de Our Sunhi o Nobody’s Daughter Haewon, toda luminosidad es descartada definitivamente. La primera parte, relativamente breve, transcurre en un espacio extraño, en el que vemos durante un largo rato a las dos mujeres coreanas como si estuvieran en su propio país. Pero la forma en que refieren a los viajes de una y de otra dejan en claro que no es Corea –recién cuando ingresan en la librería quedara más o menos claro que están en Alemania-. Pero ese elemento que une a las dos mujeres –el viaje-, es el punto de contacto a partir del cual divergen sus historias. Hong Sang-soo desarma el efecto repetitivo a partir de la oposición: no se trata solo de las diferencias de edad, sino del motivo del viaje (una lo hizo siguiendo a un hombre; la otra escapando de una historia con un hombre casado) y hasta de las formas en las que una y otra enarbolan el deseo como eje de sus vidas. La Alemania por la que las dos mujeres circulan es invernal no solo por el clima, sino por las tonalidades oscuras, la ausencia del sol. Y esas ausencias determinan un espacio que se vuelve indeterminado, impreciso.

3. «Todos los días eran calcados» dice Younghee sobre su estadía en el exterior. Pero en ese espacio, luego de la escena en que se detiene antes de cruzar el puente, dirá: «Antes de cruzar el puente, trataba de decidir qué quería (…) Quiero vivir a mi manera».  La oposición entre la imposibilidad de salir de lo repetitivo y el deseo de una libertad que no parece encontrarse y que no se resuelve.

4. Younghee puede verse como el doble del personaje de En otro país. La mujer francesa que llega a Corea esperando encontrarse con su amante, también un hombre casado. La mujer coreana que viaja a Alemania para escapar de ese amante que aún así sostiene que llegará a buscarla. Pero aquí, como si se tratara de la forma de un cuento breve, se prefiere no seguir el derrotero de Younghee hasta ese día supuestamente marcado. Deja de importar porque en la variación aplicada es ella la que parece desentenderse de la posibilidad de que ello ocurra.

5. Como una de las mujeres de El día después, Younghee menciona, ya de vuelta en Corea, la idea de que puede morir en cualquier momento, quitándole a ese elemento toda carga de dramatismo. Pero agrega un detalle: «Quisiera desvanecerme con gracia». Si el «Quiero vivir a mi manera» de la primera parte podría entenderse como algo más adecuado a la conclusión de la segunda parte, esta idea de desvanecerse con gracia se liga directamente con el final de la primera. La gracia, en todo caso, está en ese plano de doble panorámica que hace que Younghee desaparezca de la imagen –del lugar lógico que su movimiento anunciaba- para reaparecer como cuerpo llevado hacia un lugar que nadie puede saber. Pero con la gracia intacta de salir de escena de la manera más inesperada posible.

6. Lo interesante es que a Hong Sang-soo le interesa poco y nada ser explícito en esos momentos. Lo extraño debe permanecer en ese estado. El misterioso hombre que se acerca a las mujeres en el parque, el mismo que parece ser quien carga el cuerpo de Younghee en la playa, el mismo que limpia las ventanas del hotel en Corea, el mismo que mira al mar. Un hombre sin identidad, con los rasgos difuminados, una especie de espectro, una sombra en la realidad. Tampoco interesa saber qué ocurre después de ese «desvanecimiento» en el que se va hacia el lado contrario que la pareja y su amiga coreana. La elipsis que nos deposita en la segunda parte de la película arranca de cuajo no solamente la explicación, sino cualquier intento de elaborar hipótesis sobre lo sucedido.

7. En la primera escena de la segunda parte, Younghee está en una sala de cine. No sabemos qué está mirando (¿la primera parte de la historia que vimos?), solo vemos su cara con algunos rasgos de tristeza. La función termina. Parece estar sola en la sala. El cine es el espacio en el que las historias personales vuelven como espejo sobre los personajes. Las películas en las que intervienen los directores y las actrices de las películas de Hong son siempre reflejos de esas historias de amor truncas, imposibles, adúlteras, en que se involucran el director y la actriz. A esas películas nunca las vemos, siempre están fuera de campo, pero de alguna manera, nos son contadas en cada oportunidad en que los (¿ex?) amantes se reencuentran más por casualidad que por búsqueda. El cine, parece decir, siempre es menos interesante que la vida misma. O puesto en palabras de Younghee: «Las historias personales son aburridas».

8. Si las dos partes en que está dividida la película parecen atravesadas por un mismo leitmotiv –ir a la playa en invierno-, no deja de ser interesante que esa idea no parte del personaje central, que en todo caso, parece dejarse arrastrar allí, por el deseo de otros (la pareja en Alemania; la amiga en Corea). La oposición entre ambas playas es notable: la de Alemania es oscura, las aguas parecen las de un lago quieto y barroso, el ambiente más nocturnal la hace ver más lúgubre y espectral; la de Corea es luminosa, ventosa y dominada por el oleaje. En ambas, Younghee ensaya formas de desaparición. De la primera parte ya hablé; en la segunda, la desaparición se formula de dos maneras. La primera, en el ejercicio de la repetición que sugiere la experiencia del sueño en el que entra; la segunda, en la salida de la playa, nuevamente sola, después que alguien la despierta. Lo notable es que el sueño vuelve sobre el cine, sobre su propia historia, sobre el amante con el que ha cortado la relación. El cine, como un sueño dentro del sueño que solo puede ser narrado, y donde la puesta en la pantalla es siempre menos interesante que la historia que le dio origen.

9. Si en la primera parte, el lugar de las mujeres era de un peso esencial en relación con los hombres de la historia –al punto de casi no existir-, en la segunda parte, esa idea se profundiza. La aparición de las parejas, más o menos formalizadas, pone a Younghee en un lugar diferente: ese lugar que ella misma define desde la experiencia de haber pasado por muchas cosas y por muchas relaciones en el tiempo en que no estuvo en Corea. Hay un lugar en el que lo que prevalece es el deseo por sobre la formalidad. Es en ese punto que los hombres parecen mostrar su debilidad, su incapacidad para imponer sus propios pensamientos. Las dos mujeres establecen la diferencia en cuanto son las que toman las decisiones, pero en ese contacto, en la escena de la cena, la acción de Younghee adquiere los matices de la oposición: si a una de ellas la conmina a no hablar si no sabe (en oposición al reclamo que le hace a su amiga en Alemania que no habla en la reunión), a la otra termina besándola. Si en ese planteo los hombres parecen absolutamente subsidiarios –en algún momento de la escena directamente podrían no estar-, en el sueño de la playa, se refuerza esa preminencia cuando le reclama al director, en otra cena, sobre la forma en que la trató en el pasado. En las dos escenas, Hong Sang-soo vuelve sobre esos momentos que parecen la esencia de su cine: la bebida, el pasaje sutil de la sobriedad a la ebriedad, la tensión que genera el alcohol y la violencia que se puede destilar desde las palabras. Y en medio de esa tensión, la palabra se articula siempre entre dos, mientras el resto –también en el mismo estado- parecen solo poder ser testigos ajenos de la historia. Integrados a la historia del otro, en la que no pueden intervenir. Espectadores, al fin de cuentas, como los que están del otro lado de la pantalla, asistiendo a los restos desperdigados de una relación que fue amor y ahora es solo reclamos.

On The Beach at Night Alone (Corea del Sur/Alemania, Bamui haebyun-eoseo honja, 2017). Guion y dirección: Hong Sang-soo. Fotofrafía: Hyung Koo Kim, Hong-yeol Park. Montaje: Sung-Won Hahm. Elenco: Min-hee Kim, Young-hwa Seo, Jae-yeong Jeong, Seong-kun Mun. Duración: 101 minutos.

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