¿Quién hablará de nosotros cuando estemos muertos? Así se llamaba una película española que nunca vi. Hoy soy yo quien toma la palabra. Lo hago para recordar a Alejandro Intrieri, un amigo que se murió en julio. Es seguro que muchos lectores de esta página no lo conocieron ni escucharon hablar de él, solo tal vez los que van a la Biblioteca de la ENERC en donde Alejandro, egresado de la Escuela con la especialidad de director, trabajó hasta el final de su vida. Allí formaba parte de uno de los mejores grupos que he conocido, el que integran Julio Iammarino, Juan Octavio Morelli, Julio Artucio, Lucina Eichelbaum, Lucio Mafud, Paula Barba y Adrián Muoyo, su director. Es injusto para con ellos que sea a raíz de un obituario que nombre y destaque a mis amigos de la Biblioteca; no conozco otros con igual dedicación y amor a su trabajo, con tanta generosidad y disposición para atender a cualquiera que se acerque a la esquina de Moreno y Salta, con tanta camaradería y buena onda. Gente con la que compartimos el gusto por el cine y los valores con que andamos por el mundo, gente que lleva adelante sin aspavientos un trabajo cultural notable y poco reconocido. Alejandro era uno de ellos, uno de los que trabajó y creyó también en esos valores, y los sostuvo a su manera en su propia y breve vida. Será tal vez que debemos dudar de la risa de los que ríen siempre, de los que nos abrazan y nos preguntan por nuestra vida con un interés sincero y atento, será tal vez que Alejandro nunca nos dejó ver su angustia, nunca quiso reconocer el avance de la enfermedad que le destruía el cuerpo y el espíritu, será tal vez que no pudo ser otra cosa que lo que esencialmente era: un gran tipo sin dobleces y con debilidades. Parece una ley que se repite rigurosa e insalvable, la buena gente es más débil, tiene menos defensas, se doblega y tropieza mientras los peores no dudan y siguen adelante. Por eso Alejandro no pudo concretar nunca la película que preparaba junto a su hermano, ni pudo festejar adecuadamente todos los títulos que ganó River en estos años, ni defender su vida. Tal vez lo decidió así, tal vez no pudo evitarlo, tal vez por noble y por buen tipo Alejandro ya no está más entre nosotros. Adiós amigo querido, adiós hermano de flaquezas, conociste demasiado pronto lo que todos sabremos algún día.  Tu memoria nos seguirá acompañando.

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