* “¿Quién es Guillermo Hudson?”, es la pregunta implícita. Qué restos, qué sedimentos quedan para tirar del hilo que conduzca hacia él. Una escasa foto. La genealogía que parte de los padres inmigrantes que huyeron de la pobreza en los Estados Unidos. El gaucho que quiso ser naturalista. El que tras la muerte de su madre, salió a recorrer la pampa (¿Qué buscaba en ese territorio un joven de 18 años en el siglo XIX?). Una historieta que lo evoca en un diario nacional. Hudson podría pensarse a partir de su doble vida –gaucho argentino/escritor inglés- como una trasmutación. Como si en la Argentina hubiera sido una oruga que se fue alimentando de ese suelo y en Inglaterra la crisálida se hubiera roto para dar lugar a una mariposa. Una mariposa, sin embargo, que no podía olvidar su vida como oruga.

* ¿Cómo se cuenta entonces esa historia? Hudson parece haber empeñado su vida en borrar sus propias huellas (quemar cartas, destruir originales, no regresar jamás a la tierra en que vivió). Como si ese origen de naturalista bastardo en el que no se le reconoce su trabajo porque no provenía de la academia fuera la marca a esquivar. Como si el borramiento de ese origen alcanzara. Hudson escribe sus libros como una forma de escribir una biografía en la que no habla de sí mismo directamente. Son sus recuerdos los que lo hablan, esa necesidad de mantener en la memoria lo vivido en otra tierra. Escribe sobre el canto de los pájaros, pero como un recuerdo que vuelve atrás varias décadas (un libro puede ser, entonces, una máquina del tiempo). Escribe sobre una tierra que en el momento de ser escrita está dejando de existir (o ya no existía). La escritura de Hudson, en su anacronismo tal vez solo sea eso: escribir de lo que ha muerto para que no desaparezca.

*Se trata entonces de evitar lo obvio. No resignarse a la ilustración de los libros como forma de rastrear lo que ya está ahí. Por esa misma razón es más interesante abrir el ejemplar de “El viajero cansado” y descubrir que está en blanco, que hurgar en el resto de los libros con sus hojas escritas. Hay que cambiar el enfoque y pasar de la autobiografía a lo biográfico. Mixtape La Pampa sigue indicios: los espacios en los que estuvo Hudson que son preguntas sin responder. Dicen lo evidente: que esa pampa narrada en el 1800 ya no existe –como tampoco existe la que salió a filmar Di Tella en los 80 del siglo pasado-, que no hay forma de recuperar lo que fue borrado. Se impone la lateralidad. “Meterse en el ambiente” dice uno de los entrevistados, estar en el lugar, absorberlo, pensarlo. La clave parece encontrarla Bernabé, ese hombre que recorre los campos de Saladillo para grabar el canto de las aves. Se trata de rastrear a Hudson en lo que no habla de él, construir una biografía desde otro lugar, desde otras miradas: un cineasta, un ornitólogo, un hombre que reconstruye su vida en el campo a través de maquetas.

*Andrés Di Tella escuchó por primera vez el nombre de Hudson en Inglaterra. Un VHS en el que aparece una estancia y que refleja un país que resulta algo exótico para un niño de 11 o 12 años. Cuando regresa a la Argentina ha perdido los rastros de su origen. Tiene que volver a aprender a escribir en español. La memoria de ese país al que vuelve, se reactiva por un casete que le envía su amigo Javier. Allí hay canciones –otro canto de los pájaros- que construyen una identidad: no pueden remitir a otro lugar. La banda sonora nos las pone en primer plano (“Mañana por la noche”, “Voy a dejar esta casa papá”, “Escúchame entre el ruido”, “Cantata de puentes amarillos”, “Desconfío”). Canciones que en aquel momento pasaban su adolescencia y hoy son parte de un pasado, de una tierra que tampoco existe, pero que se vuelven memoria del tiempo ido, eso que se sigue recordando aunque pasen los años.

* “Hudson escribe sobre la pampa como si nunca se hubiera ido. Pero en inglés y a miles de kilómetros”. Tal vez sea esa frase la que define el espíritu de Di Tella en el documental. Volver sobre la propia vida en el pasado es un proyecto que Di Tella viene engarzando en sus películas, con especial énfasis en La televisión y yo y Ficción privada. La vida diplomática del padre, la madre nacida en la India, los años en Londres, se articulan en esas películas a partir de un dispositivo que encontraba el punto de unión entre las imágenes familiares y los momentos de la Historia. Encuentra en el camino que emprende en Mixtape La Pampa las conexiones evidentes con Hudson (salir a la pampa en la juventud) y las más casuales, con quienes lo refieren (la botánica que vivió en muchos países, como su padre; la deriva que lleva a perderse en los caminos). La familia es puesta en suspenso: el vínculo es una amistad en la que, esta vez sí, las cartas sobrevivieron. En ese gesto puede diferenciarse de Hudson (pero no puede comprenderlo del todo): sus huellas están allí, en papeles y filmaciones a los que hay que volver para seguir escribiendo en el presente su biografía. Aunque lo que recupere de aquellas cartas es una frase que sintetiza el momento: “No sé dónde hacer pie”.

* “Seguir las huellas de Hudson es preguntarse por la Argentina”. De partir y olvidar (el idioma, la tierra) y recordar en fragmentos lo aprendido (los cantos) y lo hecho. Hudson como parte de la Conquista del Desierto, como “la generación del exterminio”, se enlaza con la vida de Di Tella y la salida del país en la dictadura, cuando la imagen del gaucho se trastoca y se vuelve parte esencial del ser nacional. Pero entre esos extremos se elige y se entra en territorios complejos. El de la mujer mapuche que enseña catequesis y la lengua de sus ancestros. El del registro de los voluntarios para la guerra de Malvinas. Y allí en ese punto, volver a Hudson, la prohibición oficial del inglés, la difusión de lo nacional. El país convertido en un enorme mixtape pero habitado por fantasmas que, como Hudson, se fueron. Y que vuelven una y otra vez para que sus biografías se vuelvan a escribir de la manera en que cada uno pueda.

Mixtape La Pampa (Argentina, 2023). Dirección: Andrés Di Tella. Fotografía: Valeria Racioppi. Edición: Darío Schvarzstein. Duración: 104 minutos.

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