Se revelan detalles del argumento
El teatro contemporáneo de la escena porteña ha sabido apropiarse de los clásicos, sacarlos del lugar sacrosanto que implica realizar una puesta que respete el texto original y profanarlos, tensarlos hasta hacerlos estallar. Operación que los resignifica en otro texto dramático aun cuando se adopten tópicos y procedimientos de los originales. Sin perder de vista que, más allá del texto dramático -el teatro contemporáneo ha demostrado que puede prescindir del mismo-, el teatro es representación y las claves para ella son la puesta en escena y la experimentación con la actuación.
La ópera prima Mientras muero imagino huevos que se pudren de Leandro Orellano se nutre de tres tragedias de Shakespeare: Rey Lear, Macbeth y Hamlet. Además, toma el estilo de escritura y la estructura de la obra Unos viajeros se mueren, de Daniel Veronese, referente ya canónico del teatro contemporáneo argentino.
La obra comienza con Amada y Fermín durmiendo apaciblemente. En ese momento, aparecen las fantasmas del pasado, dos ex novias de Fermín que pretenden eliminar a su contrincante, y luego competir entre ellas para reconquistar al amor perdido. Amada (clara alusión de la reina Gertrudis en Hamlet) conoce a Fermín después de que su ex novio (Allegro) fuera atacado por el propio Fermín, militante anarquista, quien lo golpea en el cráneo. Contrariamente a lo que cree Amada, Allegro no muere: queda en estado semi humano, convertido en una bestia de aspecto simiesco, y sobrevive gracias a una indigente que lo rescata y promete ayudarlo a recuperar “su reino” (el departamento en un edificio con amenities) y a vengarse de Amada y Fermín. El conflicto se dispara cuando las fantasmas implantan la duda en Fermín sobre el verdadero amor de Amada y le otorgan “el spray de la verdad” para que la interrogue. La duda en Fermín desestabiliza la armonía en la pareja, lo que desata una serie de equívocos y situaciones disparatadas.
Mientras muero… apuesta a comicidad apoyada en golpes de efectos o gags, que de a ratos pierden efectividad, sobre todo cuando los actores apuran los textos. A nivel del texto dramático, el material clásico es parodiado en pequeños “gestos”: en ocasiones, los personajes hablan como lo haría un personaje de Shakespeare, parlamentos que al ser llevados a otro contexto producen un efecto ridículo.
La puesta en escena es minimalista: una hilera de sillas -en una de ellas, el asistente de sonido- dispuesta en el centro de la sala Cancha del quinto piso del Centro Cultural Rojas. El espacio rectangular, que culmina en una puerta de salida en el fondo, es bien aprovechado en los desplazamiento de los personajes, sobre todo por los fantasmas que la mayor parte del tiempo aparecen en dupla, y que se caracterizan por poner el juego expresivo en los desplazamientos del cuerpo por el espacio: trepan por los zócalos de las paredes, se chocan con ellas, se mueven en el fondo, corren, desaparecen por la puerta trasera. Las fantasmas son cuerpos inquietos; mientras que Allegro el hombre devenido bestia, concentra la expresividad en el rostro.
El recurso del monólogo propio de la tragedia shakespeariana, también es traído a Mientras muero…. La frase que abre el monólogo de Hamlet (“ser o no ser”) es parafraseado en “ser o tener”. En evidente parodia la calavera es reemplazada por el casco de Allegro. En la disyuntiva de “ser o tener”, los personajes optan por el segundo de los términos. El conflicto trágico se desata por el tener: la obsesión por tener al ser amado sin importar los medios, tener una pareja, tener bienes materiales. El tener es poder y se pone en escena a través de los estratos sociales de cada uno de los personajes: Amada y Allegro son la clase media acomodada, Fermín el clasemedia aspiracionistas (aunque en otro tiempo fue anarquista) y la cartonera en el escalón social más bajo. Si hay un atisbo de crítica social, se reduce a la ridiculización de Fermín y su afán por consumo de bienes culturales propios de la cultura joven palermitana: las zapatillas new balance, las computadoras Apple, las remeras urbanas.
Uno de las inquietudes de Orellano y sus actores es la representación de la muerte. Como todo tragedia, Mientras muero… concluye con la muerte en la que se mantiene el mismo tono jocoso que impregna toda la obra. La parodia, el humor disparatado, el golpe de efecto son ingredientes de una tendencia que predomina en las obras de jóvenes dramaturgos. Ahora cabría la pregunta por desarticular la misma y experimentar con nuevas formas de representación, en tanto sistema de actuación y de puesta en escena.
Mientras muero imagino huevos que se pudren. Dramaturgia y dirección: Leandro Orellano. Elenco: Bárbara Culotta, Martina López, Manuel Guirao, Poppy Murray, Natalia Urbano, Manuel Iglesia.
Centro Cultural Rojas. Jueves de julio y agosto a las 21 hs.
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