Las esperas suelen ser un tiempo muerto donde pasa poco o casi nada. Sin embargo, para el teatro, la espera adquiere otro sentido, en tanto es el tiempo de la acción dramática. Aunque aquello que se espera nunca se actualice, en el tiempo de la espera algo ocurre. En Aquello que me llevó a partir, unipersonal de Sebastián Saslavsky, un hombre espera en un aeropuerto de los años 50 a una compañera de la primaria con el objetivo de partir con ella. La puesta en escena, minimalista, recurre a pocos elementos para la representación del aeropuerto: tres sillas, un tacho de basura, un teléfono. Espacio por demás significativo en tanto lugar transitorio, de anonimato, un lugar no vital en el que sólo se establecen relaciones contractuales o efímeras. Es en ese espacio en el que Nelson recuerda sus amores, juega al tenis, se entrevista así mismo, se aburre, habla por teléfono con su único interlocutor (un amigo que le cuida las plantas); “mata el tiempo” de la espera. Las acciones físicas resignifican el espacio en cancha de tenis, estudio de TV, un parque, de acuerdo a sus evocaciones.
La escena que abre la obra ilumina el rostro del personaje hablando en francés. El distanciamiento del código lingüístico induce a poner el foco en la expresividad de la máscara, dejando en segundo plano el mensaje. El espectador asiste lentamente al mundo mental del personaje del que sabemos poco al comienzo: con él, recuperamos el pasado de Nelson y sus intentos frustrados en el amor. Nos encontramos frente a un antihéroe, a un hombre del montón con el que resulta fácil identificarse. Por supuesto que Nelson no es consciente de su propia alienación. Tampoco del ridículo de esperar a una amiga a la que no ve hace treinta años y cuyas señas personales no la distinguen de las demás azafatas. Presencia que solo se actualiza en una voz en off: “el próximo domingo estaré en Buenos Aires solo unas horas antes de hacer el trasbordo a mi próximo destino (…) voy a estar con mi uniforme de trabajo: blazer azul, camisa blanca, zapatos negros”.
Aquello que me llevó a partir pone en escena la alienación del hombre común a ciertos mandatos sociales: “te convencieron de que era hora de formar una familia, forma una familia con quien sea, no pienses”. El monólogo final da cuenta de dicha alineación, revelación del personaje, encuentro consigo mismo: “es la familia, el polideportivo, el país, el mundo entero, el que nos forma de acuerdo a sus deseos, intereses y expectativas. Somos un gran todo y cada uno cumple su función, a vos te tocó ser esto, ser uno más».
El tiempo de la espera es el tiempo que tarda el personaje en descubrir esa verdad. Cuando esto ocurre, el espacio -en tanto “aeropuerto”- se desintegra. Las coordenadas espacio-temporales van de la mano. Por lo tanto cabe para el espectador la pregunta por la virtualidad de lo que vemos en escena; si es que, en última instancia, se trata de un estado mental del personaje. La actuación de Saslavsky como Nelson se caracteriza por la ductilidad en el manejo expresivo de la máscara, el cuerpo, y por el trabajo con los objetos. El sentido de la puesta se completa con el diseño de sonido en concordancia con las situaciones que recrea el personaje.
Aquello que me llevó a partir, de Sergio Berón y Sebastián Saslavsky.
Con Sebastián Saslavsky.
El Ópalo Teatro, sábados a las 23hs.
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