Tres nombres propios colocan a esta pieza el sello de garantía de calidad: su autor, Gonzalo Demaria (Happyland, Tarascones); su director, Daniel Casablanca (Los Macocos, TOC-TOC) y su único actor, Marco Antonio Caponi. La puesta se presenta como un desafío muy personal impulsado por el propio Caponi, quien se pone al hombro la producción, junto a Joaquín Bachrach. También es el responsable de empujar a Demaria a la dramaturgia de esta obra maestra. Según contaron en la rueda de prensa, todo empezó como un pasatiempo entre amigos que intercambiaban noticias insólitas y desencadenó en una tragedia campera de novecientos versos escritos en una prosa desopilante.

En la oscuridad de la sala comienzan a sentirse unos acordes rocanroleros que preparan el terreno de la acción. Apenas se encienden unas luces muy tenues sobre el escenario despojado, se puede ver a Baco, un gaucho reo y marginal que a fuerza de rimas comienza a revelar quién es, pero sobre todo cómo llegó hasta allí.

El romance del Baco y la Vaca es fundamentalmente una historia de amor absurda y desigual.  Baco, huérfano, es amamantado y cuidado por una vaca en un establo, lo que forja una devoción tal por el animal, que lo lleva a reconocerla como su mamá. Haciendo gala del más evidente complejo de Edipo, Baco se enloquece de amor por una criatura de la misma naturaleza que su madre: una vaca charolesa que bautizará Blanquita. Sus peripecias para poder consumar su demente fantasía constituyen el alma de la obra. La puesta esta construida con una estética que mixtura la gauchesca y el western, pero a su vez, la narración se desarrolla al modo de una road movie donde nuestro antihéroe rueda sucio, desarreglado y oloroso, por diferentes lugares de la llanura en busca de un solo objetivo: dar rienda suelta a su pasión con Blanquita.

La marca distintiva de la obra es sin duda la fuerza de su libro absolutamente original y la apuesta a una historia igual de única. El texto creado por Demaria, tiene una búsqueda anclada en el humor, los versos están repletos de ocurrencias y remates que logran que la gracia sea un velo que cubre la totalidad de la obra. La poesía y la cadencia de la misma, transforman la narración en una pieza musical. Con una rima sin fallas que linda con lo absurdo se mezclan la zoofilia, los excesos, el enamoramiento y un osado humor negro. Deudor de la literatura gauchesca y cómo un Martin Fierro contemporáneo, el texto describe verso a verso un paisaje rural, sus personajes típicos y las hazañas de un protagonista fuera de la ley.

El verbo en este caso es pura potencia. Crea mundo. En la puesta todo es enseñado a través de la palabra, cada verso es una imagen, una foto de ese territorio campero evocado. La escenografía está prácticamente despoblada de objetos y elementos miméticos de ese universo que se recrea en el texto, sin embargo el poder de la palabra, la voz, y la intencionalidad de la declamación de Baco, materializan y reponen aquello que no vemos. Aquí, no necesitamos ver para creer. La atmosfera solitaria y desolada es apoyada, además, por la música original ejecutada en vivo por el propio actor, una serie de acordes bluseros acompañan a Baco en el tejido de su relato. 

Baco es un gaucho o un cowboy aventurero y errático. Es el protagonista único y total de la acción, es un personaje complejo repleto de matices. Dueño de una brutal verborragia y una imaginación sin fronteras desmenuza sus hazañas sin reservas. Como todo carácter delineado con profundidad presenta facetas ambivalentes, es un macho enajenado pero también un ingenuo, es un delincuente y también un justiciero. Aquí, cómo en toda tragedia se nos enfrenta a los misterios de los actos humanos. Comprendemos, entonces, que Baco no es totalmente culpable ni exclusivamente inocente, y sus andanzas nos provocan, a la vez, aversión y ternura.

El romance del Baco y la Vaca, funciona como un reloj suizo. Trae a escena un texto exquisito, una dirección muy elaborada y un desempeño interpretativo fascinante. Es evidente que cada factor se entregó de lleno a la experimentación e investigación en su campo -sin guardarse nada-, para alcanzar un resultado extraordinario. Aquí, tenemos un claro ejemplo de que no se necesitan fastuosas ambientaciones, elencos multitudinarios, ni inversiones sobrehumanas para alcanzar un producto de excelencia.

Romance del Baco y la Vaca. Dramaturgia: Gonzalo Demaria. Dirección: Daniel Casablanca. Actúa: Marco Antonio Caponi. Vestuario: Pamela Martinelli. Iluminación: Gonzalo Córdova. Asistencia de dirección: Guadalupe Bervih. Producción: Joaquín Bachrach, Marco Antonio Caponi.

Timbre 4 – Sala México (México 3554). Domingos 21:30 hs.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: