Chancha coraje, la puesta teatral de Patricio Ruiz en el teatro La Gloria, podría pensarse como una versión moderna de una vieja fábula. Aquella de la iniciación, no solo en la vida adulta sino en la dura lucha de la resistencia. Resistencia a un poder que no es solo el del viejo matarife, de cuchillo y baguala, sino el del Lobo, fenómeno omnímodo que ya no se esconde sino que a las luces se revela. El de Ruiz es un relato que comienza con un cuerpo inerte que lentamente entra en combustión, con movimientos internos y desconcertantes. Un cuerpo de mujer, de chancha, marcado por la vida en el chiquero, por la antesala del frigorífico. Ese cuerpo no es solo el de la chancha que resiste el matadero y la objetivación, sino también un cuerpo social que cobra vida y conciencia en la misma duración del despertar.

En un escenario despojado, casi indivisible de aquel espacio en el que se encuentra el público, ya se perciben indicios de lo que ocurre: una casa a lo lejos anuncia el matadero, una melodía pegadiza la llegada de los matarifes y, frente a ellos, la chancha convulsa que resiste en su dolor y pérdida, con las pocas palabras que le quedan, aprehendidas del lenguaje emblema del matador. La disputa es carnívora, con chorizos, fiambres y costillitas a buen resguardo, mientras lo que queda de los cadáveres chanchos perece en la oscuridad. Su destino de reproducción es negado a viva voz, con aullidos guturales y onomatopeyas sangrientas, que intentan presentar batalla a ese  intento de repoblación, de renacimiento de la materia prima de la matanza.

Ruiz concibe su historia con notable economía: su texto se desenvuelve como un relato infantil, plagado de alusiones oblicuas y terrores implícitos que se agitan únicamente en la mente del sorprendido espectador. La chancha no es otra que la trágica Caperucita Roja, no ya ingenua de las dimensiones de la voraz mandíbula del lobo, sino despierta a esos efectos devastadores que implica toda lucha cuerpo a cuerpo. Es su carne expuesta al cuchillo, a la matanza, la que resiste desde la misma corporalidad que adquiere cuero y peso. Los primeros actores en escena, Chancha (Mijal Katzowicz) y el chacinero (Martín Amuy-Walsh), bailan su danza intestina con la furia de los locales, de los que pelean sobre un territorio propio, todavía embadurnado con la propia sangre. Será la llegada de Sam (Léo Kildare Louback) la que cambie las reglas del juego, reglas propias y traidoras, reglas de patrón y estanciero.

Con humor y soltura, con un uso explícito de la metáfora que adquiere cada vez mayor peso en el desarrollo de la historia, Chancha coraje se apropia con inteligencia de la matriz del mito, de la necesaria carnadura de todo personaje, del histrionismo de toda declamación que aspira siempre a provocar a su público. Con complicidad en algunos guiños y perseverancia en el sentido detrás de todo velo representativo, Chancha coraje cumple su cometido, el de mostrarnos lo oscura que puede ser la boca del lobo justo antes de comerse su embutido.

Chancha coraje, de Patricio Ruiz, c/ Mijal Katzowicz, Martín Amuy-Walsh y Léo Kildare Louback.

Teatro La Gloria, Sábados 21 hs. Yatay 890.

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