Mi amigo Robot (Pablo Berger, 2024), es una película de otro tiempo. Fábula raybradburiana sobre la soledad y la amistad pareciera estar anclada en la Manhattan de los años 80. No hay celulares ni multiplicidad de pantallas, pero si hay alienación y medios de comunicación que proyectan imágenes al vacío para el que quiera verlas. Mirando la película de Berger me acorde de El Peatón, un hermoso cuento de Bradbury de la década del 60 del siglo pasado en el que todos se encuentran encerrados en sus casas mirando la televisión hasta que un peatón decide salir a la calle. El protagonista del relato será detenido y encarcelado por animarse a circular por la vía publica por una especie de policía del pensamiento que castigará su comportamiento. Berger pareciera jugar con esas ideas que circulaban en cierta literatura muy popular de mitad del siglo XX, que denunciaba la alienación del capitalismo con ecos existencialistas cruzando como hiciera virtuosamente en su momento la escuela de Frankfurt mezclando un poquito de psicoanálisis con un poquito de marxismo.
En Mi amigo robot vemos en su primera escena a Dog, el protagonista del relato, recalentándose un plato de Mac and cheese congelado mientras juega un videojuego típico de la década del 80. La escena austera y de una prodigiosa economía de recursos trasmite una sensación de tristeza poderosa que se mantendrá a lo largo de todo el relato. Berger juega con las herramientas del cartoon clásico para contar una historia sobre los vínculos que, anclada a una temporalidad determinada, se encuentra fuera del tiempo. Esta fábula sobre la alienación moderna comprende, con una notable sutileza psicológica, los estados de ánimo de los protagonistas, y con la gestualidad propia de los maestros del cine de humor clásico, logra decir mucho sin necesidad de utilizar palabras. Berger convoca los espectros de Keaton, Chaplin y Jaques Tatti, entre otros cineastas, que con expresiones mínimas y puestas en escena sencillas logran abarcar la complejidad y el carácter inabarcable de las relaciones humanas. Ante el tedio de la cotidianeidad de la vida, una propaganda televisiva promete el infalible remedio que terminara con la tristeza del protagonista que no es otro que un robot amigable diseñado para acompañar a Dog en los días de su vida. En esta película también suenan ecos de Her (2013), hermosa película de Spike Jonze en la que Joaquín Phoenix se enamora de Scarlett Johansson que no es otra cosa que un robot.
La película de Berger trata sobre la amistad, el amor y el duelo. Lo que significa para Dog su nuevo amigo tiene su respuesta y su reflejo en lo que representa para el robot la presencia de Dog. Un hallazgo que hace de Mi amigo robot una película atípica es que es poco el tiempo en el que ambos protagonistas comparten juntos en pantalla el tiempo de su felicidad. Rápidamente el destino y el capitalismo (playas cerradas y valladas mediante) separarán a los protagonistas, pero ambos se obstinarán en continuar queriéndose a la distancia. La película de Berger no es lineal en su melancolía ya que sabe salir de ese estado de ánimo gracias a una luminosa y festiva banda de sonido entre la que se destaca particularmente “September”, el temazo de Earth, Wind y Fire que funcionará como leitmotiv musical durante todo el film. La grandeza de esta película animada radica principalmente en la profunda construcción dramática de la pareja protagónica que es por demás inusual para los parámetros del estandarizado panorama del cine de animación contemporáneo.
El conmovedor final de la película de Berger da cuenta de que estamos en presencia de un cineasta que puede contarnos un melodrama desde la forma del más tradicional cine de animación. Aquí, el amor es un momento, pero ese momento atraviesa como un rayo de luz y perdura. Esa metafísica sin tristezas que fluye en el final del relato en el que la vida de los protagonistas finalmente se bifurca funciona como la pulsión sana que tenemos los seres humanos. Ese reflejo que nos hace acercarnos los unos a los otros es la contracara del mundo alienado y hostil que el capitalismo nos ofrece, donde tenemos a veces con suerte una pantalla y algo para comer, pero en el que estamos solos de toda soledad.
En tiempos donde la mayoría de la población es pobre y muchas veces no tiene ni el plato de comida garantizado, películas como Mi amigo robot pueden sencillamente funcionar como una declaración de principios de una obra de arte que apuesta por la humanidad como antídoto contra la crueldad naturalizada.
Robot dreams (España/ Francia, 2023). Guion y Dirección: Pablo Berger (Basado en la novela gráfica Robot Dreams de Sara Varon). Música: Alfonso de Villalonga. Elenco: Ivan Labanda, Rafa Calvo, Albert Trifol Segarra, Graciela Molina, Esther Solans, José García Tos; José Luis Mediavilla. Duración 102 minutos.
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