1. Los Rayos es una película sobre la prehistoria. No sobre la que se enseña en los colegios, aunque esté poblada de “animales” de otras épocas que sobrevivieron al tiempo y hable de los comienzos de un universo. El universo no es la galaxia entera, sino un pedacito mínimo, un granito de arena sideral llamado Hurlingham. Y ni siquiera es el origen de ese espacio, sino la manera en que se transformó de un antiguo barrio inglés, en el epicentro de un sonido –que, curiosamente, tenía el mismo origen, aunque era rechazado- que construyó una escena artística. Un big bang producido no exactamente de la nada, sino de una combinación explosiva que encontró el lugar y el momento exacto para revelarse.
2. En nuestras notaciones habituales, la historia, medida en unidades de tiempo, está marcada por las religiones. Cada una de ellas cifra el punto de partida hacia adelante y hacia atrás en el momento en que se produce un acontecimiento considerado central. Los musulmanes transitan el año 1442 y los hebreos el 5781. En el calendario gregoriano, que rige en la mayor parte del mundo estamos en el año 2021 D.C. Después de Cristo. Pero en Hurlingham, el tiempo se mide de otra manera. Porque a las religiones instaladas se le superpuso otra, y es por eso que estamos en el año 40 D.L. o D.S. Después de Luca o después de Sumo.
3. En alguna medida, la historia de Luca Prodan en Argentina ya fue contada una y otra vez, especialmente cuando se recuerda su fecha de nacimiento o la de su muerte. Hay películas que aluden directa o indirectamente a su vida –un buen documental como Luca, una mala película como Luca vive-, hay libros –entre otros, Carlos Polimeni y Roberto Pettinato se han encargado de contarlo- e infinidad de páginas en diarios y revistas que vuelven sobre Prodan, por lo general apelando más a alimentar el mito que a entender al músico. Para Los Rayos, Prodan es el punto de partida para contar la historia hacia atrás. Para decirlo en términos más cercanos a lo religioso, lo que esa acumulación de crónicas y materiales que mencionaba antes constituiría una especie de Nuevo Testamento –el relato de la vida y obra del Mesías en diferentes versiones y lo que derivó de él-, el documental de Nicolás Tacconi se propone escribirse como el Antiguo Testamento: esa sucesión de libros que relatan la historia previa al momento en que cambió todo y las condiciones que se fueron dando para que ello ocurra.
4. Como ocurre en toda prehistoria, lo que hay es carencia. Los registros escasean. En el caso de Los Rayos, todo depende de encontrar a alguna persona que conserve alguna cinta grabada, como el coleccionista Miguel Calcagno, que rescata de su archivo una zapada de Tito Fargo con Diego Arnedo, haciendo reggae. O que alguien conserve alguna foto de esos tiempos. Pero eso alcanza para enmarcar el relato, dispuestos unas al comienzo, las otras al final. Entonces, bajo la excusa de tratar de descubrir si existe un “sonido del Oeste”, Fernando Arnedo, sobrino de Diego, va a la búsqueda de los sobrevivientes, de los que pueden aportar los recuerdos que el tiempo todavía no juntó. Lo hace, como todo aventurero de estas zonas que se precie, subiéndose a un Mehari con el que recorre las calles de Hurlingham y aledaños –con una cámara que por momentos, parece remitirnos al Perrone de La mecha, tanto por el mapeo de la zona, como por el anacronismo aparente de su búsqueda-en procura de los restos, las historias que lo lleven a reconstruir ese pasado.
5. La prehistoria de Hurlingham, como centro de un momento crucial en la historia de la música argentina, está hecha de recuerdos que se van entrelazando pero que rehúyen de lo anecdótico para concentrarse en una evocación que pueda dar dimensión de esos tiempos. Lo que importa no es el detalle preciso de una situación –quizás la única a la que se hace referencia es cuando el Tano Salmos comenzó a tocar saliendo de un féretro puesto en el escenario-, sino la construcción de la escena que los involucraba: juntarse a escuchar discos en la casa de quien tenía equipo, las carencias que hacían que se juntaran de acuerdo a quienes tenían instrumentos y amplificadores, los instrumentos que iban prestándose entre las bandas, la búsqueda de garajes que pudieran funcionar como salas de ensayo baratas, aunque estuvieran en lugares distantes –no cuesta imaginar como una peregrinación a Diego Arnedo y Tito Fargo yendo con su carga de instrumentos desde Hurlingham hasta Alejandro Korn, en una sucesión interminable de trenes, colectivos y cuadras caminadas. Como en todo relato prehistórico, los hombres se juntaban por las necesidades comunes, en espacios que comenzaron a volverse reductos propios, refugios que los sacaran de un lugar donde primaban la cumbia y la música melódica, para depositarlos en las entrañas de una forma de rock que recién se estaba gestando.
6. Ese relato prehistórico tiene dos elementos que lo definen. El primero, es su referencia inevitable al hecho parte aguas: la llegada de Luca Prodan a Hurlingham y su conexión con el espacio y la gente de ese lugar en donde todo estaba por hacerse, como recuerda Jorge Gauto. Pero para Los Rayos y sus protagonistas, ese hecho es algo que está internalizado como conclusión inevitable de esa historia previa. Y entonces, queda reducido a ese espacio, sin tomar por asalto a lo previo. El segundo, es la decisión de construir una narración basada en la imprecisión. No hay fechas, no hay datos comprobables que aludan a un día, a un año específico –el ejemplo más claro es el propio Mollo que cuando relata su ingreso a Sumo no lo hace indicando el año, sino mencionando que fue “poco antes de entrar a grabar” el primer disco. La prehistoria no se puede reconstruir con precisiones porque está organizada sobre hechos que todavía no se registraban en conexión con otros, y que, por lo tanto, no parecían pasibles de ser registrados para la posteridad.
7. Volviendo a las religiones, para los mayas, el sol era un Dios al que había que adorar. En Hurlingham, la religión profesa un credo similar. En el stencil final que Esteban Bigliardi estampa sobre una cabina de electricidad del ferrocarril, Sumo es la masa esférica incandescente que se convierte en el sol, dador de vida y de luz sobre el resto de los mortales. Pero los rayos no son, en ese sol, despedidos de esa masa. Los rayos son esos personajes más o menos conocidos que desde la prehistoria, convergen en el sol. Sumo aparece desde un comienzo como el organizador de una energía que estaba dispersa. El que los juntó a todos y los hizo parte de ese fuego inagotable, que seguirá ardiendo por siglos. Los protagonistas de Los Rayos son parte de ese fuego. Y el documental vino para contarlo, a los antiguos fieles de la religión y a los que puedan sumarse de aquí en más.
Calificación: 6.5/10
Los Rayos (Argentina, 2021). Dirección: Nicolás Tacconi. Guion: Pablo Medina – Nicolás Tacconi. Fotografía: Lucio Bonelli. Montaje: Andrés Tambornino. Elenco: Fernando Arnedo, Esteban Bigliardi. Entrevistados: Diego Arnedo, Ricardo Mollo, German Daffunchio, Lucas Rocca, Gabriel Dahbar, Juampy Juarez, Jorge Gauto. Duración: 72 minutos.
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