Cuerpos que piensan. ¿Cómo combatir la tentación de un lugar tan cómodo como la metáfora? ¿Cómo interpelar las previsibilidades, enemigas de la conformación de una imagen? Tales son las inquietudes de la puesta teatral Lo que me llaga, dirigida por Claudio Pereira. Una puesta en escena en la que el eje de atención –un cuerpo en un espacio-, presume una entidad humana, aunque solo en principio. Se presenta atado a una silla, de espaldas a la impaciente espera del espectador, presumiendo un relato dentro de los habituales parámetros de previsibilidad. Pero esto se ve frustrado de entrada: un cuerpo humano de espaldas atado a una silla puede ser un cuerpo que piensa. Y un cuerpo que piensa, en cualquier propuesta de Pereira, es un cuerpo que se abre a conexiones impensadas, en permanente descomposición, como una entidad inorgánica. Es una oportunidad, a cada instante, de relaciones de fuerzas, de intensidades que organizan un conjunto siempre provisorio. Y es a partir de lo provisorio que la propuesta se deja ver en su más amplia dimensión: es entonces el momento de abandonar cualquier tentativa de organización de Lo que me llaga a través del relato lineal, para convivir durante 50 minutos con una lógica del azar cuyo vector es la repetición no simétrica de un grupo de acciones. Una azarosa anatomía semejante, solo semejante, a lo que en otro tiempo y espacio más seguro, más certero, se constituyó en una identidad, una conciencia.
Las acciones del actor Ricardo Artipini solo pueden pensarse a partir de la ausencia de su objeto, autónomas: valen en su pureza misma y se estructuran en base a su repetición y a una diferencia sutil en cada actualización. Mucho más que resolver, proponen y se afirman en su propia organización. Es desde tal forma de concebir las acciones que la imagen de un cuerpo atado a una silla propone abandonar su pretensión metafórica para entregarse a una sucesión de desplazamientos que abortan una y otra vez la ilusión de una justificación de las situaciones. Excluyendo cualquier mediatización por el lenguaje, al espectador se lo convoca a partir de un entramado perceptual en el cual lo denso del ambiente y lo intenso del devenir de los estados, establecen un mundo; la ocasión es para quien acepta organizar él mismo algo que difiera e interpele sus anclajes precedentes. Porque el contrato es a partir del agujero narrativo, un conjunto vacío, un entramado concebido a partir de la incompletitud, una estética de lo fragmentario. Pensar Lo que me llaga es una posibilidad del cuerpo, el de cada uno, a partir de su incerteza.
Materia y ausencia de coordenadas. Pero un cuerpo también es el estado sólido de la materia. Así como lo que contribuye a integrar el espacio: la silla, la soga, frascos, objetos que se homologan al cuerpo mismo a través de la puesta. Los objetos también se encuentran en tensión con respecto a su rol originario. Algo, mucho, sucede en la relación del cuerpo de Artipini con el resto de su materialidad circundante. Algo también se precipita. El agua como elemento líquido agrega más incertidumbre al mundo sólido: otra función subvertida, otra certidumbre derribada. Y a la pérdida de referencia le corresponde un tiempo indiscernible. Tal ausencia de coordenadas, así como la delimitación de un perímetro escénico sin amparo, invita a la promoción de un espacio cualquiera. Cualquier idea de un espacio concreto, con intención de pisar suelo firme, no hace más que acotar sus infinitas posibilidades. De este modo, el teatro de Claudio Pereira se presenta como un atentado al teatro de representaciones, con sus estructuras metafóricas y su repertorio de temáticas y recursos remanidos, los cuales quedan en evidencia como límites al pensamiento.
Obra de teatro «Lo que me llaga».
Teatro Espión – Sarandí 766 – CABA . T.E: 4943-6516.
Actuación: Ricardo Artipini.
Dirección: Claudio Pereira.
Sábados 21 hs.
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Muy buena crítica Luisito querido! Una obra que deja abierta a la subjetividad de cada espectador la trama haciendo que sea una multiplicidad de sensaciones. Abrazo
Muchas gracias, Pablo. Abrazo.