El amor después del amor, de Juan Pablo Kolodziej, showrunner, con Felipe Gómez Aparicio y Gonzalo Tobal como realizadores, en tanto “bio-serie”, se prende en la tendencia que marcó la película de Queen, es decir, Bohemian Rapsody (2018, Bryan Singer y Dexter Fletcher), que es la de la reproducción, la del intento artificioso de reconstruir, ya sea eventos, personas, épocas, clips, etcétera, en pos de la nostalgia. Es el meme de Di Caprio señalando la tele en la de Tarantino, donde irónicamente se reconstruye un pasado que jamás existió. En cambio, en esta tendencia, claramente dominante, se trata de recapturar algo que igual podés ver en Youtube. Es recrear -ya que estamos nostálgicos- al mejor estilo del Camino al Oscar en Feliz Domingo, pero con tremendo presupuesto, claro. Y, como mucho, explicar –otra manía de época- más o menos a lo Wikipedia, lo que hubo atrás, de manera digerible, clara. Como el discurso de Strassera en Argentina, 1985 (2022, Santiago Mitre), película que también tiene estructura de biopic musical (el famoso discurso convertido en una canción, devenido en artefacto, en referencia, otra reproducción).
En la serie, a Fito nunca lo vemos escribir, nunca lo vemos componer. Las canciones vienen solas, de una, al pianito, no hay esfuerzo, no hay búsqueda, son puros aciertos en primer intento, apenas resultados directos de acontecimientos que va viviendo, en automático, como si operara el destino, nomás, como si los personajes fueran figuritas de Billiken, como el San Martín de Torre Nilsson. Es una que sabemos todos, todo el tiempo. Sobre todo en la narrativa, en los recursos, y en la puesta en escena. Es Andy Chango disfrazado de Charly (me falta el Mauro Viale enfrente), es un “Uy, mirá, es igual a la Cantilo (Micaela Riera)”, pero la verdad que es más la Fabi de Un buen día (2010, Nicolás del Boca); es Julián Kartun tirando el cuello para atrás y abriendo mucho los ojos para parecerse algo al Flaco Spinetta, pero guarda, que canta re parecido, eh. Y Fito (Iván Hochman) es un aparato, bueno, torpe, tímido, inocentón (hay entrevistas de esa época en Youtube, eh, y esa no es la personalidad que se ve ahí, digo, si es que ese va a ser el parámetro), y este Fito es un talentoso con problemas para socializar, que de pronto se gana su lugar con Baglietto porque maravilla a todos con el piano y Charly lo ve en la tele y flashea, y en el siguiente capítulo ya está tocando con él. ¿Qué pasó en el medio? Eso no importa, hay que avanzar, hay que poner otra canción conocida, y otra caricatura más, hay que reproducir capítulos, consumirlos, gastarlos, hay que ver rockeros que no hablan como escriben, que no suenan como cantan, cuyas historias no se narran con sus poéticas personales, porque ellos sólo hacen hits, y si pifiaron, o les fue mal en algo, fue para inspirarse, porque al final, según Netflix, parece que estos «únicos» eran re del montón, se ve.
Si Cecilia Roth (Daryna Butryk) se enoja porque llega tarde a la casa y no le avisó, ella se mete en el baño enojada, y él, pianito en mano, larga un “Te vi, juntabas margaritas del mantel…” y ya está. ¿Para qué más? Re así debió ser la relación de ellos; ¿o no? Porque la trató “bastante mal”, ¿viste? Poco importa el romance entre ellos, ¿para qué construirlo, para qué la química siquiera? Si total ya sabemos, desde el vamos, que terminan juntos. Una chica con rulos, rubia, canchera. Listo. Están Urdapilleta y Tortonese, es el Parakultural, ¿entendés? Otra tilde en el checkbox. Con algo de esto te vas a emocionar, si lo de las tías es tremendo, ¿o no?, si las canciones son re lindas (recuerdos que no voy a borrar…). ¿Para qué buscar una narrativa original, algo que evoque la sensibilidad del rock nacional, de la época, de la lírica, sobre todo de Fito, si con reproducir –reconstruir, replicar- videos, imágenes, fotos, estamos. Si lo que “la gente” quiere es acordarse y chau (personas que no voy a olvidar…). Eso, Brillante sobre el Mic al final, con las fotos reales. Así lloramos todos. No hace falta nada más, ¿no? (hay aromas que me quiero llevar…) ¿Lo viste al chabón? Tiene rulos, pelo largo, es flaco. Es re Fito. Es una estampita, es la tumba de la Gloria, esa en la que Fito pedía que no lo dejaran caer (silencios que prefiero callar…).
Ah, y la fotografía muy linda, el vestuario, el arte, muy buenos, pero ojo que los teléfonos de ENTel iban del otro lado.
El amor después del amor (Argentina, 2023). Dirección: Gonzalo Tobal y Felipe Gómez Aparicio. Guion: Juan Matías Carballo, Lucila Podestá, Francisco Varone, Leandro Custo, Diego Fió. Fotografía: Diego Guijarro. Música: Alan Senderowitsch, Ezequiel Silberstein. Elenco: Iván Hochman, Micaela Riera, Daryna Butryk, Martín Campilongo, Andy Chango, Mirella Pascual, Gaspar Offenhenden, Julián Kartun, Luis Ziembrowski, Charlie Anderle. Duración: 8 capítulos de 40 minutos cada uno.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá:
Deberias de poner tu nombre firmando esta nota, ya que sos tan buen relizador y podrias hacer una serie mejor, por lo menos date a conocer. Da la cara. Tal vez la envidia no te deja
Hola, Germán. El nombre figura en el título de la nota (es el formato que maneja la editorial de la página).
No te enojes, es apenas una opinión sobre una serie.
Un abrazo y gracias por leer y comentar!
Si bien entiendo y comparto las críticas que componen esta crítica, se parece mucho a lo que critica. Es más una escritura quejumbrosa. Pero sí, la serie es una seguidilla de situaciones en las que no importa construir nada. Y el protagonista es un millennial adelantado a su tiempo en su millennialismo.
Desde el dispositivo con el que te escribo no hay «e-mojis» disponibles para manifestar mis aplausos a tu analisis crítico; Por tal motivo recurrire al texto escrito y la imaginación del receptor, ¡CLAP! ¡CLAP! ¡CLAP! ¡CLAP! ¡CLAP! ¡CLAP! ¡CLAP! ¡CLAP! ¡CLAP!
Al pasar leí el comentario de alguien que se molesto por tu análisis; mi limitada experiencia me permite opinar que ese tipo de malestar se produce por que el ofuscado quizas no cuenta con todas las herramientas ni la objetividad para entender que existen opiniones contrarias a la propia. YO estoy muy feliz de no haber visto la serie; pues ya lo habia decidido ni bien supe del proyecto, no por snobismo o por infulas de superioridad sino porque veo en el horizonte mis 50 años y conservo la intima esperanza de no haberlos vivido por mera subsistencia o persiguiendo las migas de las zanahorias de la prosperidad. Viví la carrera de Fito porque vivi la carrera de Charly García, le compre todos sus discos desde el 1ro hasta «Rey Sol» y luego compre alguno salteado que me intereso. Se positivamente que NETFLIX la iba a cagar; por supuesto que no tanto como lo hubiera hecho un Suar-Carnevale, un Santiago Buitre, Campanella, Borensztein o Szifron pero cagarla al fin.
¡Gracias por tu analisis critico! Yo me quedare fanatizado con la musica de Fito y algunas memorables letras que ha escrito, con esas revistas de rock que juntan polvo en mi biblioteca donde fui siguiendo su oscilante devenir con ascensos y caídas. Y me quedare con el recuerdo de ese artista que dejaba a su publico acercarse a su escenario para que grite, cante y ofrezca su corazón con él y desecharé esa sombra de lo que fue que vemos ahora; esa que solo se presenta en arenas y estadios que cuenten con sector v.i.p. y tiendas de merchandising.
Hola, Richard, ¡muchas gracias por tu lectura y el comentario!
Es cierto que la narrativa es medio simple, en eso coincido.
Sin embargo me gustó la serie porque reivindica a un tipo y a una epoca importante que viene muy vapuleada por cierto snobismo anti rock argentino que hd detectado ultimamente.
Despues me parece que hay que bancar as las series/peliculas historicas porque en Argentina siempre apelamos al formato documental y está muy bueno incursionar en series a condicion de que seamos conscientes de que venimos muy de abajo y que son actores, viejo , relajense si el tipo no se parece a Spinetta. No jodamos tampoco.
Arturo, sobre tu gusto y las reivindicaciones que hace la serie no tenemos nada que decir, pero nuestro trabajo es otro. Bancar algo por el mero hecho de ser nacional, se trate de una película o de una serie, como es el caso, no tiene nada que ver con el ejercicio crítico que nos interesa hacer, que no es otro que el de concentrarnos en la forma y en cómo se justifica, o no, esa forma. Saludos y gracias por comentar.
Gabriel Orqueda, co-editor de Hacerse la crítica.