Supongo que soy una extremista…
Zoë Lund.
Advertencia: Voy a contar bastante de la película, están avisados.
Estamos en 1981. En Irlanda muere Bobby Sands tras 66 días de huelga de hambre, se crea el canal MTV, Ronald Reagan se salva de un atentado, la dictadura militar con Videla a la cabeza gobierna Argentina, Spielberg y Lucas estrenan Los cazadores del arca perdida, en Los Ángeles aparece Metallica, Virus edita «Wadu-Wadu», su primer LP, mueren Jacques Lacan y Ricardo Balbín y, entre otras muchísimas efemérides , se estrena Ángel de Venganza (Ms .45) de Abel Ferrara.
Durante muchísimo tiempo creí que ésta era su ópera prima, pero no: es su tercer largometraje y el segundo que firma con su propio nombre. Pero esto es anecdótico.
Ángel de venganza es, sin lugar a dudas, una (¡otra?) injustamente olvidada obra maestra. Dicen que una película se «juega» todo lo que tiene en los primeros minutos de proyección, ahí se presenta la trama, los protagonistas, el tono; en síntesis, se pone toda la carne en el asador. Ferrara cumple.
La historia empieza cuando Thana (la angelical Zoë Lund), una costurera muda (1981 fue, además, declarado el Año Internacional de las Personas con Discapacidad), es violada en un callejón, muy cerca de su casa y a plena luz del día, por un loco enmascarado (el mismísimo Ferrara que en los créditos aparecerá como Jimmy Laine). Pero la cosa no queda ahí: bastante alterada ya, nuestra heroína llega a su casa y se encuentra con ¡un ladrón! que, al comprobar que su botín será magro, no tiene mejor idea que violarla. Pero éste no la sacará tan barata: Thana no podrá gritar pero puede darle con una pesada plancha de plano en la cabeza y cargárselo en defensa propia.
¿Qué hacer con un muerto en el sillón? Thara hace lo que toda chica del Nueva York de los ’70 (recordemos que estamos apenas en 1981) tuvo que hacer en algún momento de su vida: ponerlo en la bañera y cortarlo en pedazos, meterlo en bolsas de residuo y guardarlas en la heladera para después ir tirándolas poco a poco en los tachos de basura a lo largo de la ciudad.
Pero esto no es gratis, claro. Ella empieza a tener pesadillas en las que aparecen sus agresores, el afuera es mucho más que amenazador y comienza a ensimismarse. En el proceso de deshacerse del cuerpo, un «malentendido» es el punto de partida de la transformación. Un muchacho ve cómo tira una de sus bolsas y la corre para devolvérsela, pero cuando llegan a un callejón (otra vez los callejones) Thana, aterrorizada, le dispara en el pecho con la pistola del ladrón (la .45 del título) y algo se quiebra: nuestra frágil víctima atemorizada se convierte en… la portadora de la venganza.
La transformación no sólo es un proceso interior (estamos viendo cine) sino que nuestra trémula y pálida costurera deviene en femme fatale y Ferrara lo registra en una exquisita escena en la que vemos a Zoë Lund pintar y repintar sus carnosos labios de un rojo furioso, rojo sangre.
Y así inicia el catálogo de ajusticiados, Thana recorre las noches de Nueva York «vestida para matar» y se carga sin piedad a proxenetas golpeadores, vendedores de droga, pandilleros, etcétera. Mientras tanto sigue su vida diurna, acosada por las insinuaciones sexuales de sus compañeros de trabajo y por la insoportable mascota de su casera chusma (a pesar de que está en la heladera el perro huele el muerto). Ante el peligro, pone manos a la obra y «recicla» a su agresor en comida para perros y un asunto solucionado.
Completamente ajenos a la actividad nocturna de nuestra heroína, su lascivo jefe la invita a acompañarlo a la fiesta de Halloween de la empresa. Él no sabe en qué se mete y ella siente que será «la» noche de su cometido vengador. Thana se disfraza de monja trash, con medias de red y labios rojo sangre, y ejecuta el Castigo de Dios sobre los hombres: la expiación a través del exterminio en una escena que sería la envidia del mismísimo John Woo.
Apenas llegada a la fiesta se desata la masacre hasta que una compañera (sí, una mujer) toma un cuchillo de la mesa y lo sostiene en la entrepierna, cuan pija enhiesta, hasta que se lo clava por la espalda. El asombro dejará paso a la desolación al descubrir que es una mujer, una igual, quien la traicionó. El único sonido que emite Thana es un alarido desgarrador al ver a su asesina. El director se detiene en estos planos finales (casi un plano secuencia) para que el espectador vea en contexto a la mujer con el cuchillo a espaldas de nuestra heroína.
Esta película casi primeriza de Abel Ferrara, junto con Escupiré sobre tu tumba (I spit on your grave, 1978) pueden considerarse una de las grandes representante del subgénero rape-revenge, o «violación-venganza», del cine de explotación.
Por otro lado, si bien el tema del asesino en serie ya había sido abordado por el director en El asesino del taladro (The Driller Killer, 1979), en Ángel de Venganza le da una vuelta de tuerca al sumar su condición de justiciera urbana, tan de moda en el cine de la época (los 70 fueron, sin dudas, la época de oro de las películas de justicieros urbanos, protagonizadas por hombres que han atravesado traumáticas experiencias que los llevaban a reclamar venganza convirtiendo en víctimas a sus victimarios -los malos de turno en función de cada sociedad y cada momento-. Inmediatamente pensamos en Charles Bronson y El vengador Anónimo de Michael Winner de 1974), con la presencia de un poderoso personaje principal en la piel de la angelical y perturbadora Zoë Lund que, sin ponernos colorados, podemos emparentar con la Catherine Deneuve de Repulsión o la Natassja Kinski de La mujer pantera, esas féminas destructivas que se deslizan elegantemente por los bordes de un mundo de pesadilla en el que las únicas referencias reales son el sexo y la sangre.
Así y todo Ferrara se mete de lleno en sus obsesiones, las mismas que irán madurando en sus filmografía posterior: retratar lo más sórdido de la sociedad, la violencia, el sexo y la culpa desde una concepción católica (pecar y arrepentirse). La búsqueda de redención en la que héroe y villano se confunden, y donde el director y su mirada no toman partido dejando al espectador solo con sus demonios a la hora de enfrentar esa carga moral. Un auténtico y delicioso chapuzón en el infierno.
Aquí puede leerse un texto de Romina Quevedo a propósito del cine de Abel Ferrara.
Ángel de venganza (Ms. 45, EUA, 1981), de Abel Ferrara, c/Zoë Lund, Bogey, Albert Sinkys, Darlene Stuto, Helen McGara, 80′.
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Hola.
Realmente me sorprende como el cine de Abel Ferrara comienza a ser más valorado en este último tiempo, quizás por sus últimas películas, siempre polémicas, pero últimamente más «serias» que antes. Puntualmente hablando de esta película, o de su protagonista, discrepo al tomarla como una igual a la Deneuve en Repulsión o a Kinski. En este film Ferrara cae en el conocido y aburrido cliché de personajes tipo en películas de gangsters, antihéroes y personajes nefastos de Nueva York. Estuvo justo en la época en que estos personajes volvían a tomar el mando en los cines (con Scorcesse, De Palma y varios más) pero en este film en particular faltan muchos matices en sus personajes. Con el tiempo cambió un poco, creo que Teniente Corrupto y El Rey de NY están un poco más desarrolladas en este aspecto (al compararlas con Ms.45). Aún así, me pregunto si es necesaria la sutilidad con el mensaje, de suma importancia, que Ferrara aparentemente intenta transmitir, la fuerza femenina en un mundo machista opresor que se mantiene hasta el día de hoy. Por esta razón, creo que mi parte favorita de este film es ese final, siendo traicionada por su congénere. ¿El mensaje o el medio? La duda eterna en el arte, Ferrara demostró con los años priorizar lo primero y esa falta de equilibrio es lo que personalmente no me gusta de su cine.
Saludos y felicitaciones por esta página!