Nicole y Charlie son una pareja que decide separase en buenos términos y de común acuerdo. La decisión inesperada de incorporar abogados, tomada por Nicole, hará que el nivel legal se infiltre en la vida privada y emocional de la familia, trayendo desentendidos, conflictos y viajes esporádicos de Nueva York a Los Ángeles. En el medio del caos legal se encuentra Henry, hijo de la pareja, que acompaña a sus padres en la travesía o peripecia de visitar estudios jurídicos, hoteles y estacionamientos. La perversidad del poder legal se sintetiza en el ansia lucrativa de obtener mayores beneficios a costa del padecimiento desgarrador de un divorcio.

Noah Baumbach es la versión hipster y joven de Woody Allen: suele hacer referencias al jazz y a la cultura popular de Nueva York, suele apelar al recurso de la voz-off, y también centra su atención en los vínculos afectivos. Por lo general, el tema central de sus películas suele ser la separación, ya sea de los padres, un hermano, una pareja o una amiga. Sus dramas son matizados con dosis de humor, momentos musicales y algún que otro gag cómico, que contribuyen a la distensión del clímax. Sus películas emocionan sin pecar de ser sensacionalistas. La virtud genuina de Baumbach en Historia de un matrimonio reside en tematizar la historia de un divorcio en un contexto peculiar, lleno de extrañeza, ajeno a lo cotidiano como lo es la festividad de Halloween. En este sentido, en la vida cotidiana entendida como un espacio gris de alienación, rutinaria, repetitiva, de lo que es siempre igual, aparece algo del orden de lo extraordinario, de lo poético, de lo creativo: el “monstruo”.

En la primera celebración de la festividad, Nicole se disfraza de David Bowie en el videoclip Let’s dance y, acompañando a Henry, obtiene una calabaza llena de caramelos. Charlie, por su parte, se viste de El Hombre Invisible, sale con su auto por las calles de Los Ángeles en un horario nocturno fatal y hace que Henry consiga solamente tres caramelos y un encendedor. En el segundo evento de Noche de Brujas, Nicole luce radiante como integrante de The Beatles, mientras que Charlie opta por un trozo de tela blanca que lo califica como Fantasma. El componente espectral, carente de antropomorfismos, inasible, sin forma, etéreo en el que se desenvuelve Charlie también define a la instancia de la separación: uno de los dos se volvió un completo desconocido para el otro o bien uno de los dos mutó hacia una forma más sólida y arraigada a lo terrenal, mientras el otro sigue volando alto en ilusiones y sueños.

Nicole decidió cambiar. Y a Charlie no le quedó otra que hacer lo propio. Nicole dio un paso firme hacia delante confesando que no quiere ser más la actriz favorita de su esposo director y que siempre deseó dirigir sus propias obras. La independencia femenina en el ámbito hogareño, sentimental, familiar, laboral y creativo se presenta como la clave de lectura de esta historia, y es a partir de ella que comienzan a dibujarse los enredos, momentos de incomunicación y desfile de abogados malandras. El cambio como monstruo y amenaza latente no es humano, sino incorpóreo, fantástico y espectral.

Este rasgo monstruoso que describe la instancia de separación amorosa recuerda a otra película estrenada en 2019: Midsommar, de Ari Aster. Allí se relata la fase del duelo afectivo desde dos perspectivas disímiles: la de un funeral familiar y la de una festividad celebrada durante el solsticio de verano en Suecia. Nuevamente, como en Historia de un matrimonio, se opta por un evento de carácter popular para contextualizar la ruptura amorosa. Entre lo público se distingue el individuo con sus padecimientos, angustias existenciales, esperanzas, deseos y sueños de superación. Se tratan de fiestas donde los protagonistas realizan un pequeño un viaje iniciático hacia lo más profundo del ser.

Si en Midsommar predominaban habitantes vestidos de blanco, mesas larguísimas, brebajes afrodisíacos, hongos alucinógenos y arreglos florales; en la película de Baumbach habrá chocolates, premios recompensa para Henry por “tolerar la situación incómoda de sus padres”, pequeños musicales donde se interpretan números de jazz, partidas de Monopoly, juegos infantiles y disfraces. El redescubrimiento del ser, es decir, de ellos mismos, se da en una instancia de extrañeza, inversión de valores y confusión como lo son estas festividades especiales.

Es cierto que podríamos comparar Historia de un matrimonio con Escenas de la vida conyugal (Ingmar Bergman, 1974), Kramer vs. Kramer (Robert Benton, 1979), La guerra de los Roses (Danny DeVito, 1989) o Historias de familia (2005) del propio Baumbach. Sin embargo, ese componente espectral y monstruoso la acerca un poco más a la Midsommar de Ari Aster. Ambas películas descubren en lo fantástico la descripción de un sentimiento que se vuelve totalmente reconocible, identificable y perceptible para el espectador. La seguridad categórica de determinar mediante palabras las virtudes de la media naranja se vuelve difusa. Lo que se podía decir antes con claridad, ahora ya no lo es tanto. El Otro ya no se ve como un par, como un compañero de aventuras, sino simplemente como otro, un completo desconocido, un espectro incorpóreo, que dialoga con abogados y al igual que ellos ha devenido monstruo.

La experiencia del divorcio implica, desde el punto de vista de Baumbach, atravesar esa angustia del desconocimiento, para volver a redescubrirse uno individualmente y uno en el ámbito social –familiar, laboral, etc. –. El recorrido de esa vivencia desemboca en la reconexión con la humanidad y el amor. La pasión que Nicole y Charlie ejercen en sus actividades y trabajos despierta el cariño, la bondad y generosidad en el otro. La decisión de optar por la independencia laboral como decía Gustavo Cerati “no es soberbia, es amor”. El atreverse a cambiar y a elegir un camino diferente al cotidiano, no vuelve malas personas a Nicole ni a Charlie, sino que los engrandece. La escena final de la película es una auténtica prueba de amor humano, ya no de espectros. El viaje en Historia de un matrimonio inicia y finaliza en la humanidad. El amor al principio tiene una forma, luego se transforma en fantasma u hombre invisible y finalmente vuelve a mutar bajo las texturas de la piel para ser humanidad contagiosa y compartida.

Calificación: 8/10

Historia de un matrimonio (Marriage story; 2019). Guion y dirección: Noah Baumbach. Fotografía: Robbie Ryan. Edición: Jennifer Lame. Elenco: Adam Driver, Scarlett Johansson, Julia Greer. Duración: 237 minutos. Disponible en Netflix.


Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: