El puto inolvidable, documental de Lucas Santa Ana (Como una novia sin sexo) sobre la vida y la muerte de Carlos Jáuregui, bien podría pensarse como una película de amor. Y lo es, en muchos sentidos. Con guion de Gustavo Pecoraro, amigo y compañero de Jáuregui, quien, en su rol de entrevistador, articula los testimonios de los entrevistados y va delineando este recorrido por la trayectoria del Jáuregui militante, amigo y hermano, la película nunca se reduce a un relato épico de los acontecimientos -que sin duda lo fueron-, sino que privilegia una mirada cercana y amorosa sobre la indiscutida figura de su protagonista.

Reportajes, mucho material de archivo y la voz del propio Jáuregui contando su historia, dan forma a este relato histórico-biográfico que da cuenta de la aparición en la escena política y social de nuestro país de lo que hoy conocemos como la comunidad LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersex, queer). Junto con esa irrupción, también la conquista de derechos, la visibilización y sus costos iniciales, el armado político de un colectivo con realidades diversas pero necesidades comunes («en el origen de nuestra lucha yace el deseo de todas las libertades», consigna de Gays DC), la conquista de la calle, la experiencia de la primera marcha del orgullo y de lo que significó -lo que hoy significa- la inclusión de la orientación sexual como factor anti-discriminatorio en la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, lo que permitió, entre otras cosas, que se pusiera sobre la mesa la discusión -que tiempo después cristalizó en derechos concretos- sobre cuestiones como la Ley de Identidad de Género y la Ley de Matrimonio Igualitario.

Desde una lectura política es inevitable sentir cierta añoranza frente a la figura de Jáuregui como un líder que construye sin paternalismos y que en su armado aparece como fundamental la horizontalidad, la circulación de la palabra, la generosidad y la discusión («aprendí a discutir fuerte» dirá en uno de los testimonios Marcelo Feldman, abogado de Gays DC).

La evolución de las agrupaciones, desde la inicial CHA (Comunidad Homosexual Argentina), de la que fue el primer presidente, pasando por su rol de promotor de la conformación de agrupaciones de travestis y transexuales, las marchas del orgullo, los encuentros provinciales, las propuestas de reforma de la constitución y de algo que me impactó: la capacidad de construir una tríada sólida de política, amor y discurso. Hoy podemos pensar que política y discurso, así como amor y discurso, no son novedosas pero la confluencia de amor y política como eje del armado aparece como uno de los sostenedores del discurso, esa dimensión de lo humano que resulta un valor diferencial en el líder.

Y finalmente llegamos a la muerte y aquí el relato se convierte en otro. Ni mejor ni peor, distinto. El legado político se hace tangible, el amor también.

A 20 años de la muerte de Jáuregui, en estos tiempos en los que ha vuelto la ley de merodeo, en los que desde el Estado se dispone el «Protocolo General de Actuación de Registros Personales y Actuación para Personas pertenecientes al Colectivo LGTB (Resolución 1149/2017 de octubre de este año, firmado por la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich y publicado en el Boletín Oficial), en los que paisajes diversos que parecían incorporados definitivamente al escenario cotidiano de esta sociedad aparecen penalizados, y frente a un constante retroceso en nuestros derechos, el documental histórico-biográfico de Lucas Santa Ana sobre la vida, militancia y muerte de Carlos Jáuregui, pese a su proximidad en el tiempo, parece lejanísimo. Volvamos a «discutir fuerte» y con amor para que la añoranza por la pasión, las ideas y la defensa de nuestros derechos -los de todxs, como sostenía Jáuregui- no se convierta en una épica del pasado.

El puto inolvidable. Vida de Carlos Jáuregui (Argentina, 2017), de Lucas Santa, c/César Cigliutti, Ilse Fuskova, José Chaya, Marcelo Ferreyra, Alejandro Modarelli, Luis Biglié, Kado Kotzer, Martin de Grazia, Marcelo Feldman, Pastor Roberto González, Alejandra Sardá, Mabel Bellucci, Zelmar Acevedo, 84′.

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