Cuando la mamá y el papá de Kurt Cobain se separaron no imaginaron el quilombo que generarían. Su hijo se lo hubiese negado a miles de psicólogos, pero a simple vista parece evidente que toda su obra artística fue motivada por esa ruptura. Aún culpable de innumerables artistas deprimidos y monocordes a los que influenció, habrá que agradecer siempre que le pintó por la guitarra y la heroína y no por regar de plomo alguna escuela, costumbre recontra trillada en el imperio asesino del norte.
Montage of Heck es la peor opción si estás un poco deprimido. Es un documental atípico que te impregna con una sensación de mierda sin dejar por eso de ser impresionante y sumamente recomendable. Es una autopsia a la vida infumable del cantante y guitarrista de Nirvana. No es una biografía artística de la banda ni del autor. Son casi dos horas y cuarto para espectar cómo un nene hiperquinético se convierte en estrella de rock, y cómo abruptamente desparece.
El componente más importante del documental es el archivo fílmico y fotográfico que los familiares aportaron. Gracias a él, Montage of Heck tiene la suerte de contar con imágenes de Kurt en su infancia, adolescencia y en momentos previos a su temprana muerte. Brett Morgen, el director, se vale también de cuadernos personales del cantante, anotaciones, dibujos y extrañas grabaciones. Teniendo tanto material recopilado no se entiende la inclusión de escenas animadas. Las primeras que aparecen, las que componen la escena del trunco debut sexual de Kurt fusionadas con una adaptación instrumental en violines del tema Smells like teen spirit, recuerdan al recurso empleado por Julien Temple en The Great Rock ‘n’ Roll Swinddle (1980), aquella película basada en la historia de los Sex Pistols. A diferencia de las caricaturas grotescas que bien caracterizaban la personalidad de Sid Vicius, Johnny Rotten y compañía, las animaciones que recrean pormenores de la vida de Kurt no aportan nada y distraen a la hora de entender si la voz que las acompaña le pertenece al cantante o no. Duda no menor teniendo en cuenta lo que el mismo documental muestra: la tendencia casi compulsiva de Cobain a guardar registro de todo tipo sobre lo que pensaba y lo que ocurría a su alrededor.
Krist Novoselic, bajista de Nirvana, y Courtney Love, viuda de Kurt, participan del documental en sendas entrevistas. Del que no hay rastro es del ahora Foo Figthers Dave Grohl. Son pocas las palabras que el director dio sobre este tema y todas suman a entender que algo podrido hay, pero que los trapos prefieren lavarlos en casa. La que también es parte de la película es Frances Bean, hija de Kurt y productora ejecutiva, a la que conocemos cuando era bebé en la parte final del documental y agradecemos que haya llegado con vida hasta hoy.
En algo más el documental huele a Sex Pistols. La relación entre Kurt Cobain y Courtney Love recuerda un poco a la de Sid Vicius y Nancy Spungen, retratada por Alex Cox en Sid y Nancy (1986). El vínculo autodestructivo y el triángulo amoroso formado entre ellos y la heroína se llevan gran parte de esta obra. Aunque la droga no es tan explícita, las imágenes íntimas tomadas por ellos mismos muestran el mismo panorama desolador y presagian el ocaso de la historia.
¿Qué pasó al final? Después de más de dos horas de conocer como Kurt se la daba en la pera, de ver a Courtney en tetas y demás detalles que no hacen directamente a la obra artística del padre de todos los emos, el director decide omitir una “pequeña” información. Fundido a negro después de una última canción y la siguiente frase para leer: “Un mes después de volver de Roma, Cobain se suicidó. Tenía 27 años”. De repente no importa cómo ni por qué lo hizo. Tampoco mencionar que existen quienes sostienen que no se suicidó, que fue asesinado. Sí, algunos le atribuyeron el escopetazo final a Courtney y todos ellos murieron, casualmente, en accidentes extraños y en un lapso de tiempo muy corto.
Cobain: Montage of Heck (Estados Unidos, 2015), de Brett Morgen, c/Kurt Cobain, Courtney Love, Dave Grohl, Krist Novoselic, 132′.
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