Es extraño: Chris Noonan (Babe, el chanchito valiente) mella las aristas más filosas de los materiales que tiene entre manos y de esa moderación surge una película conmovedora. Es un biopic, pero sin intencionalidad didáctica; parece un woman’s film, pero no es sexista; provoca el llanto pero no es una weepie; y no se vale de la voz aniñada y lacrimógena de Zellweger para dar lástima, sino que construye a su amparo la tozuda rebeldía del personaje. Como los delicados, pero también encantadoramente maliciosos, dibujos de la autora de Peter Rabbit, Miss Potter critica sin ferocidad y emociona con decoro. La soltería del personaje de Emily Watson, cuya envergadura es directamente proporcional a la de sus caderas, y la exquisita secuencia de la caja de música, son más que suficiente prueba de ello. Pero también están Miss Wiggin, el cancerbero bebedor de la protagonista; la emoción concreta de ver impreso un libro propio; el placer de contar una historia en público; la inesperada satisfacción de enamorarse.
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