Atención: contiene spoilers.

En su primer largometraje, la directora franco-senegalesa Mati Diop explora el drama de los hombres y las mujeres que por las paupérrimas condiciones económicas y habitacionales en las que viven se ven empujados a emigrar a tierras desconocidas, con futuros inciertos. Este tópico ya había sido visitado por la realizadora en el inicio de su carrera, en el año 2009, en su corto documental Atlantiques, en el que hablaba de las urgencias y los peligros de la emigración ilegal.      

En Atlantique (2019), se despliegan varias capas se sentido que se apilan y amalgaman inteligentemente. Estamos en presencia de una historia de amor imposible, pero también de una película que refleja de manera muy precisa el problema de la explotación laboral y la consecuente problemática de la migración ilegal. Por otro lado, también se aborda la búsqueda de emancipación de la mujer que vive en un contexto opresor tradicionalista.

El film está situado en Senegal, en la localidad costera de Dakar, allí, un grupo de obreros trabaja en la construcción de un lujoso edificio. Al observar en plano general el contexto en el que está ubicada dicha edificación, la fastuosidad de la misma resulta humillante. En contraposición directa con el gigante espejado, tenemos vacas flacas y trabajadores precarizados que no cobran el sueldo hace cuatro meses. Ante esta situación, los trabajadores más jóvenes reclaman por sus condiciones laborales, sin obtener nada a cambio. En apenas unos minutos de película se esgrime de manera brutal la lucha de clases. Los que más tienen explotan y los que menos tienen aguantan hasta que se les hace insoportable. La ambición por encontrar un mejor futuro lleva a los hombres a salir al mar, arriesgar su propia vida y dejar todo lo que aman y conocen. España es el horizonte promisorio que esperan encontrar.  

Resulta muy poderoso el modo en el que Diop enseña el éxodo de los hombres de Dakar: en lugar de mostrar dramáticamente el momento de la embarcación y las despedidas, lo que pone en imágenes es la ausencia. Las camas vacías, los perfumes a medio usar abandonados, los equipos de música apagados y los espejos sin reflejos; en otras palabras el vacío que dejaron los muchachos. Esa ausencia se manifiesta de manera más potente que cualquier otra explicación.   

En este contexto, la realizadora presenta una pareja que está compuesta por Souleiman (Ibrahima Traore) y Ada (Mama Sane), entre quienes construye una historia de amor tan romántica cómo imposible. El desarrollo de esta relación, en el film, dura apenas unos minutos, pero la contundencia y la sensibilidad de ese vínculo irradia toda la narración. La imposibilidad de la concreción de ese amor no radica en que Ada esté comprometida por sus padres para casarse con una persona que apenas conoce y que por supuesto no ama, sino en la desaparición de Souleiman a raíz de su salida al mar.

Desaparecido Souleiman, Ada se convierte en el personaje focal que guía y hace avanzar el relato. Su esencia es muy compleja. Se muestra como una joven respetuosa de las tradiciones familiares. Su familia es musulmana y debe cumplir con la tradición de castidad, respeto y obediencia al hombre, según indica el dogma. Sin embargo, también es una joven de espíritu libre, que más allá de los mandatos paternos se enamora de alguien y vive ese amor lo más abiertamente que puede. A medida que avanza la historia, Ada va independizándose y explorando sus propios deseos. De a poco, va descubriendo la potencia del poder femenino que tiene en su interior, hasta que al final del film se reconoce como la dueña de su propio futuro.

Resulta sumamente interesante y novedosa la variación genérica que ocurre en la película a partir de la desaparición de los jóvenes en el mar y de la noche del casamiento de Ada. Hasta ese momento estamos en presencia de un drama romántico, pero a partir de allí se trastoca esa convención y la película se convierte en algo mucho más rico. Una serie de incendios y fiebres súbitas ponen en alerta al pueblo, en consecuencia se diseminan una serie de enigmas y se despliega un halo de misterio sobre esos hechos. La narración que hasta ese momento había sido de un tenor realista, vira a un tono sobrenatural, donde se da lugar a los mitos y las creencias populares. Apariciones espectrales, fantasmagoría y cuerpos poseídos tendrán espacio en esa parte del relato. Es justamente allí donde Diop reserva un lugar especialísimo para las mujeres. Mientras que los hombres aparecen como mártires, víctimas de un sistema que los esclaviza, las mujeres serán las delegadas de la venganza y las encargadas de ejercer la fuerza e imponer la justicia.   

La figura del mar no puede omitirse en un análisis de Atlantique, ya que su presencia es fundamental, no solo temáticamente sino narrativamente. Su imagen es el sitio al que se fuga la cámara para descargar luego de situaciones conflictivas, pero también es lugar de placer y contemplación. El mar, casi utilizado como un leitmotiv, aparece y reaparece resignificado constantemente. Es la esperanza, la libertad y la belleza en el que se funden las ilusiones de los jóvenes que desean encontrar destinos venturosos en sus horizontes. Además, es el lugar de los amantes, es el refugio o sitio de encuentro que reúne a las parejas para darse y confesarse amor. Pero también es espacio de soledad y furia de las mujeres melancólicas. Sus olas agitadas y violentas son metáfora de la incertidumbre y lo incierto, y por supuesto de la muerte.

Mati Diop utiliza una historia romántica como fachada para hablar de conflictos mucho más profundos, su mirada de la problemática africana resulta sumamente sensible y necesaria. Además, se arriesga incorporando elementos fantásticos que potencian el relato. Con Atlantique, Diop fue la primera mujer negra en competir por la Palma de Oro en Cannes, cuestión no menor, ya que es sabido lo difícil que es para las mujeres acceder a estos lugares de legitimación, mucho más viniendo o representando latitudes periféricas. Finalmente, Atlantique se alzó nada menos que con el gran premio del jurado en dicho festival. Resulta un grato regalo encontrar en el catálogo de Netflix ésta película que lamentablemente no llegó a estrenarse en nuestra cartelera. 

Calificación: 8/10

Atlantique (Senegal, 2019) Dirección: Mati Diop. Guion: Mati Diop, Olivier Demangel. Música: Fatima Al Qadiri. Fotografía: Claire Mathon. Elenco: Ibrahima Traoré, Mama Sane, Abdou Balde, Aminata Kane, y Diankou Sembene. Duración: 106 minutos. Disponible en Netflix.

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