spirit-of-berlinUna nueva imagen es una oportunidad para mover un universo personal de imágenes previas. En las mismas, o en el conjunto que las agrupa, lo que se busca a modo de supervivencia es la armonía a través de relatos tranquilizadores que organicen el mundo. Trasladando tal reflexión al ámbito de lo más cotidiano, caminatas diurnas por espacios de la vida diaria se presentan como las circunstancias más previsibles: no se contempla ninguna sorpresa que pueda alterar la percepción. En un contexto urbano, se transita a partir de la presunción implícita de que las edificaciones protegen de un amenazante espacio abierto en potencia, en el cual el amparo edilicio se encontraría ausente. Así, los edificios enteros son contención, tranquilidad para el transeúnte. La efímera incomodidad a partir de la percepción de una obra en construcción convive con la promesa de un futuro edificio.

Un acontecimiento traumático no es contemplado por este orden de previsibilidad, aunque la población tenga conciencia de la vulnerabilidad de su región, por ejemplo formando parte de una zona amenazada por un contexto de guerra.

Pero el acontecimiento llega. Y el después del mismo.

Precisamente de esto da cuenta El espíritu de Berlín: 7:05 minutos de las calles de la capital de Alemania recientemente bombardeada por los Aliados en La Segunda Guerra Mundial; un registro que ahora se encuentra en condiciones de ser pensado como cortometraje: ya su imagen engloba un concepto visual que no poseía en el momento de su concepción.

Transeúntes de a pie, en bicicleta, tullidos; todos en función de no detener el movimiento. Edificios destruidos coexisten con aquellos que todavía se integran a una funcionalidad. Las ruinas son incorporadas por los cuerpos que no se detienen, como si aquellos edificios contenedores conservaran su función originaria. Un estado de cosas, una reformulación de la materia que promueve  un cuadro superpoblado y deja en evidencia el desamparo: camiones militares repletos de soldados y la multitud de pasajeros que intentan subir al transporte público, alimentan la percepción de un entorno caótico.

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Demoliciones que, como últimos vestigios del bombardeo promueven espectadores ocasionales; en algún caso, se vive como fenómeno casi turístico: un berlinés se abstrae de la abstracción y saca una foto. Grupos de gente trabajando sobre las ruinas de casas, casi todas mujeres, acusando recibo de la cámara; algunas en modo  risueño mientras un pasamanos de baldes con cemento continúa; el grupo incorpora las ruinas como si no lo fueran. Un plano general descubre la ausencia de una pared y deja a dos departamentos al desnudo en la planta baja y en el primer piso. Allí, una mujer sacude una tela: todo sigue.

Niños que miran a una lente. Esta, lejos de interpelarlos, pareciera acompañar el trance; la misma lente, montada en un vehículo, se aproxima a un monolito de Stalin injertado en medio de la calle; una cámara en mano que a partir de su evidencia tensa los límites de una realidad provisoria, en la cual hace muy poco los autos se desplazaban en el espacio urbano y ahora alimentan un cementerio de chatarra automovilística.

Sobre el final del cortometraje, el concepto se solidifica con un sonido extradiegético: la inconfundible voz del “führer”. Como cierre, a través de una toma aérea, la cámara se retira confirmando que ningún edificio quedó como antes.

Un tratamiento de la imagen que incluye el audio y la intervención en color a cargo de Konstantin von zur Mühlen y Arne Körner, de Chronos Media, productora alemana independiente  que hace treinta años cumple la función de restauración, conservación y difusión de material documental. El trabajo efectuado con El espíritu de Berlín tiene como objetivo la contribución a la memoria histórica a través de la percepción cotidiana del hecho inenarrable a setenta años de la caída de una de las ciudades centrales de Europa. Uno de los tantos registros en manos de la productora.

Un material de tales características ofrece la oportunidad de ser vivido como un hallazgo. A setenta años, el desconcierto, el no lugar, la alienación de los peatones de Berlín, se traslada al espectador, quien no podrá narrar esas imágenes, asignarles un sentido. Queda dejarse gobernar ya no por una mirada de la situación, aquella mirada que permitía organizar el conjunto, y pensar el mundo como un cuerpo con órganos. Queda una enorme oportunidad que otorga la visión, esa instancia que ya no puede ambicionar el cosmos, sino que debe entregarse a la contemplación de aquello que lo excede. Una forma de repensar el propio pasaje urbano con la conciencia de que se camina entre ruinas en potencia.

Para ver el cortometraje: https://vimeo.com/126267047

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