A simple vista puede parecer lo contrario pero creo que no es fácil dejarse llevar. Y menos fácil aún es para un crítico de cine -cuanto más profesional peor- dejarse llevar por una película. Porque el crítico está siempre poniendo en juego no sólo la numerosa cantidad de películas que ha visto antes de ver la que está viendo en ese momento y mientas lo hace, sino también el deber de pensar un juicio que se distinga del de los otros. Además, desde el vamos el crítico está más cerca de ser un analista que un festejante, y no está mal que así sea, pero a veces se le pierde el placer en el camino de la justificación racional de aquel, cuando no pasa que el placer ya se le perdió un par de siglos antes de entrar a ver la película. Este comienzo aparentemente gratuito en relación a los críticos no lo es tanto. Anoche, algunas horas después de escribirlo, recordé uno de los episodios laterales de Cloud Atlas, en el que un novelista con pinta de matón ataca a un crítico que lapidó su libro, está demasiado consciente de su lugar dentro del establishment cultural, y se deleita pura y exclusivamente en el desenvolvimiento de esa faceta sádica del poder.
Que en Cloud Atlashaya un episodio como ese concuerda con su leitmotiv central, que es el de la liberación. Claro que la presentación de ese motivo es sutil y adquiere formas variadas y complejas, que incluyen el proceso del crecimiento, la relación de una mujer con su padre, la toma de conciencia política, la militancia revolucionaria, el abandono del hogar, la tierra natal o el sedentarismo, el suicidio como decisión autónoma, el abolicionismo y mil y una variantes que no se imponen como tema ni obstaculizan el puro placer del relato, sino más bien se derivan de él. Porque Cloud Atlases uno de los cuentos mejor contados de la historia del cine. En ella están el placer de las novelas marítimas europeas, la ciencia ficción distópica, la fábula de ascenso social, el melodrama sobre artistas malditos, las buddy movies o películas de compañeros, la comedia inglesa que oscila entre la ironía circunspecta y el sarcasmo ideológico y físico, la historieta mítica y hasta el thriller político liberal de los ’70. Todo esto que en el avance, con su discurso ‘estamos todos conectados’, parecía una publicidad de telefonía celular inculcándonos conformismo con su retórica totalitaria detrás del mensaje de solidaridad global, resulta ser la gran novela-folletón-sentimental-decimonónico del presente simultáneo virtual cinematográfico.
Cloud Atlas es una película de aventuras sin la celebración impostada de la inocencia –y en ocasiones la estupidez– del cine de aventuras, pero con todo su encanto. Cuando hablo de falta de falsa inocencia me refiero a que es una película prohibida para menores de 18 años, categoría cuya permanencia ignoraba y redescubrí mirando el tablero electrónico que está detrás de las boleterías de la sala. La prohibición se entiende no porque haya una o dos escenas sangrientas, sino porque incluye el suicidio como un problema consistente, la rotunda incorporación al imaginario del mainstream de la diversidad sexual sin estar teñido de excepcionalidad, las masacres inevitables de comunidades en situación desvalida, la denuncia concreta de funcionamientos institucionales asesinos, todo lo cual excluye la chance de divertirse evadiéndose de uno mismo y del presente histórico en el que vivimos. Y sin embargo, repito, fluye como fluían las ficciones con las que uno se asomó por primera vez al mundo ambivalente de la realidad y la representación en la niñez y adolescencia. No por nada empieza con un primer plano del viejo y querido confabulador nocturno frente al fuego, cuyo contraplano es pospuesto deliciosamente hasta el final para revelarnos recién ahí la naturaleza, edad y condición de los receptores del cuento, que refleja las nuestras.
Pero ¿y los emisores? ¿Quiénes son? Es imposible no hablar de los Wachowski, de quienes recuerdo haber visto hace mucho en video su opera prima Bound (en la que Gina Gershon hacía de las suyas con Jennifer Tilly tal como siguió haciéndola con Paul Verhoeven y sigue ahora con William Friedkin en Killer Joe) y cuyas Matrix, gusten o no, más o menos, son un hito insoslayable de la cultura popular contemporánea. Pero no sólo son realizadores protagonistas de la industria más poderosa del cine, sino que han conseguido serlo a través de un discurso sexual y políticamente libertario refrendado por los hechos. Me refiero tanto al cambio de sexo de Larry, devenida Lana, como a la escritura y producción de películas anarco capitalistas (sea lo que fuere esto) como V de Vendetta y, sin ir más lejos, la colaboración con Tom Tykwer en este largometraje dirigido a seis manos. ¿Y quién es Tykwer? El director alemán de Corre Lola, corre, el tipo que filmó Heaven con Blanchett y Ribisi retomando un guión de Kieslowski y Piesewicz, el amigo de la cineasta y activista por los derechos sexuales Rosa von Prauheim, el mismo que filmó un cortometraje para Noticias de la antigüedad ideológica, la versión marxiana de El capital filmada por Alexander Kluge. Todo eso está detrás, y no tanto, de los Tom Hank, Halle Berry, Jim Sturgess (The Way Back), Doona Bae, Ben Whishaw, Hugh Grant, Hugo Weaving, James D’Arcy, Jim Broadbent y otros multiplicados en infinidad de roles y máscaras, que van de lo naturalista a lo felizmente grotesco.
La película incorpora esa deformidad ostensible que la acerca todavía más al supuesto cuento para pibes que es desde el principio (que es un cuento está clarísimo, lo de ‘supuesto’ es que sea para pibes). El uso de los mismos actores en distintos papeles refuerza la idea de que ‘un hombre es todos los hombres’ y que nos pasa más o menos lo mismo desde que el mundo es mundo, lo que no implica en este caso desinterés por las particularidades históricas ni sometimiento a los poderes de turno, sino comprensión de que “los únicos que pueden llegar a tener alguna somera idea de lo que es la libertad son aquellos que padecieron algún tipo de opresión” y de que no hay liberación asequible si no empieza por la toma de conciencia de uno mismo. Por otro lado, me parece advertir un patrón de reparto para cada uno de los roles, pero también que ese patrón admite excepciones, de manera que personajes, película y espectadores no queden presos de ninguna rígida concepción fatalista del destino. Y quizá la mejor justificación de ese juego de roles es que resulta divertido de un modo carnavalesco, alegre, infantil, perverso y polimorfo. En el pasaje inglés del asilo recupera la popular tradición del trasvestimiento teatral isabelino que derivó cinematográficamente en las comedias de los estudios Ealing donde Alec Guinness se multiplicaba por siete y hasta en el salvaje circo de los Monty Phyton que no dejaba careta puesta.
Aquí pueden leer un texto del autor sobre El destino de Júpiter y otro de Marcelo Acevedo sobre los hermanos Wachowski.
Cloud Atlas (Alemania/EUA/Hong Kong/Singapur, 2012), de Tom Tykwer, Lana Wachowski y Andy Wachowski, c/Tom Hanks, Halle Berry, Jim Broadbent, Hugo Weaving, Jim Sturges, 172′.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá:
Muy buena crítica Marcos, yo sentí muchas de las cosas que decís. Tu tocayo Cesarsky.
Me alegro haber compartido la experiencia, Marcos. Espero verla por segunda vez en estos días. Gran abrazo.
Hola Marcos. La vi anoche y todavía no me decido si me gusto o no. Tu critica me ayuda a clarificar algunas ideas en algún sentido, pero me sigue molestando algo y creo que tiene que ver con el narrador (o los narradores) que en off van conectando los relatos entre sí. Me molestaba en el cine mientras veia la película y ahora me pregunto si era enteramente necesario ese machachar sobre el leiv motiv de la historia. No se, lo sigo pensndo!
Un beso
Silvia
Es que las voces en off no constituyeb en este caso narradores omniscientes. Si te alejás de esa idea, podrías encontrarle otro sentido.
Cuando el físico, por ejemplo, escribe en su diario en el avión, es su conciencia la que se nos muestra. Lo que pasa es que justamente lo que él describe es, como decís, el «leitmotiv»; las ideas de su discurso son las que atraviesan la película, pero eso no significa que hubiera un personaje que nos la estuviera contando, sino todo lo contrario.
Elijo ese personaje en particular porque, si bien son varios los que utilizan este recurso, es justamente él, desde su lugar de «científico», quien analiza esas «trayectorias cuánticas» que atraviesan las vidas humanas… Él se enamora de Laura Rey y casi no puede creerlo: «Nuestras vidas y nuestras decisiones, como trayectorias cuánticas, son comprendidas momento a momento. Y cada intersección, cada encuentro, sugiere una nueva y potencial dirección».
Los narradores de esta película no se dirigen «al» espectador, sino que se limitan a reflexionar inmersos en el contexto de su historia personal.
Es interesante la diferencia de opiniones. Para mí, estas conciencias que se nos revelan -las voces en off a las que entiendo te has referido- me resultaron necesarios y, por sobre todo, más que interesantes.
De hecho, esa breve escena del avión me puso la piel de gallina.
Sls.
Muy buena la crítica. Nos gustó mucho a mi hija (13) y a mi. Un placer extra al disfrutar de la película el poder aprender algo de cine leyéndolos. Abrazo.