El rostro de la medusa (2022), segundo largometraje de la realizadora argentina Melisa Liebenthal, quien debutó con Las lindas (2016), retoma algunas líneas de aquella opera prima y las complejiza dando cuenta de su crecimiento como directora. El film, que es parte de la Competencia Internacional, hibrida elementos de la ficción autobiográfica, del documental y del ensayo experimental, incorporando la animación digital en claro diálogo con el imperio de las imágenes selfies en la época contemporánea y de la problemática de lo femenino en tanto carente de representación simbólico-imaginaria.
¿Qué ocurre cuando no podemos identificarnos a partir de un rasgo en nuestra imagen en el espejo o en las fotos? El efecto es lo siniestro, habida cuenta de que nuestro rostro, otrora familiar, se nos aparece ahora como extraño y extranjero. La historia en cuestión es la de Marina, una joven profesora universitaria que despierta una mañana sin reconocer su rostro, en tanto aquello que la identifica. Acompañada por su madre, visita varios médicos y terapistas alternativos en busca de respuestas para su malestar, y alentada por su canchera abuela hace esfuerzos por reconstruir su vida y por adaptarse a su nueva realidad corporal.

Las intertextualidades que propone la película son varias: el mito de la cabeza de medusa, La metamorfosis de Kafka, los cuentos Axolotl de Julio Cortazar y El búfalo de Clarice Lispector, y el estadio del espejo de Lacan. Nuestra imagen corporal se funda a partir de la identificación con la imagen que nos devuelve el espejo, a partir de un Otro simbólico de los primeros cuidados que soporta esa identificación especular. En esta línea son interesantes tanto el aspecto documental del film (registros varios de la interacción de los humanos con animales en cautiverio en zoológicos y acuarios, donde se produce la mímesis entre ambas especies) como el aspecto de ficción autobiográfica que emplea material fotográfico de la propia directora y de su familia, rastreando allí la protagonista algún rasgo, en su imagen del pasado o en la de sus antepasados, en el cual sostener la identificación. En tanto hija, nieta, novia o docente, hay representaciones sobre las cuales fundar la identidad, pero lo femenino carece por estructura de rostro que lo identifique, es un vacío en torno al cual cada mujer inventa sus propios semblantes de lo feminidad. Aquí es donde adquiere su relevancia, en el recorrido por el mundo animal, la introducción de la medusa, tanto en su vertiente de animal marino de cuerpo gelatinoso y tentáculos sin ojos, como en su versión mitológica, que no devuelve la propia imagen amable y reconocible, sino que con sus ojos; petrifica a quien la mira.
Nutriendo a la ficción de un acertado recurso al humor, Libenthal consigue insuflarle agilidad a los pasajes documental y de corte experimental (que por momento pueden volverse reiterativos) y construye una película sólida que logra hacer resonar en el espectador la problemática de la búsqueda de la identidad femenina, la posición femenina en tanto ser Otra para sí misma y la liberación femenina de las ataduras de los semblantes propuestos por el Otro social, recurriendo a ideas visuales potentes, que evitan las bajadas de línea ideológicas explícitas desde el diálogo.
El rostro de la medusa (Argentina, 2022). Dirección: Melisa Liebenthal. Duración: 75′. Competencia Internacional.
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