loperfido_conferencia_bafici_caleidoscopioLa presentación. Lopérfido siempre me pareció un ser despreciable, un impresentable. Ahora, además, me parece un hijo de puta. Su concepción elitista, deliberadamente sesgada, de los consumos culturales ya no me sorprenden; sus dichos recientes sobre el número de desaparecidos en la última dictadura tampoco son sorpresa, más bien definen la personalidad nefasta y repudiable de quien  es hoy en día el ministro de cultura de la ciudad. En sus dichos no hay estrategia política ni especulación alguna. No hay cálculo. Realmente piensa así, que no son treinta mil los desaparecidos, que fue un número arreglado para “conseguir subsidios”, que pasamos de estar manejados por una “secta” a comportarnos como un país normal y civilizado, como declaró en la conferencia de presentación del 18º Bafici. Habría que recordarle que bajo el supuesto dominio de esa “secta” se llevaron a cabo sin mayores problemas doce de las ediciones del festival. Aunque no creo que haga falta, él lo sabe muy bien, sólo que le resulta más fácil y cómodo pronunciarse de ese modo, sabiéndose impune y a salvo por el poder que le otorga hablar en representación del Estado, un Estado que ahora parece encaminarse milagrosamente hacia un sentido republicano que respeta y no persigue al que opina distinto, aún cuando esa opinión sea por demás repudiable. Aquí también convendría recordarle varias cosas que están pasando, tan siniestras y oscuras como sus declaraciones,  en pos de esa empresa, pero sospecho que está absolutamente al tanto y que, una vez más, decide convincentemente (y convenientemente) ignorarlas.

Las sedes. Entre las novedades de esta nueva edición se destacó la incorporación de nuevas sedes, entre ellas la del cine Gaumont, el cual nunca antes había formado parte del festival.  Su inclusión se festeja, por lo que ese cine representa, por la cantidad de películas que se van a pasar allí, por lo hermosa que es su sala principal y por su ubicación, accesible desde cualquier punto de la ciudad. Pero tampoco creo que sea un hecho que merezca ser destacado como un logro notable de la nueva gestión. Ocurre que ahora la nación y la ciudad están gobernadas por el mismo partido político y disponen de los espacios como mejor les conviene. Personalmente, creo que el Gaumont siempre debió formar parte del festival, y que fue un error grosero de la anterior gestión no cederlo nunca, más allá de las diferencias políticas.

El verdadero ruido se me genera con varias de las otras nuevas sedes. Me parece estupendo que se pasen películas en barrios y lugares marginales donde nunca se ha hecho, como la villa 21-24 de Barracas o el barrio Carlos Mugica de Retiro, pero si la programación en esos espacios consta de una o dos películas como máximo, difícilmente los vecinos puedan dar cuenta de la experiencia que significa participar de un festival de cine. Ahí es donde la mentada inclusión me parece apenas una formalidad, un cumplido sin mayores compromisos. Lo ideal sería que en las futuras ediciones no sólo se sostengan estos puntos de encuentro sino que se amplíe su participación a través de un programa de películas más amplio, lo cual permitiría considerarlos verdaderas sedes y no meras pantallas de ocasión, sumado al reclamo justo, ya que Lopérfido habla en nombre del Estado, por las mejoras en todos los otros aspectos de la vida de esas personas.

peter_bogdanovichLa programación. El director de esta nueva edición del Bafici es Javier Porta Fouz, un crítico notable al que tuve la suerte no sólo de leer sino de tener como profesor en la escuela de crítica de El Amante. Aprendí mucho con él, aunque debo decir que hoy por hoy me cuesta reconocerlo en sus escritos para La Nación (calculo que la propia naturaleza del medio condicionan su tarea), cosa que no me ocurre cuando lo leo en Hipercrítico o en La Agenda Buenos Aires. La mano de Javier se nota en la programación de este año, sobre todo por los invitados, en particular la presencia de Peter Bogdanovich, a quien se le dedica un libro, y por los focos programados, destacándose el dedicado a Fabián Bielinsky, que también incluye un libro que analiza su obra. Quienes hemos asistido a sus clases podemos dar cuenta de su admiración por estos cineastas. Incluso varias de esas jornadas estuvieron dedicadas al análisis de sus películas. Mi esperanza se cifra ahí, en la libertad para elegir qué películas pasar, pensando en y a partir del cine, lo cual no excluye lo político (toda decisión lo es), pero evitando que los lineamientos ideológicos se impongan por su contenido antes que por su forma, como ocurrió en ediciones anteriores con la inclusión de El Olimpo vacío y El diálogo, dos películas tan bulliciosas como efímeras, y la exclusión de Tierra de los padres. Entiendo que la programación corre por cuenta de un equipo integrado por varias personas y que no siempre hay acuerdo, pero en los casos de esas películas quedó claro que lo que primó a la hora de elegirlas o rechazarlas no fue la trascendencia del cine que había en ellas sino la estridencia de su contenido. Quiero creer que este año ocurrirá lo mismo, la programación es impecable y hay varios focos y rescates interesantes, como el de Apenas un delincuente de Hugo Fregonese o el breve repaso por la carrera de Mirtha Legrand (la nota escrita por Porta Fouz en La Agenda, titulada «18.000 días sin ella», es excelente).

La discusión. En Hacerse la crítica se discutió como nunca antes sobre este nuevo Bafici. Una discusión necesaria, que habla tanto del sitio como de los tiempos que corren. Ya no se puede mirar para otro lado y el intercambio se hace inevitable. Marcos, uno de los directores de esta página, hizo público su rechazo al festival a través de Facebook y con una nota en el sitio La Otra, dirigido por Oscar Cuervo, quien también se expresó con otra nota. Aún así, y lejos de lo que se podría pensar como una bajada de línea arbitraria, en HLC se abrió el debate y se decidió cubrir el festival. Varios redactores manifestaron en la cadena interna de mails su negativa a asistir y también lo hicieron públicamente a través de las redes sociales que manejan, otros confirmaron del mismo modo su presencia y su decisión de participar. En lo que a mí respecta, creo estar entre los más entusiastas sobre la opción de asistir al festival. Esa libertad para decidir me llevó a escribir este texto, que es absolutamente personal, cosa que está clara desde las primeras líneas, pero también necesario. Si nunca se sabe bien para qué se escribe o para quién, en este caso creo estar seguro de que lo hago para mí. Necesitaba explicar(me) y manifestar(me) mi elección. A continuación lo intento.

bafici2.jpg_1495770222La decisión. ¿Por qué voy al Bafici? ¿Para qué voy? Ya no creo que se trate de ir sí o sí y como sea para ver esas películas que de otro modo jamás lo veremos. Eso me parece un infantilismo, hoy por hoy el cine se consume de muchas maneras y con un poco de dedicación y búsqueda intensa  y adecuada se termina consiguiendo casi todo (por ejemplo, el catálogo se puede descargar en PDF, al igual que los dos libros que edita el festival este año, y las páginas incluyen un comentario breve sobre cada una de las películas, un teléfono y una dirección de mail de los productores y/o directores. Llegado el caso se los puede contactar y solicitarles una copia del material).

Se trata de ir por la convicción de sentir que las películas son nuestras, las cuales están enmarcadas dentro de un contexto que no se puede obviar, que hay que señalar, y que esa pertenencia genera un afecto y un efecto que debe ser materializado. El espectador eventual puede ir, ver un par de películas y luego marcharse a su casa, pero en nuestro (mi) caso, que contamos con la posibilidad de escribir y publicar textos, la situación es diferente. Considero que si nos creemos un poquito críticos debemos dar cuenta de lo que sucede. Podemos escribir acerca de las políticas aplicadas por el festival o sólo dedicarnos a reseñar las películas que se exhiben, en ambos casos se está evidenciando una experiencia, un acontecimiento. Lo que no podemos hacer de ningún modo es apartarnos, llamarnos a silencio o simplemente hacer como si nada estuviera ocurriendo. Marcos no va y sin embargo expuso su opinión, atacó, criticó, le dio una entidad, tanto a su pensamiento como al festival. Escribió.

Por eso no coincido cuando Cuervo habla del festival de Lopérfido. Será de Lopérfido en la medida que no participemos, de un modo u otro. Podemos elegir no ir, lo que no podemos es ignorar calladamente su existencia.

Muchas veces mis amigos me preguntan por el uso que se le da a ciertos productos culturales, como las canciones, y yo les respondo lo mismo, que las canciones son nuestras, que lo que importa es lo que esas canciones dicen de nosotros, porque están en nosotros mucho antes que el programa de radio o televisión que intenta apropiárselas. Tanto 678 como el programa A dos voces de TN han pasado temas de Los Redondos, intentando adjudicarles a las letras un sentido que justifique la línea editorial de ambos. La Cámpora también ha utilizado frases del Indio Solari como “El futuro ya llegó”. Ahí es donde yo no entro, en el recorte y la tergiversación del sentido: el futuro llegó, es verdad, pero llegó como no lo esperábamos, como un palo, y vaya que lo vemos.

Yo prefiero elegir otra frase. En Rock para los dientes el Indio canta “Yo trabajo acá”, reconociéndose como parte de la industria y el mercado de la música, pero más adelante también dice “yo me bajo acá”, dejando en claro su negativa a reproducir ciertas conductas de ese mercado que nunca es negado pero sí criticado.

Somos críticos de cine y somos escritores, o al menos eso intentamos (intento), y esa condición nos exige una participación activa en el medio, una responsabilidad, que no nos exime del error y la contradicción, pero que nos otorga la libertad de poder suscribir o no a todo lo que sucede alrededor de un festival como el Bafici. Por eso voy, porque las películas, tanto como las canciones, son nuestras.

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