En una coyuntura tan picante como la actual, cuando la derecha se fortalece en la feliz promoción de la amnesia colectiva y el pensamiento mágico, cualquier película cuyo tema principal sea el de la memoria histórica debería ser recibida con los brazos abiertos.
Walsh entre todos es una de estas películas, si bien no tiene que ver –no estrictamente- con la vida y obra del reconocido escritor y militante popular asesinado por la última dictadura cívico-militar. Pasa a menudo con Walsh, por tratarse de un autor donde el símbolo rebasa tan claramente al dato biográfico, que puede reivindicarse incluso sin haber leído su (absolutamente extraordinaria, fuera de serie) producción cuentística, que su nombre funcione como bandera. Walsh se ha convertido en una fórmula breve de representación de la lucha por los DDHH, el compromiso y la coherencia intelectual, el rechazo del individualismo etc. Su mito entreteje y hace palpable la eterna tensión que se da entre ética y estética, o si se quiere entre arte y militancia.
Básicamente, Walsh entre todos es el registro fílmico de una experiencia artística social, surgida en 2010 a partir de la inquietud (y la original iniciativa) del pintor Jorge González Perrin.
La visión de Perrín seduce por su sencillez: junto con otros artistas y colaboradores del grupo Arte Memoria Colectivo, se propuso realizar grandes retratos –primero empezó con la cara de Walsh, pero luego fueron los rostros de militantes desaparecidos y luego un bebé, por la lucha de HIJOS– pintados por muchas personas a partir de una técnica de cuadrícula. Las imágenes se descomponían y cada cual pintaba una partecita que luego se volvía a juntar. Por ejemplo, en uno de los casos, los retratos se fragmentaron en 30 mil cuadraditos que en 3 meses se enviaron a través de internet a todo el país.
La directora Carmen Guarini, quien ya había abordado estas cuestiones en Calles de la memoria (2012), nos muestra la cocina del proyecto, el itinerario que va desde el momento en que las están craneando hasta que las obras son exhibidas. Claramente, el objetivo de Perrin y sus colaboradores jamás fue que las pinturas se quedaran en una galería, sino que se trataba de acercarlas a la gente, sacarlas a la calle, y es muy interesante ver cómo lo hacen en ocasión de la marcha del 24 de Marzo. Transportar decenas de pancartas o pintar entre cientos de personas un mural con la cara de Walsh en un día de movilización de masas es un desafío, ya no sólo estético, sino también organizativo.
Me viene a la mente un viejo axioma de Lautréamont que quizás Walsh hubiera reivindicado: la poesía debe ser hecha por todos. La memoria, también. No hay contradicción acá.
Walsh entre todos (Argentina, 2015), de Carmen Guarini, c/ Jorge González Perrin, 75′.
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