Salvo para esas personas odiosas que antes de comenzar la lectura de una novela pispean los últimos renglones del final, o para esos anormales que se sientan a ver segundas partes de películas sin antes haber visto la primera, las expectativas para con A Quiet Place Part II eran muy altas. Porque aquella primera parte no sólo recibió grandes críticas y éxito en la taquilla, sino también porque su final no había resuelto el drama principal. Para los que necesitan una refrescada básica sobre el argumento, en A Quiet Place unos bichos de otro planeta amenazaban la tierra, y todo ese terror lo vivíamos en la odisea de una familia compuesta por papá, mamá, y sus tres hijos, de los cuales una es sorda. En cuanto a los bichos, que son ciegos, tenían una audición tan desarrollada que les permitía escuchar un pedito vergonzoso a varios kilómetros y, por ende, descubrir a sus presas para -por supuesto- hacerlas bosta, debido a que estos E.T. no reviven flores ni recolectan M&M. En ese ajedrez singular residía la originalidad de la película, que luego de su estreno generó una mini oleada de garchas copionas como Bird Box, por ejemplo, donde también teníamos la amenaza y los acechados, pero en un tablero con otro sentido: en esa bosta antiabortista los personajes no podían usar el sentido de la vista. Ahora sí, puestos al día, nos metemos con la segunda parte de A Quiet Place.
El arranque de la película nos aclimata de inmediato. Y aunque las razones por las que Krasinski haya decidido volver al día 1 de la invasión -o sea, al inicio de lo que sería la primera parte- no sean necesarias, o directamente un poco flojas, A Quiet Place Part II comienza quitándonos el aire otra vez. Mientras el director lo hace porque necesitó presentar a otro protagonista que estaba junto a la familia el día del ataque, o quizá para despuntar el vicio de actuar unos minutos más (recordemos que Lee, el protagonista interpretado por Krasinski la palma en la 1), a nosotros no nos importa y ponemos los ojos en esa bola sorda de fuego y humo que atraviesa el cielo y asusta a protagonistas y espectadores. Como dijimos antes, el espectador está agarrado de las pelotas, atornillado a la butaca, pero este inicio da para analizar un detalle.
Las reacciones de las personas al toparse por primera vez con seres de otro planeta no están obligadas a ser siempre iguales, pero en el imaginario colectivo suponemos que más o menos debemos coincidir todos. Si el recién llegado tiene unos colmillos grandes, viene babeando y de la boca le sobresale el tronco y la cabeza de tu compañero masticado, más vale que te entiendo si salís cagando. Veamos en E.T, por tomar un caso, cómo resulta muy lógico lo del pibito Elliot haciendo el caminito a lo Hansel y Gretel, o travistiendo al marciano, ya que se veía muy simpático. Otro caso, un poco menos lógico quizá, es cuando Tom Cruise mira desde abajo y por primera vez a la maquinaria tremebunda que plantó Spielberg en La Guerra De Los Mundos, que acaba de salir de abajo de la tierra, y tira ruidos que parecen bocinas del infierno; pero sabemos que Tom te maneja un avión invertido mientras se saca una selfie y se echa un polvo con la instructora. Sin entender porqué, y volviendo a A Quiet Place Part II, el arribo de los bichos acontece en un campo de béisbol, y los que están jugando, que todavía no saben si ese cielo enrarecido es porque viene E.T., Alien o explotó otro cohete de la N.A.S.A., ante el primer fueguito suspenden el partido y, taza taza, cada uno a su casa, como si hubieran visto la parte 1.
Terminado ese arranque entretenido, que nos refrescó todo, que incluso nos mostró a los bichos otra vez, el tiempo de la acción vuelve a ubicarse donde la primera parte nos había dejado. La familia de la 1, reducida a Mamá, hijo, hija y bebé, siguen sobreviviendo. Los bichos siguen existiendo y acechando. Y, aunque en la primera parte habíamos descubierto la manera de matarlos, nuestros protagonistas, lejos de la acción exagerada, están más concentrados en no morir y generar “comodidades” en su nueva normalidad, que en pudrirla y expulsar a los invasores de nuestro planeta.
El ritmo de la película es muy aceptable, y por lo menos hasta la mitad no podemos suponer si tras bambalinas se cocina una tercera parte o en esta dos van a resolver todo. Pero avanzada la segunda mitad, algunos baches argumentales y otros detalles nos confirman que una parte 3 la justificarían como fuese. El problemita argumental más grande, aunque películas como ésta son de las que fabrican seguidores y detractores que van directo a los tobillos de quien no piense igual y lo diga, tiene una importancia decisiva. Y aunque la película va a terminar cumpliendo las expectativas de quienes buscaban ser entretenidos, o ver la resolución de la excelente primera parte, no se puede obviar mencionarlo, ni dejar de aclarar que le baja varios puntos a la credibilidad o a la fuerza dramática que enarbolaba la saga. Es que después de casi dos películas enteras de pensar que la invasión extraterrestre se daba a nivel global, la cabeza del espectador hace un cortocircuito. Ocurre cuando la trama descubre una isla donde, los que se escaparon ahí, la están pasando bomba y sin acecho. De la mano de esta idea, de esta sorpresa, sabemos también que los bichos invasores no saben nadar. O sea, que para pensar una invasión global del planeta, tenemos que imaginar qué cantidad de bichos vinieron, en dónde cayeron al aterrizar, para qué continente no les alcanzaron tropas, si los lugares invadidos fueron planeados o no, o si por ejemplo al momento que Krasinski desarrolla su apocalipsis extraterrestre en EE.UU., quizás en otra parte de ese mundo acontezcan los juegos olímpicos, la Copa Libertadores, o algún patético y egoísta evento festivo similar.
Superado este dilema existencial, por supuesto que un bicho consigue cruzar el charco y pudrirla en la isla feliz. Desencadenado este nuevo escenario, el final de la película se avecina sin sumar nada nuevo en cuanto a avances o descubrimientos. Llegamos a una escena final como en la de la primera parte, donde esta vez mamá e hija son acechadas por uno de los monstruos, y se lo despachan con las mismas armas que en la 1. Entonces la pregunta que nos hacemos, con el telón negro de fondo, es la misma que con la anterior. Ya sabemos cómo combatirlos. ¿Vendrá una 3 donde eso se muestre? ¿Habrá una batalla final que no termine por cagar del todo la saga? Seguramente sí.
Párrafo aparte y final: el personaje interpretado por Cillian Murphy está totalmente al pedo, es tan innecesario como tener que recurrir a ese flashback para introducirlo, y deschava la necesidad de apuntalar esta segunda parte más flaca, con una caripela conocida.
Calificación: 6.5/10
A Quiet Place Part II (Estados Unidos, 2021). Guion y dirección: John Krasinski. Fotografía: Polly Morgan. Música: Marco Beltrami. Reparto: Emily Blunt, Cillian Murphy, Millicent Simmonds, Noah Jupe, Djimon Hounsou, Wayne Duvall, John Krasinski, Lauren-Ashley Cristiano, Okieriete Onaodowan, Blake DeLong, Silas Pereira-Olson, Liz Cameron, Robert A. Coldicott. Duración: 97 minutos.
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