Elementos juega sus armas de cine clásico en época de tanques y eternos «continuará». Con ciertas reminiscencias a Intensamente, la película parte de la idea clasista de que el lugar del que venimos nos determina sin miramientos. En esas tensiones de clases que bien supo recoger el melodrama, el Fuego representa a las clases populares, en tanto que el Agua (junto al Aire y la Tierra) son la manifestación de las clases pudientes. Sin embargo, en la nueva película de Pixar no todo tiene que ver con esa distribución de clases y con las miradas ideológicas que podemos tener sobre la conformación del mundo. Dirigida por Peter Sohn -quien dirigió anteriormente Un gran dinosaurio, quizás la película menos conocida del universo Pixar-, Elementos reflexiona sobre la cuestión del deseo propio y de los mandatos a cumplir y a romper, mientras recupera la centralidad de los vínculos familiares y de esos nudos entre padres e hijos que a lo largo de nuestras vidas intentamos desatar con la ayuda imperiosa de los otros.

En sus momentos menos interesantes, Elementos pareciera pecar de un exceso de simbolismo. El peso de lo familiar y lo social resulta ser una condena demasiado difícil de sobrellevar para la heroína de la historia. Cuando eso sucede, el relato se hace evidente y pierde la gracia que el cine de animación necesita. Pasada esa instancia, la historia de amor entre los opuestos comienza a fluir de un modo armonioso. Cuando el foco se concentra en el vínculo entre aquellos que son diferentes, registrando las múltiples dificultades y complejidades que hacen a la vida contemporánea, el relato deja de necesitar de las metáforas y toma vuelo por sus propios méritos.

Por otro lado, la película de Sohn cae en una recurrente tentación: la necesidad de agregarle a la trama una catástrofe propia de estos tiempos de cine de superhéroes y sagas que nunca acaban. Ese acontecimiento trágico sirve para vehiculizar la relación entre estos Romeos y Julietas posmodernos y animados. En tanto se piensa también como melodrama infantil, resuenan en el relato ecos de cualquier buena historia de amor que podamos imaginar y recordar, aquellas que recorren las diferentes maneras del amor, cómo los mandatos nos determinan y la necesidad de la ayuda de los demás para poder hacernos cargos de nuestros destinos. Es cierto que ese mensaje político está más subrayado que en otras películas de la escudería, pero esa mirada sobre el mundo es lo que hace interesante el universo Pixar que ya tiene sobre sus jóvenes espaldas treinta años.

Al igual que Un gran dinosaurio, la película maneja un humor tierno e ingenuo que pareciera estar pensado para un público más infantil que el de la mayoría de las películas de Pixar. Desde el inicio de Elementos las cartas están jugadas de un modo honesto por los realizadores. Si en Toy Story el héroe era colectivo y en Coco o Up la familia era lo que contenía el universo, en Elementos perdura ese linaje comunitario, casi como un episodio menor de esta comedia humana que creo John Lasseter a fines del siglo XX. De hecho, todo lo que se encuentra por fuera de la trama vincular no está a la altura del universo de emociones de Sohn.

Por último, más allá de las virtudes y defectos propios de una película que no se encuentra entre las obras maestras a las que Pixar nos acostumbró en las últimas tres décadas, vale destacar el intento de sostener un relato autoconclusivo que se afirma simplemente en la historia que se narra. Este relato con inicio y final se encuentra a contramano del cine familiar que piensa la industria en los últimos años y que se basa en los márgenes de ganancias por sobre los resultados estéticos. A Elementos lo salva el amor al cine que la película pregona. En esa hermosa cruza entre La dama y el vagabundo y Amor sin barreras se encuentra la inscripción a un tipo de cine comercial basado en el placer de contar una historia, un cine que por estos días pareciera haber caído en desuso.

Elementos (Elemental, Estados Unidos, 2023). Dirección: Peter Sohn. Guion: John Hoberg, Kat Likkel, Brenda Hsueh, Peter Sohn. Fotografía: David Juan Bianchi, Jean Claude Kalache. Música: Thomas Newman.Elenco: Leah Lewis, Mamoudou Athie, Ronnie Del Carmen, Shila Ommi, Wendi McLendon-Covey, Catherine O’ Hara, Mason Wertheimer, Ronobir lahiri. Duración: 108 minutos.

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