El primer contacto que tuve con Shaun el cordero fue en 2015 cuando mi hijo Julián tenía un año. Lo encontramos de casualidad una mañana en Paka Paka haciendo zapping. Desde que empezó el episodio hasta que terminó, Julián no sacó la vista de la pantalla. Unos días después me detuve frente al televisor y rápidamente comprendí las causas del efecto hipnótico que producía. Shaun es artífice de un humor físico que, al prescindir de las palabras, recupera los grandes clásicos del cine de animación y también la slapstick del cine mudo, en particular a Buster Keaton y Harold Lloyd a la cabeza de las referencias cinéfilas. A eso hay que sumarle una narración precisa y condensada que le saca el mayor provecho a cada uno de los personajes.
Shaun nos cuenta la historia de una oveja que vive en una granja, con un señor miope y solitario y un perro llamado Bitzer, que se supone que se ocupa de cuidar el lugar pero que casi siempre termina siendo el principal compinche de las ovejas en cada una de sus aventuras. El especial de Navidad de este año recrea cada uno de los tópicos de la serie creada por Nick Park, responsable de maravillas como Pollitos en Fuga y la saga de Wallace and Gromit, a la vez que reflexiona profundamente sobre los lazos familiares, la soledad y la paternidad. El cortometraje de Cox respeta la premisa de la comedia física y, mediante el recurso de la hipérbole, expone el absurdo de un orden social en el que las relaciones sociales están determinadas y condicionadas por la tecnología.
La excusa de este especial navideño tiene que ver con la desaparición de la oveja Timmy, secuestrada accidentalmente por una niña criada por dos influencers. A partir de la desaparición de la oveja más pequeña del clan (que a su vez tiene una serie propia de muy buena factura dirigida a la primera edad) se desata el operativo rescate por parte de Shaun y sus amigos. Como en otros episodios de la serie, ocurre un evento que se presta a confusión y que genera una cadena de malos entendidos. Una vez expuesto el arco argumentativo se desarrolla el trabajo sobre los géneros (policial, comedia y aventuras). Lo que potencia el absurdo es que los adultos nunca registran lo que sucede a su alrededor, mientras los animales tratan de resolver los desastres de ese universo paralelo. Siguiendo la idea central de Toy Story -los juguetes viven una vida al margen del mundo real-, el granjero con su miopía y bondad a cuestas se convierte en una metáfora de ese orden al que los adultos nunca logran ingresar.
La desaparición de Timmy desarrolla otra de las grandes premisas de la serie de Park: emulando a El eternauta, nunca hay posibilidad de resolución de conflictos de modo individual. Sin la épica del personaje creado por Oesterheld y atravesada siempre por ese humor inocente y absurdo de Shaun, no existe la posibilidad de resolver nada sin la alianza colectiva. De esta manera, un elemento destacado de la creación de Park son los personajes secundarios que completan y complejizan la trama. Desde los cerdos que son capaces de los actos más insolidarios, siempre definidos por la idea del caos y el descontrol, pasando por el villano del extraordinario primer film del personaje (Shaun The Sheep: The Movie, 2015), un malo que actúa como una especie de agente Gerard persiguiendo a Richard Kimble en El fugitivo, el universo de Shaun no se limita a las ovejas estrellas sino que desarrolla un conglomerado de personajes que viven su vida replicando de algún modo el programa que Balzac llevó a cabo con su comedia humana. La cinefilia de la serie, como la de los Simpson, permite una doble lectura de los eventos que allí suceden. De este modo los niños pueden disfrutar la historia que se cuenta mientras los adultos pueden vincular ese universo stop motion con toda la información que la serie distribuye, siempre en beneficio del relato y nunca como mera acumulación de citas.
Shaun sigue apostando por un modo de narración clásico, en el que la construcción de la trama y de los personajes prima por sobre la idea de explotación de la franquicia con fines meramente comerciales. La serie nos confirma que hay cosas que los grandes no pueden entender y los animales (las ovejas, en este caso) sí. Ese orden paralelo al mundo social en el que vivimos, y que sucede a espaldas de los adultos, es el eje central del humor, y mientras nos hace reír nos habla de la desconexión y la dificultad de entender lo que sucede más allá de nuestra mirada. Lo mejor de todo es que nada de lo que sucede en Shaun tiene la pretensión del análisis sociológico o de la moraleja conservadora. Todo está en la métrica del humor salvaje y naif y en la perfección del cuento contado. Como en toda obra de arte que se precie, solo se trata de saber mirar.
Calificación: 7/10
Shaun, el cordero: El vuelo antes de Navidad (Shaun The Sheep: The Flight Before Christmas, Reino Unidos, 2021). Dirección: Steve Cox. Guion: Giles Pilbrow, Mark Burton. Música: Tom Howe. Elenco: Justin Fletcher, Kate Harbour. Duración 30 minutos. Disponible en Netflix.
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