Mañana de un lunes frío y gris. Veo, entre los cuerpos amontonados de la línea B del subte, a dos chicos jugar con una revista de los Avengers. Uno de ellos lleva una remera de Iron Man y el otro del Hombre Araña. Ambos critican despectivamente al personaje de Pantera Negra. Me río por dentro y coincido con ellos por lo bajo. Resulta increíble cómo algunos desde tan pequeños van forjando sus opiniones y, hasta incluso, creen fervientemente en la existencia de un superhéroe que los va a venir a rescatar en los malos momentos, casi como si se tratase de un Dios. Esa secuencia fue previa a la función de prensa de El motoarrebatador, en la sala Mario Soffici de la DAC.

Una vez apagadas las luces de la sala, la música de Maxi Prietto, actual cantante de Los Espíritus, nos pone en clima sobre lo que vamos a ver a continuación: un western de vagabundos o, mejor dicho, un blues de marginales. “Hay un error en la semilla”, canturrea Prietto, mientras vemos a dos jóvenes sentados en una moto y con el rostro oculto bajo el casco. Ambos miran hacia los lados, atentos a cualquier movimiento. De pronto, una señora ingresa a un cajero automático para extraer dinero, el vehículo arranca a toda velocidad y uno de ellos le arrebata violentamente la cartera arrastrándola por varios metros hasta dejarla inconsciente en la vereda.

La trama de la película se centra en el dilema existencialista de Miguel (Sergio Prina), el arrebatador de la cartera y conductor de la moto, quien se debate entre seguir su instinto de supervivencia (salir a callejear y esperar la oportunidad para conseguir el mango) o reivindicar su rol como padre de familia. Si bien opta por redimirse, un poco aprisionado por la carga de conciencia del acto delictivo, no se responsabiliza del agravio cometido, sino que adopta una nueva identidad. Es decir, se acerca hasta el hospital donde se encuentra internada Elena (Liliana Juárez), la víctima del robo, y aprovechando que ella está atravesando un cuadro de amnesia se hará pasar por un inquilino de su casa. El recurso de la mentira, de lo que se calla, de lo que se oculta, de lo que no se dice explícitamente pero se confiesa de manera implícita en las miradas, servirá como hilo conductor de una relación íntima y filial entre ellos dos, así como posibilitará que Miguel se limpie un poco de sus pecados. Sin embargo, su pasado como “motoarrebatador” siempre estará regresando para amenazar contra su “nueva” estabilidad.

Contextualizada en Tucumán en el año 2013, El motoarrebatador, presenta secuencias de saqueos a supermercados y huelgas policiales que refieren a un proceso de revuelta social que realmente vivió la provincia durante aquel año. Lo insólito de aquellos sucesos era que los atacantes se dirigían a locales comerciales y almacenes para extraer, en su gran mayoría, televisores, estufas, heladeras, entre otros artefactos eléctricos. A su vez, el rodaje de la película ha sido conocido en los medios masivos de comunicación por un hecho peculiar y no tan agradable: durante un simulacro de saqueo, un hombre ingresó al set y, creyendo que se trataba de una situación real, aprovechó para llevarse un calefón.

Lejos de caer en convencionalismos, estereotipos y clichés sobre la temática de la inseguridad, y escapando al bullying mediático sobre lo sucedido en el rodaje, Agustín Toscano ofrece un novedoso y plausible punto de vista. Todo lo que vemos y conocemos en la escena es a partir de Miguel, él es quien va conduciendo la mirada del espectador como quien maneja un auto, y todo lo que quede por fuera del alcance de sus ojos permanecerá vedado también para nosotros. De este modo, no hay lugar para las apologías, estigmas ni condenas sociales. El director no busca realizar una bajada de línea política, sino, todo lo contrario, plantea en la pantalla grande una radiografía del Tucumán de la periferia desde una mirada humanista. Toscano nos muestra un collage de imágenes que incluye desde registros televisivos de los saqueos, pasando por archivos de entrevistas a los representantes del paro de policías, hasta mostrar escenas de la vida cotidiana en el interior de los valles calchaquíes.

La caracterización del protagonista es verdaderamente exquisita. Miguel, padre de un hijo y recientemente separado, se esforzará lo mejor que puede para subsanar las faltas cometidas y así poder darle un estilo de vida diferente a su pequeño. Este joven, acompañado siempre de su reluciente moto, está delineado al igual que el superhéroe favorito de su niño, Iron Man. Siempre ocultando sus facciones bajo la protección del casco y esquivando el reflejo de sí mismo que pueda provenir del espejo retrovisor, Miguel se asemeja al hombre de hierro no solo por el vehículo que utiliza, sino, también, por ser invencible ante cualquier situación de calamidad. Si la defensa de Tony Stark es la armadura, la de Miguel serán los artilugios. Sin embargo, esas habilidades que ambos poseen no son más que una fachada teñida de la ficción más cruenta y burda. Miguel nunca dejará de ser el victimario, el delincuente, el traidor de la familia, así como Tony Stark sin su armadura no es más que un simple humano de cuerpo entrenado.

La elección del título de la película es un efectivo acierto. Toscano comenta, en diversas entrevistas, que el término “motoarrebatador” fue inventado por la prensa tucumana para designar a los conocidos “motochorros” y que, debido a diferencias lingüísticas (en Tucumán, la palabra “chorro” se pronuncia con una sola ‘r’), se decidió finalmente por aquél nombre. Además, en la película, Miguel no roba, sino que arrebata una identidad. Es precisamente en el vínculo entre la víctima y el victimario donde reside todo el peso de la trama y es el que posibilita que, hacia el final, el destino de los personajes de un vuelco completo. Por otro lado, la idea original de la película se encuentra en una historia familiar del director: su madre fue víctima de arrebatos en varias oportunidades, por lo que se trata de una situación cercana y conocida por él.

Equilibrando magistralmente momentos de incomodidad, comedia y grotesco (son imperdibles los diálogos casi almodovarianos en el hospital entre Miguel y Elena), El motoarrebatador, es una potente, inteligente y atrevida propuesta sobre los conflictos sociales acaecidos en Tucumán en el año 2013. Siendo la segunda película de Agustín Toscano y primera en solitario, presentada recientemente en la sección Quincena de Realizadores del festival de Cannes, ahora se exhibirá en una veintena de salas argentinas.

El motoarrebatador (Argentina, 2018). Guion y dirección: Agustín Toscano. Fotografía: Arauco Hernández Holz. Edición: Pablo Barbieri Carrera. Elenco: Sergio Prina, Liliana Juárez, León Zelarayán. Duración: 93 minutos.

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