Drama, thriller, terror; Custodia compartida transita estos géneros de manera sucesiva, con una franqueza narrativa y formal que se complejiza a medida que acontece la historia. Desde el ascetismo en la utilización de los recursos cinematográficos hasta la ruptura de estos esquemas en la resolución de la intriga, la película de Xavier Legrand se destaca en la cartelera actual. Con la cámara puesta al servicio del relato, con planos en su mayoría medios, que se mantienen fijos o con suaves movimientos de acompañamiento, conduce la dinámica de la película a través de la tensión que manifiestan los personajes en su interacción, sin recalcar ni forzar las situaciones. Se limita a mostrar pero dosificando la información dada, por lo que el espectador deberá hilvanar los datos que le van siendo proporcionados. A medida que se van desenmascarando los hechos, en un devenir que se palpita, empieza su fiesta cinematográfica: plano secuencia, diálogos que no se dejan escuchar, fuera de campo, y así hasta el plano final cuando la cámara deja de ser pasiva, abandona su distancia al exponer los acontecimientos, para volverse subjetiva, y hacer sentir al espectador su cualidad de vouyerista, acentuando lo que propuso durante toda la trama.

Custodia compartida comienza en un tribunal, en la instancia conciliatoria sobre la tenencia del pequeño Julien (Thomas Gioria), no así de su hermana Joséphine (Mathilde Auneveux), pronta a cumplir la mayoría de edad y por lo tanto fuera del pleito. Antoine (Denis Ménochet o Monsieur LaPadite en Bastardos sin gloria) es el padre que pretende recuperar a su hijo y se enfrenta a su ex-esposa Miriam (Léa Drucker) en una contienda donde las expresiones dirán más que los diálogos, aunque finalmente estos sean los determinantes. A pesar de no haber evidencias, sí hay certezas acerca de aquello en lo que puede llegar a transformarse este hombre gigante con aspecto bonachón. Por ejemplo, cuando la jueza lee la declaración del niño mediante la cual pide quedarse solamente con su madre. En ésta lo llama a su padre «el otro», como si fuera un serimaginario, quizás para quitarse el peso que la realidad conlleva, para borrarlo de su mapa afectivo o no conciliar su sentir con lo que puede haber sido años atrás la convivencia en familia (su hermana lo va a llamar de la misma forma). Pero esta exposición parece ser contraproducente, como las pruebas de maltrato hacia su hija, que terminan siendo poco fehacientes para la magistrada. Esta larga pero contundente escena inicial deja claro que entre abogados el más sagaz obtiene ventaja, lo cual no es ninguna novedad, aunque sí una evidencia de lo que puede ocurrir por una mala interpretación judicial.

Con elipsis de por medio entonces, empezamos a transitar la resolución de la jueza y la transformación progresiva de «el otro», que bogaba por la tenencia de su hijo, en un Michael Myers sin máscara, con la mira puesta en Miriam, su exesposa. Antes de perderlo todo (2013), cortometraje previo del mismo director nominado al Oscar en el 2013, explica a través de la tensión generada por un fuera de campo constante, porqué Miriam se escapa a 1000 km. de distancia de su marido con sus dos hijos, y hace de Custodia Compartida una continuación más concordante con el slasher, que con el simple drama que aparenta ser.

Por su pulso narrativo, con un relato en principio austero y sin sobresaltos, se aproxima al cine comercial con el objetivo de exponer de forma clara una historia que no está lejos de ser verídica. Sin embargo, cuando al espectador ya no le quedan dudas (si es que las tenía), Xavier Legrand elige transmitir el alto nivel de violencia a través de la puesta en escena, proporcionándole un gran sentido cinematográfico. Custodia compartida (aunque el título original, Jusqu’à la garde, sea más una expresión referida al machismo que la película critica que una descripción de la trama), exhibe la violencia de género con una dosis exacta de realismo y tensión, en sintonía con esta temática. Como lo hacen los hermanos Dardenne, narra una experiencia social sin música incidental, sin localizar exactamente ciudades ni pueblos, sino haciendo global la experiencia de algo que puede suceder en cualquier parte del mundo, aunque las incidencias legales puedan ser diferentes. Es que el acecho obsesivo de un tipo violento como Antonine no admite los matices que un juzgado, sea del pueblo, ciudad o país que sea, pueda imponer. El tono que emplea, aunque lejos del estilo documental de los antes mencionados Darnenne, está ausente de cualquier manipulación sentimental, es frontal, más cercano al terror, como en la vida real.

Acá pueden leer la opinión de José Luis Visconti sobre la misma película.

Custodia compartida (Jusqu’à la garde, Francia, 2018). Dirección: Xavier Legrand. Guion: Xavier Legrand. Fotografía: Nathalie Durand. Edición: Yorgos Lamprinos. Elenco: Léa Ducker, Denis Ménochet, Thomas Gioria, Saadia Bentaïeb, Mathilde Auneveux. Duración: 93 minutos.

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