“Estática, estática, estática…Estamos en un video de rabia…
Estática, estática, estática…Estamos en un video de rabia
Todos somos azules de una proyección de tubos.
Esta es la edad estática en donde vivimos.
Nuestros ojos cruzados esperan y se lanzan.
Esta es la edad estática en la que vivimos, respirala.
Tomá tu radiación, azul enfermedad y volteala, tosela…”
Static Age, The Misfits
Parte 1: Hemisferio Izquierdo. El himno de los Estados Unidos, potente, estridente, triunfante. Un televisor encendido, cuyos últimos minutos de transmisión son dedicados a preponderantes figuras icónicas de la historia estadounidense que apenas se dejan ver recortadas en el tubo de rayos catódico por un encuadre que capa el emblema patriota más simbólico: la bandera yanqui. Después se corta la transmisión y la estática del televisor deja un abismo de energía, una nada, frente a los ojos del espectador. Luego revela un living con un padre de familia en el quinto sueño de un confortable sillón. Su hija más pequeña, Carol Anne, despierta mientras toda su familia duerme, camina hasta el televisor, posa sus manos en la pantalla, hablándole amistosamente primero y subiendo su voz después. Los gritos despiertan a toda la familia. Así arranca Poltergeist (1982), extrañamente escrita por Steven Spielberg y dirigida por Tobe Hooper (por eso es más coherente con el imaginario visual del primero que con la filmografía del segundo), intertextual alegoría del sueño americano destruido en una década de excesos superfluos y canónicas reglas dentro del cine de terror. Para analizarla de manera entomológica y orgánica, propongo examinar la película como a un cerebro humano. Por el lado izquierdo tenemos la Razón y la Lógica (que representan el lado más crítico y subversivo en su concepción y discurso, calculado o no de manera consciente); por el derecho, la Emoción y las habilidades creativas (en donde se encuadran la psicología, la parapsicología y la fuerza creadora de la mente dentro del marco paranormal de la película).
La complejidad de Poltergeist excede la cinefilia, funciona como un espejo en el que reflejamos gran parte de todo aquello que no toleramos y puede ser vista como una obra subversiva, cuasi iconoclasta, en una de propaganda yanqui con todos los chiches de la cultura pop estadounidense. El hemisferio que analizaremos primero será el izquierdo (razón y lógica). Si prestamos atención a la secuencia inicial veremos varios elementos que dejan en claro las intenciones del discurso: un padre que, presentado al espectador por primera vez, no duerme en la cama con su mujer; una nena que se siente “profundamente” atraída por el televisor (expuesta como la caja boba, objeto de bromas, capaz de tragar o consumir a quienes consumen su programación); una familia que “despierta” cuando el himno termina. Quien despierta primero y da la alarma sobre esa farsa es la más pequeña de los integrantes de la familia (la próxima generación, los que ya casi no creen o no se tragan fácilmente el cuento del Tío Sam). La TV no sólo se “traga” a la integrante más joven de la familia, además genera rivalidades (el padre con el vecino), trivializa y naturaliza la violencia (la madre prefiere que su hija mire una agresiva película bélica en vez de la programación), destruye la organización familiar y casi es declarado otro miembro más dentro de ese núcleo que se desintegra paulatinamente (necesidad por el consumo). En los ’80, la TV y sus efectos generaron joyas como Cuerpos invadidos (Videodrome, David Cronenberg, 1983). Uno de los personajes, el jefe de Steven, padre de la familia Freelings es un inescrupuloso hombre de negocios que trabaja en bienes raíces. Y hay, en un inteligente truco de montaje que pasa de la cocina de los Freelings a una cocina X de otra casa, la cual Steven intenta vender a un matrimonio, y en donde no existen diferencia alguna entre una u otra. Si eso no es una enorme crítica al capitalismo y a la producción genérica que “recae”, de manera cíclica sobre quienes lo venden… Y si hay una escena que pudo incomodar en su época el lado más conservador o de derecha es aquella donde se ve a Diane y a Steven fumándose un porro en la cama. La ambigüedad que ésta escena muestra es terrible, debido al trabajo en la puesta en escena (el angulo, la posición de los personajes): Puede ser tanto una reacción en contra del gobierno y la idea de destruir el sueño americano así como una celebración al mismo si nos detenemos en la postura de dos padres que mientras leen al presidente Reagan también fuman marihuana (propaganda de la nueva generación de papis, bien cool, bien modernos). El análisis puede ser interminable.
La película teoriza tímidamente sobre el ensayo de Bazin sobre el mito del cine total. Hay, si se quiere, un modesto enfrentamiento entre la lente fílmica (nuestro ojo) y la cámara de video que registra las actividades paranormales (los ojos de los personajes). Poltergeist expone a la TV como nuevo medio, así como la cámara de video es una nueva manera de registrar imágenes, precursora de un modo de filmar que estallaría años después. Lo interesante es ver como el fílmico (nuestros ojos en la película) y el video captan de manera desigual. Dos décadas más tarde, la imagen menos ostentosa y calculada de video sería el nuevo modelo a explotar tanto en el cine independiente como en el terror (el subgénero de found footage)
La historia de Poltergeist (del alemán Poltern, hacer ruido, y Geist, espíritu) es más bien conocida. Una familia tipo descubre que en su casa comienzan a suceder extraños fenómenos paranormales; juguetones y fascinantes al principio, luego aterradores y peligrosos, algo que Spielberg ya había explorado a la inversa en Encuentros cercanos del tercer tipo. Carol Anne es literalmente raptada por esta fuerza, que la atrapa dentro de la TV del living de la casa. Para liberarla contratan a un grupo de tres parapsicólogos cuyo líder es una mujer mayor a quien dos jóvenes asisten (uno blanco y otro negro, el blanco se va a la mierda del cagazo por los eventos que acontecen y el negro se queda, pero además es mostrado como un tipo más inteligente y menos cobarde que en la mayoría de las películas de terror). Cuando la ciencia falla, la parapsicóloga decide llamar a una médium, mujer aun mayor, más sabia y decidida, que cumplirá un rol importante en el rescate de la nena.
La madre de la familia, Diane (Jobeth Williams) construye una especie de camino del héroe, opacando y desplazando la figura de su marido como líder de la familia y potencial “héroe” del cine clásico estadounidense. Al final vemos a un hombre que cae rendido ante las circunstancias (sólo es mostrado heroicamente al inicio, cuando salva a Robbie del árbol). Cada mujer es rescatada o ayudada por una mujer más grande que la anterior, de carácter más maduro y sabio, componiendo la película una especie de mamushka generacional, ya que la fuerza y determinación están dominadas enteramente por mujeres. En ese contexto, dentro de la lógica del lado izquierdo que analizamos, la mujer es entonces quien crea el fenómeno Poltergeist. Cuanto más grande, más madura y más psíquica y emocionalmente formada.
Parte 2: Hemisferio derecho. El poltergeist es una manifestación inconsciente que genera un individuo con psiquis rota, ansiedad excesiva o frustraciones. Puede ser un trauma de la niñez o un fuerte impulso de las frustraciones actuales del individuo. Esas frustraciones tienen fuertes respuestas físicas y psíquicas. Estas perturbaciones (luces, sombras, sonidos, olores, objetos que se mueven solos, apariciones, etc.) no son más que proyecciones generadas en los estados antes mencionados. El caso de poltergeist más famoso e importante registrado hasta la fecha fue en Rosenheim, Alemania, en un bufete de abogados. Los extremos hechos sucedidos en el lugar (investigados por académicos) fueron atribuidos a una mujer, Anne Marie Schnabel, despedida luego de saber que ella era la génesis de los terroríficos e inexplicables hechos. Una vez despedida, nada de ésta índole volvió a suceder en el lugar. Ella no mostraba signos de haber sufrido traumas o de llevar una vida complicada.
Para señalar quién genera los fenómenos paranormales en la película pasemos a analizar el hemisferio derecho (emoción y creatividad), lo cual nos lleva al personaje central de la película: Diane Freelings. Si nos detenemos a analizar el trayecto de los hechos cotidianos en la película y los yuxtaponemos con los extraordinarios vemos que el único personaje capaz de crear estos fenómenos es la madre, pues su marido Steven siempre está ausente o no capta verdaderamente lo que allí sucede, sus tres hijos no muestran ningún trastorno, ni por maltratos (se enfatiza que apenas se castiga a los niños) u otro hecho traumático. En todas las escenas íntimas entre Diane y Steven es notoria la ausencia de sexo o de algún factor que indique actividad sexual entre ellos. Fuman porros juntos, hablan boludeces, se cagan de risa, pero no hay ningún indicio de sexo. Los niños, además, siempre interrumpen la intimidad de la pareja y son ellos, Carol Anne y Robbie, justamente los que peligraran luego. La mayor, que no es un factor de riesgo en la sexualidad del matrimonio, apenas pincha en el relato y hasta en un punto desaparece al irse a vivir a lo de una amiga. Por eso, el bovarismo de Diane es la posible génesis del poltergeist y su mayor deseo inconsciente es deshacerse de sus hijos, o por lo menos de los más pequeños, los que interrumpen la intimidad. Ese terrible deseo oculto, esa frustración imposible de detectar conecta, dentro del hemisferio derecho, el lado creativo directamente a la emoción. Esa fuerza monstruosa debe llevarse a los niños, así es posible consumar el acto deseado. La puerta del closet donde desaparece Carol Anne y luego intenta tomar a Robbie es una vagina. Casi al final, esa puerta/vagina consuma un alegórico acto sexual cuando Steven sostiene una cuerda a la altura de su pelvis y la atraviesa. Luego de ese “acto” ella renace del más allá en forma fetal (junto a Carol Anne) cubierta por un flujo gelatinoso. En la siguiente secuencia, cuando pasaron días del evento y sus hijos están aparentemente a salvo, se la ve totalmente relajada, con canas y vestida con ropas que la hacen ver más madura (antes casi siempre estaba en shorts o de entre casa, o drogándose en la cama con su marido), y la alegoría sexual cobra mayor importancia, pues el acto de salvación citado es sólo una alegoría, ella aún necesita la carne, el sudor, el roce. Más tarde, luego de un relajante baño caliente (y en ausencia de su marido) sale de la bañera y ya en el dormitorio vemos una sugerente escena de masturbación que no llega a consumarse porque atacada sexualmente por esta fuerza que intenta llevarse nuevamente a los niños. Allí la puerta/vagina está más que a la vista. Recordemos que una casa es, además, una madre. Al final, rematado con un chiste, vemos como los dos hemisferios analizados se entrelazan para seguir diciéndonos cosas. Poltergeist es un clásico que hizo escuela, engendró dos grandes películas como House (1985), del siempre eficiente Steve Miner, e Insidious (2010) de James Wan, fue nominada a tres Oscar (tengamos en cuenta que es una de terror) y es la precursora cinematográfica de la tan pesadillesca coulrofobia.
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