Por Marcos Rodríguez
Aquí pueden leer un texto de Santiago Martínez Cartier sobre la película.
Morir en el futuro. Sin revelar demasiado: después de una hermosa pequeña secuencia de aventuras que se presenta antes del título de la película (casi como un episodio de televisión concentrado que tendrá consecuencias inesperadas), la trama de Star Trek: En la oscuridad arranca en la ciudad de Londres, con un hombre y una mujer que se despiertan cuando un perro gigante salta sobre la cama. La pareja se sube a un auto futurista (una pequeña nave espacial) y viaja hasta un hospital infantil (hermoso detalle: con las construcciones altísimas de vidrio en el fondo, el hospital infantil tiene una fachada de piedras y tejas; no todo es arquitectura futurista en el futuro). La historia en esta nueva Star Trek se abre con una nena de unos 8 años que sufre de una enfermedad que la va a matar. Es apenas un dato, casi circunstancial; después la historia va a girar para otros rumbos, con ataques terroristas, conspiraciones intergalácticas y personajes hermosamente nobles que expresan sus sentimientos con diálogos viriles. Pero todo empieza ahí: en el futuro, una pareja de padres está carcomida por la angustia al ver que no pueden hacer nada por su hijita. Incluso en el futuro, donde las naves espaciales viajan hasta los confines del universo, donde encontramos una gama infinita de aparatos que hacen cosas imposibles, existen la enfermedad y la muerte, existen el dolor y la impotencia, existe lo absurdo y la injusticia. En ese pequeño detalle (unos pocos minutos de metraje) se cifra todo el acierto de Star Trek: En la oscuridad.
¿Por qué es tan importante que una nenita pueda sufrir en el futuro de una enfermedad terminal? Porque en el marco de la ciencia ficción, cualquier cosa es posible. Un mal guionista podría sacar de la galera un cachivache reluciente que, mágicamente, resolviera cualquier problema pero, para tener densidad humana, el mundo del futuro necesita límites. ¿Por qué habríamos de preocuparnos por los personajes que estamos viendo si sabemos que habitan en un mundo donde el diseño minimalista erradicó el dolor y la descomposición? ¿Por qué habríamos de sufrir con ellos si sabemos que no pueden morir? ¿Por qué habríamos de creer que son realmente humanos (o versiones disfrazadas de lo humano) si no conocen aquello que nos define como humanos?
Con un solo golpe, Star Trek: En la ocuridad acomoda todos los parámetros: sí, es el futuro, pero la gente todavía viaja de su casa al hospital, todavía existen viejos edificios de piedra, y las nenas todavía mueren sin que podamos evitarlo o explicarlo. Es un futuro real. Y, de paso, la Tierra vuelve a tener consistencia: sigue siendo este planeta, en el que todavía podemos reconocernos, que todavía funciona con una lógica que podemos reconocer. Es dentro de ese planeta terrenal que podemos comprender un ataque terrorista. De esa realidad nace la oscuridad: un personaje como Khan, con todas sus complejidades (que habilitan a la vez lecturas morales y lecturas políticas).
Sólo dentro de este contexto de un mundo futuro, pero real, cobran verdadero sentido los personajes de Star Trek: cuando Kirk habla de salvar la vida, lo dice en serio. La nueva saga de Abrams abrió con una muerte: la del padre de Kirk, que lo cambió todo. A esa muerte le siguió la de la madre de Spok. Los personajes de Abrams son casi huérfanos, que buscan formar una nueva familia con sus amigos y compañeros de trabajo (un tema que se plantea de forma explícita en la película). Con esa presencia constante de la muerte (reforzada en esta nueva Star Trek por la muerte de un padre simbólico) los vínculos entre los personajes cobran otro peso: no se trata de un simple chiste sobre la raza de Spok. Mitad Vulcano, pero mitad humano, Spok es el hombre que se enfrenta a la realidad de que el amor trae sufrimiento. Permitirse sentir es permitirse sufrir. Pero solo el sentir otorga sentido.
Con ese trasfondo casi melodramático, Star Trek: En la oscuridadse va construyendo en torno a la idea de amistad, fundamentalmente en torno a la relación entre Kirk y Spok. Con un paso seguro y siempre claro, la película camina hacia el clímax de la expresión más sincera y sentida de amistad masculina que haya visto el cine desde Superbad.
Star Trek 2: En la oscuridad (Star Trek Into Darkness, EUA, 2013) de J.J. Abrams, c/ Chris Pine, Zachary Quinto, Simon Pegg, Benedict Cumberbacht, Zoe Saldana, Leonard Nimoy, 131′.
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