Recursos inhumanos está basada en la novela homónima de Pierre Lemaitre y narra la historia de Alan Delambre, un ex director de Recursos Humanos de una compañía financiera que se encuentra desempleado desde hace muchos años. Tanto la novela de Lemaitre como la serie de Ziad Doueiri describen el derrumbe de una subjetividad. Este descenso a los infiernos no es exclusivo de la Francia contemporánea sino que es parte de la lógica deshumanizada del capital que en Argentina pudo observarse de modo nítido en la década del 90 del siglo XX, en la segunda oleada del neoliberalismo en el país, y que se vio reflejado de modo abrumador en películas como Mundo Grúa, Bolivia y la fundacional Pizza, Birra y Faso entre otras. En esas películas la marginalidad urbana y la precarización que padecían los sectores populares se mezclaba con las políticas de ajuste aplicadas por Domingo Cavallo generando un combo explosivo que condenaba a las víctimas del sistema a una forma de padecimiento brutal como es la exclusión laboral.
Como señala Ricardo Piglia, la novela negra en el siglo XX tiene sus causas en la estructura social propia de la lógica del capitalismo y es esta estructura la que permite pensar al género policial con características específicas que no se encuentran en otros géneros literarios. Continuando esta tradición, Lemaitre y Doueiri respetan el paradigma clásico de la literatura policial del siglo XX en donde hay que buscar en el entramado social la principal vinculación de los asesinatos, robos y estafas que podemos encontrar en las obras fundamentales del género a lo largo de los últimos cien años en un recorrido que inicia con Chandler y Hammett y que llega hasta las obras de Henning Mankell y Rubem Fonseca, por mencionar solo algunos ilustres novelistas del policial contemporáneo.
Una constante que se observa en las obras maestras del policial y que en Recursos inhumanos se potencia es el enfrentamiento radical entre una sociedad organizada en relación a un orden social injusto y brutal (el neoliberalismo, en este caso) y un individuo que jugado por jugado se entrega a todo o nada en una guerra individual frente a ese sistema despiadado.
Sustentada principalmente en una actuación descomunal de Éric Cantona, el ex crack del Manchester United y de la selección francesa y máxima figura del fútbol francés entre los reinados de Michel Platini y Zinedine Zidane, la serie también proviene de un linaje propio del cine francés en el que el policial funciona como un canal natural para denunciar un determinado orden del mundo. De este modo, Recursos inhumanos se puede conectar con películas como Recursos humanos y la injustamente olvidada El empleo del tiempo, ambas de Laurent Cantet, o yéndonos aún más lejos en el tiempo podemos pensar en Dos contra la ciudad, protagonizada por Alain Delon y Jean Gabin, dirigidos por otro peso pesado de la literatura y el cine policial francés del siglo XX como es José Giovanni. Allí también se hace foco en la cuestión de la justicia y la inserción y el descarte de los sujetos en el tejido social. Esa pulsión por mixturar argumentos propios del policial clásico con una forma de denuncia social se observará también de modo brillante en la posterior película de Giovani protagonizada por Delon, El gitano.
En los relatos de la serie negra, dice Piglia, el crimen funciona como el espejo de la sociedad. En la actualidad, la nueva novela negra dentro de la que se inscribe la obra de Lemaitre narra esta zona delictual del capitalismo tecnofinanciero que es analizada minuciosamente por los grandes filósofos contemporáneos desde Byung-Chul Han hasta Eric Sadin. La ciudad sigue siendo una jungla y la pura pulsión especulativa potencia ese terreno individualista de guerra de todos contra todos -que describe Hobbes en su Leviatán-, en el que aquello que no sirve está descartado como está descartado Alain Delambre. Este ex ejecutivo casado y padre de dos hijas deambula en la angustia propia de lo descartable, entre ataques incontenibles de ira y una frustración que Cantona trasmite con una mezcla de furia y la tristeza en partes iguales. Es interesante el paralelismo que la serie logra entre la ficción que representa este antihéroe moderno, quien impulsado por la necesidad de volver al ruedo laboral acepta ser parte de un simulacro de toma de rehenes, y el Éric Cantona jugador, que en 1994 le arrojó una patada voladora a un Hooligan fascista del Cristal Palace en medio de un partido de la Premier League en el que representaba los colores del Manchester United. Ambos personajes (Delambre y Cantona) son impulsivos pero en ambos el pasaje al acto tiene que ver con la injusticia. Así como Cantona potenció su fama a escala mundial luego de golpear a un hincha que lo había insultado, Delambre se resiste a ser parte de ese mundo corrompido de las altas finanzas, y si al comienzo de la serie la desesperación lo pone en ambiguas encrucijadas morales luego nuestro héroe las sorteará ubicándose en un lugar inequívoco, en el que decide arriesgarse a todo o nada para recuperar parte de lo que la sociedad le quitó. Aquí se reproduce ese lineamiento de la novela negra que ubica al hombre individual en guerra frente al orden social.
Las paredes descascaradas de la casa de Delambre, en donde consume las horas junto a Nicole, su amada mujer, son el escenario en el que se observa esa decadencia moral de un hombre atrapado en una red de violencia cada vez mayor. La situación propicia un sentimiento de ambivalencia en el espectador, pero Doueiri nunca pierde de vista la violencia del sistema que condena a los sujetos a la pobreza y la marginalidad llevándolos a la toma de decisiones en algunos casos equivocadas. De este modo, el golpe y la violencia son actos reactivos de un sujeto oprimido. El filósofo italiano Franco Berardi dice en su último libro El umbral que en la actualidad vivimos en el cadáver del capitalismo. Esa sentencia brutal pareciera escenificarse cuando vemos a este ex empleado de 57 años (un buen empleado, en palabras de Lemaitre) arrojado a la intemperie que representa el desempleo luego de prestar servicios de modo eficaz durante toda su vida. Entonces nosotros, desde la comodidad de nuestros sillones, no justificamos los maltratos e ironías que Delambre dispensa a su mujer, hijas y a su yerno (al que golpea brutalmente) pero sí comprendemos esa angustia de no poder realizarse y de quedar condenado a ser una especie de escoria social.
La degradación que padece Delambre se observa en el maltrato diario que recibe en el trabajo precario que tiene al inicio de la novela de Lemaitre. Trabajo que Delambre acepta luego de estar cuatro años desempleado y que luego pierde tras golpear a su capataz: «En Mensajerías farmacéuticas, donde trabajo, Mehmet es supervisor, y siguiendo un comportamiento vagamente darwiniano, cuando asciende pasa de inmediato a despreciar a sus antiguos compañeros y a considerarlos meras lombrices. Lo he visto en mucha gente que venía de abajo, de hecho. En cuanto progresan, se identifican con sus superiores con una convicción tal que los superiores no se atreverían a soñar».[i] Esa descripción de un mundo darwiniano en el que sobrevive el más apto será una de las claves para leer la serie y la novela. El propio Delambre se transformará en un sobreviviente que potenciará al máximo su deseo de sobrevivir en ese mundo deshumanizado de las altas finanzas descripto de modo notable en la serie de Doueiri.
La serie comienza con Delambre mirando a cámara y narrando los estados de ánimo que veremos a lo largo de cada uno de los seis capítulos de Recursos inhumanos. Es el mismo recurso que Cantona utilizó en una extraordinaria serie llamada Rebeldes del fútbol, en la que se contaban historias de deportistas como Didier Drogba o Sócrates, entre otros que trasgredieron de algún modo la idea del deportista como un sujeto frívolo que los medios de comunicación trasmiten a diario. Éric Cantona brilla en esa interpretación pero no juega solo. Junto al ex astro del fútbol francés se destacan Alice de Lencquesaing como su hija Lucie, quien se encargará de defenderlo frente a la justicia. Es conmovedor el modo en el que Delambre solo acepta ser defendido por su hija como si esa defensa no pudiera pensarse por fuera de las formas del amor. También Gustave Kervern como su amigo Charles compone a un clásico personaje secundario en la narrativa policial y que se contrapone desde su humanidad a la lógica inhumana que encarna Alexander Dorfman (Alex Lutz), el CEO de la corporación que contrata a Delambre para la toma de rehenes y que construye a un villano que representa de modo virtuoso la fría lógica del capital para la cual la acumulación de riqueza es lo único que importa. Completa el elenco Suzanne Clement como Nicole, la mujer de Delambre, que es el motor que lo mantiene vivo a lo largo de toda la historia.
Recursos inhumanos es una fotografía de época de los efectos devastadores del neoliberalismo y de cómo el poder económico sin ninguna instancia de control destruye a los sujetos víctimas de esta lógica implacable. La serie de Doueiri analiza de modo quirúrgico el funcionamiento de las sociedades contemporáneas en donde la justicia, los medios de comunicación y el capital financiero se constituyen como representaciones de un mismo poder que destruye la estructura social dejando un tendal de victimas a su paso. Alain Delambre mirando a cámara al denunciar ese orden, con la poesía de los justos, se transforma en un héroe de este tiempo hecho de sonido y furia, un hombre bueno en quien poder inspirarse.
[i]Lemaitre, Pierre (2015). Recursos inhumanos. Alfaguara. Buenos aires
Calificación: 8/10
Recursos inhumanos (Francia, 2019). Dirección: Ziad Doueiri. Guion: Pierre Lemaitre, Pierrine Margaine. Fotografía: Tommaso Fiorilli. Montaje: Camille Toubkis. Elenco: Eric Cantona, Suzanne Clement, Alex Lutz, Alice de Lencqueseaing, Gustave Kervern, Adama Niane. Disponible en Netflix.
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