Adentrarse en el universo de las madres solteras jóvenes es el desafío que asume la directora italiana, formada en Buenos Aires, Maura Delpero, en el que es su primer largometraje de ficción llamado Hogar (Maternal, 2019). Se trata de un drama intimista sobre lo femenino y la maternidad, en el cual no abandona la mirada documental que la acompañó en sus primeras producciones.
La película abre con la llegada de la joven novicia italiana Sor Paola Lidiya (Liberman) a un hogar para jóvenes madres solteras, regenteado por monjas, ubicado en Buenos Aires. En la recorrida por el hogar, a la recién llegada le presentan a dos adolescentes que comparten habitación: Fátima (Denise Carrizo) y Luciana (Agustina Malale). Este comienzo es el puntapié para presentar tres posiciones diferentes, tres maneras de hacer con el enigma de lo femenino y con la maternidad.
Luciana se arregla en el baño para salir y muestra hostilidad hacia su pequeña hija Nina (Isabella Cilia), por haberse inmiscuido en el baño. Nina la imita al pintarse los labios y le muestra su necesidad de presencia materna. En su exaltación amorosa por un hombre a quien idealiza y en su manera de vestir resaltando las formas de su cuerpo, Luciana se ubica como mujer deseable. Se dirige decidida hacia el hombre, apuntando a encarnar la causa de su deseo.
Fátima está embarazada. En contraposición a Luciana, es respetuosa de las normas del hogar y su estilo de vestir es recatado. Se ocupa con esmero del cuidado de su hijo Michel (Alan Rivas) y también queda a cargo de Nina, cuando Luciana sale para encontrarse con el hombre. Fátima encarna una posición que está de lleno en lo maternal. Incluso es desde este lugar que forja su vínculo con Luciana, prestándole dinero para sus salidas y tratando de aconsejarla.
La novicia arriba al hogar para realizar allí el último tramo de su camino previo a tomar los votos y consagrarse a Dios. Sor Paola se embelesa mirando la estatua de Jesús, que coloca en su mesa de luz. Ella encarna la posición de la mística que goza, en su entrega, de la palabra de Dios que inunda su cuerpo.
El encierro que experimenta Luciana en el hogar para madres solteras, que a su vez está dirigido por una Madre Superiora, expresa en realidad su encierro tanto en la maternidad, como en un lugar de dependencia en tanto hija. En su idealización por el hombre con quien se ve, anhela una apertura respecto de lo asfixiante que puede resultar la captura en el vinculo madre-hijo y la llegada del príncipe azul que la rescate de su situación de vulnerabilidad social.
Delpero aprovecha distintas situaciones cotidianas del hogar, como la de la costura o la del baile, para retratar con acierto el complejo vínculo entre mujeres, donde se juegan tanto las complicidades solidarias y como la agresividad que se expresa en envidia y juicio descalificatorio hacia la mujer que osa disfrutar del sexo con hombres.
Lentamente entre Fátima y Sor Paola se va desarrollando una afinidad que rompe la armonía en la relación entre las dos jóvenes amigas y compañeras de cuarto. El binomio que se condensa en las escenas que reúnen a Fátima y Sor Paola es el de los lugares emblemáticos y tradicionales de pureza e idealización casta reservados para la mujer como lo son: la Virgen y la Madre. Estos lugares se plantean socialmente como modo de no saber nada, de invisibilizar bajo la represión el horror angustioso que despierta la tierra incógnita del deseo y del goce en la mujer. De este manera, la soledad que poco a poco invade a Luciana, con su rebeldía e irreverencia respecto de las normas y sus modales poco amables, expresa claramente cómo la actividad de la sexualidad femenina al servicio del goce, es expulsada de lo social.
Si la primera parte da cuenta de tres posiciones respecto de lo femenino, en la segunda la directora retrata tres posiciones respecto de la maternidad.
En la relación de Luciana con Nina, Delpero captura con mirada lúcida la complejidad de la relación madre-hija. El vínculo entre ellas bascula entre algunos momentos de ternura en juegos compartidos y un profundo rechazo por el cual la aparta de sí, interrumpe bruscamente el juego y la empuja a robar cinta Scotch a las monjas (para un ingenioso truco para depilarse). Esta temática también se aborda mediante la relación de Fátima con su madre, que se juega entre el cariño y el abandono, al elegir la madre a su novio por sobre el cuidado de su hija. La relación madre-hijo suele ser más armónica ya que encarna el falo que le falta y que complace a su narcisismo. En cambio, la hija, en su diferencia, es aquella sobre quien muchas mujeres proyectan sentimientos de decepción, insuficiencia y hostilidad que dan cuenta de los puntos no elaborados de sí mismas en torno a su propia maternidad y a la angustia (que se expresa como rechazo o represión) respecto de su propia feminidad.
La fuga de Luciana del hogar hacia el hombre, al mismo tiempo que abandona a su hija, condensa la oposición entre la Mujer y la Madre. En este punto, Luciana es una versión de Medea.
Ante la ausencia de Luciana, espontáneamente comienza a desarrollarse un lazo de mutuo afecto y apego entre Nina y Sor Paola. Este vínculo implica para la novicia el despertar de un Deseo de Hijo, que entra en conflicto con su camino hacia la consagración a Dios.
En lo que hace a la maternidad, Luciana y Sor Paola expresan dos posiciones contrapuestas en apariencia, pero que coinciden en cuanto a su relación con lo femenino. Si hablamos de Deseo de Hijo, es precisamente porque no hay Instinto Maternal. Luciana tiene una hija biológica, pero está orientada hacia el hombre. No es por voluntad o capricho que pueda asumirse la función materna. La película refleja claramente lo doloroso que resulta, para ambos lados, cuando la maternidad se ejerce porque se está obligado legalmente más que desde el deseo. Por otra parte, Sor Paola expresa la posición de aquella mujer que, privada del hijo biológico, es capaz de un Deseo de Hijo; pero que tampoco puede asumirlo por su consagración al goce de Dios.
Paralelamente, nace la hija de Fátima. Si la mujer no es la madre, sino que son dos posiciones opuestas, el arte de encontrar un equilibrio entre ambos polos es lo que hace a una posición femenina. Fátima conjuga tanto su deseo de hijo con la posibilidad de asumirlo y, luego del parto, su cambio en la manera de vestir, muestra que es capaz de ocuparse del cuidado de sus hijos, sin desdeñar su feminidad.
Otro tema que toca la película, sin ser su eje central, es la violencia patriarcal respecto de la mujer al ser tomada puramente como un objeto de dominio sobre el cual obtener una satisfacción pasatista y banal. De esto se da cuenta en el retorno de Luciana al hogar, con visibles moretones.
Y también expresa un agudo cuestionamiento de la institución religiosa, que al judicializar la situación de Luciana (en lugar de acompañarla a encontrar herramientas y alternativas más amables a su situación), adopta una posición fría y desalmada propia de la burocracia, que está en las antípodas del discurso de amor que pregona.
En la película resuena varias veces la historia de la oveja descarriada de su camino. En esta línea, me detengo a pensar en el título del film. El Hogar no es tan sólo la construcción material que da cobijo. Tampoco lo es necesariamente la institución así llamada, como lo demuestra la película. Hogar, que deriva del fuego, es también la metáfora de la familia. En este sentido, la película deconstruye el Ideal de la familia modelo y nos presenta diversos modos terrenales y concretos de hacer familia, que son imperfectos, pero que constituyen familia al fin. Un hogar es la posibilidad de tener un lugar al cual volver y sólo se puede volver al lugar en el cual se es deseado. Hogar es una película valiosa por la madurez, la lucidez y la sensibilidad con que Delpero aborda la problemática de lo femenino, la maternidad y la familia en la adolescencia y en un entorno de vulnerabilidad social.
Calificación: 8/10
Hogar (Argentina/Italia, 2019). Guion y dirección: Maura Delpero. Fotografía: Soledad Rodríguez. Montaje: Ilaria Fraioli, Luca Mattei. Elenco: Marta Lubos, Denise Carrizo, Agustina Malale, Lidiya Liberman. Duración: 91 minutos.
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