La melodía que ejecuta el contrabajo que acompaña los títulos de Ave Fénix, y que brota al aparecer el nombre de Nina Hoss en pantalla, describe la canción que ella misma interpreta al final, antes de perderse en la brillante luz del día. Su personaje, Nelly Lenz, vuelve de la muerte en plena noche y deberá reconstruirse como los escombros de la Berlín en la inmediata posguerra que (no) la ve llegar. Aunque la película se encuentra enmarcada en el final de la Segunda Guerra Mundial y la derrota alemana, la puesta en escena exhibe una estilización exquisita que dota a las imágenes de una potencia ineludible. Su claro anclaje sobre el género, el uso expresionista del color o las sombras que se imprimen sobre los muros de la ciudad en ruinas, para citar solo algunos ejemplos formales, aunque eluden cualquier nota de realismo tampoco banalizan ni restan verosimilitud a la trama y sus subtextos políticos, precisamente porque la película abordará las relaciones (de toda índole) como una farsa necesaria para poder ser o existir según la mirada de los demás, y es aquí donde identidad y sublimación serán los ejes sobre los que el relato gravitará.
La puesta en escena de la película se asienta fuertemente sobre una lógica dual y espejada. De esta manera podemos encontrar un plano en el que Nelly se ve reflejada en un espejo partido entre los escombros de un lugar bombardeado, una escena en la que dos mujeres vestidas de idéntica forma interpretan la canción de Cole Porter, Night and Day, dentro de Phoenix, un cabaret de mala muerte donde la protagonista se reencontrará con su marido, Johnny (Ronald Zehrfeld), como así también una escena en que Nelly, con su cabeza completamente vendada, sigue a otra mujer exactamente igual por los pasillos de la clínica donde se encuentra internada para ser reconstruida tras los vejamenes sufridos en Auschwitz, y que remite al deambular de la hija/princesa cautiva de Los ojos sin cara, de Georges Franju, y más.
La del director francés no será la única referencia cinematográfica de la película. Además de la obvia relación con Vértigo, de Hitchcock -de la que Ave Fénix podría entenderse como una refutación- y referencias directas a Fritz Lang y a actrices como Zarah Leander y Kristina Soderbaum, ambas reconocidas por sus trabajos durante el nazismo, también las canciones que aparecen actúan como co-relatos irónicos que a su vez guardan una estrecha relación con este arte. Night and Day es una canción popularizada por el musical de Broadway The gay divorce, llevado al cine en la década del ’30 bajo el nombre de The gay divorcee (1934, Mark Sandrich), protagonizado por Fred Astaire y Ginger Rogers, como así también la canción principal o leitmotiv de Ave Fénix, Speak low, fue originalmente escrita por el poeta americano Ogden Nash, para otro musical llevado al cine como One touch of Venus (1948, William A. Seiter). Además la de Christian Petzold no es la primera adaptación que se realiza de la novela de Hubert Monteilhet, Le retour des cendres (El regreso de las cenizas), que ya en 1965 fue adaptada por J. Lee Thompson como Return from the ashes, protagonizada por Maximilian Schell y Samantha Eggar.
Ave Fénix no es un retrato culpógeno del holocausto (aunque tal vez algo de esto asoma cuando Nelly describe una experiencia vivida en los campos) sino que, como lo hicera con Bárbara y la Alemania dividida por el muro, se concentra en las relaciones humanas afectadas por el marco histórico que las encuadra. Esto no significa que se sustraiga de una lectura del mismo, más bien pareciera utilizar a sus personajes, juntos con sus actitudes, emociones y decisiones, para simbolizar aquello que palpita de fondo. Sin embargo tras el dolor escindido en Bárbara uno podía advertir una amorosidad que en Ave Fénix se desplazará al resentimiento y al teatro de la crueldad y el cinismo. A quienes hayan visto su anterior película tal vez les resulte fuerte que el director haya optado por utilizar a la misma pareja protagonista de aquella, Nina Hoss y Ronald Zehrfeld, porque de esta manera exige al espectador un ejercicio de disociación que puede resultar aflictivo. Si en Bárbara Zehrfeld encarnaba al gran héroe melodramático, en Ave Fénix se inscribirá en las antípodas representando a un ser siniestro y abominable, y como si se tratara de otra nota sarcástica respecto al star system, esa identificación inequívoca del espectador con la estrella, decide darle a su personaje un nombre que inmediatamente uno podría asociar a héroes del cine clásico como Johnny Guitar (1954, Nicholas Ray). Incluso el personaje de Nina Hoss, presentada como una víctima absoluta, encierra complejidades psicológicas que, analizadas en profundidad, pueden convertirse en rasgos dudosos respecto de su condición (sumado esto a datos que surgirán de su vida pasada y de la gente con la que se codeaba, su anhelo por verse como una diva del cine nazi y una breve insinuación que reviste el rechazo de sus orígenes judíos).
Petzold es uno de los directores contemporáneos que mejor ha sabido usufructuar la cinefilia y el clasicismo, porque al mismo tiempo es extremadamente hábil a la hora de romper con ciertas normas básicas de composición, especialmente al no especificar o sobreexplicar aspectos personales de la vida de sus personajes, dándonos la posibilidad de seguir analizando y cuestionando la película con el correr de los días. En la escena del primer encuentro entre Nelly y Johnny la cámara asume la subjetiva pura de ella y la mirada de él rompe la cuarta pared por un instante -algo prácticamente inconcebible para la narrativa clásica y su puesta en escena invisible-, para inmediatamente desviarse como si en ese espacio, que por un instante ocupamos en primera persona, no hubiera más que una transparencia. Esto no sólo resulta fundamental en términos narrativos, porque es lo que dará paso a la cuestión de la identidad, sino que a nivel formal será la escena que instale al espectador en una sensación de dolorosa incomodidad que lo mantendrá atrapado por el resto de la película. Este lugar de insignificancia tal que nos obliga a asumir, a partir del tercer acercamiento -cuando Johnny sí la ve pero, convencido de su muerte y creyéndola una extraña, le propone hacerse pasar por su mujer para poder cobrar el dinero que no pudo reclamar como viudo- resultará sofocante por la sumisa posición adoptada por Nelly. Como reza el título de la canción de Porter, la estructura del relato presenta una progresión de la noche al día, o bien de la oscuridad a la luz, de la mentira a la verdad, del amor al desengaño.
Ave Fénix (Phoenix, Alemania/Polonia, 2014), de Christian Petzold, c/Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Nina Kunzendorf, 98’.
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