Otro experimento temporal de Oliveira. Comienza la película y nos avisan que es la adaptación de un relato de Eça de Queirós. Trata sobre un empleado contable que se enamora a primera vista de la chica que se asoma todas las tardes a la ventana que está del otro lado de la calle donde aquel trabaja. Casi sin conocerla, le pide licencia a su tío y patrón para casarse con ella. Este se la niega y entonces el muchacho decide abrirse paso en la vida por su cuenta. Busca infructuosamente empleo en un rubro copado por las influencias de su pariente, hasta que le ofrecen un viaje a Cabo Verde, de dónde regresa tiempo después con el capital suficiente para casarse, pero antes de poder hacerlo, pierde el dinero por salirle de garante a quien le había conseguido el trabajo. Desahuciado, visita una vez más a su tío, quien reconoce esta vez su valía y le propone ser su socio. En el último plano vemos a la pareja, al fin reunida, probándose anillos de compromiso en una joyería. Un acto sorpresivo de la muchacha, que podría ser visto como delito o aventura, explica la particularidad del título y clausura la ficción y el matrimonio.
Habida cuenta de que los modos de relacionarse entre los sexos y las clases sociales, los hábitos laborales y la férrea dependencia familiar siguen correspondiendo al paisaje social del Siglo XIX, así como la deliberada teatralidad gestual de la chica alzando uno de sus pies cuando es besada ¿en qué ha consistido la mentada adaptación de Oliveira? Básicamente y sin haber leído el texto original, en dos o tres computadoras insertadas al mobiliario antiguo, en el euro como moneda de cambio, en las calles, los autos y los trenes actuales de Portugal como escenografía de un conflicto ético, en principio, anacrónico o fuera de lugar, acaso extemporáneo. Resumiendo: en el traslado de una moral y de una cultura de hace dos siglos al presente, operación que extraña la mirada, transformando los exteriores urbanos en una especie de teatro de cámara cerrado, acústico decorado tan artificial como el de los interiores. Ya son varias sus películas de los últimos años que introducen la idea de una mirada parcial, oblicua, temporalmente desfasada o desviada irónicamente. En ellas suele haber personajes que miran a través de una ventana, a veces hacia el pasado (Porto de mi infancia), o con un solo ojo en vez de ambos (la chica de esta película), así como fuentes de luz ciclópeas (el faro de la torre Eiffel en Belle Toujours) o niños cuya mirada refleja la comprensión o intuición precoz de una realidad que los excede (Regreso a casa).
Particularidades de una chica rubia (Singularidades de uma Rapariga Loura, Francia/España/Portugal, 2009), de Manoel De Oliveira, c/Ricardo Trêpa, Catarina Wallenstein, Diogo Dória, Júlia Buisel, Leonor Silveira, 64′.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: