1. Apariencias. El documental puede verse desde una lectura llana. Desde allí, su estructura se revela cristalina: la centralidad está asumida por la filmación del recital en que Daniel Melero revisita su disco “Travesti”, 25 años después de su realización. Entre tema y tema, como si se tratara de sucesivos breaks en la filmación, se intercalan entrevistas actuales y pasadas, fragmentos de filmaciones de ensayos para el show actual y para la grabación original, las imágenes –casi invisibles, por cierto- de una presentación en 1995 en el Instituto Goethe y hasta un par de videoclips. En uno de ellos, Melero canta “Quiero estar entre tus cosas” (tal vez el tema del disco que más trascendió masivamente) caracterizado como el monstruo creado por el Dr. Frankenstein. Lo vemos, incluso, en el backstage dialogando con los niños que se acercaron por curiosidad para ver a ese “monstruo” que caminaba por las vías de un ferrocarril suburbano. Más allá del recuerdo del origen de esa caracterización (una referencia que hizo en un reportaje a que ese disco era como una especie de Frankenstein), la escena delata que las apariencias engañan. Que ya el concepto que enuncia el título del disco (la idea de lo travestido) sostiene el concepto de lo aparente que no es real. O para decirlo de manera más precisa: lo de algo que en el acto de travestirse se convierte en otra cosa.
2. Transformación. A partir de Los Encargados (el grupo original del músico, que en el show resuena en la versión recuperada y, de alguna forma también travestida, menos oscura que la original de “Sangre en el volcán”), la imagen de Daniel Melero estaba asociada a los sintetizadores. Incluso su primer disco solista –esa maravilla central de la música argentina de la década del 80 que es “Conga”-, plagado de melodías y letras que encarnaban el lado más brillante al que podía aspirar el rock/pop argentino, era un entretejido de sonidos sintetizados a los que Melero dotaba de una carnadura sensible. “Travesti” parece la ruptura de esa imagen ( y, de una manera lateral, habilita la ruptura de años posteriores en su encarnación como una suerte de crooner de su propia obra en los respectivos “Piano” y “Piano 2”). “Me encontré tocando la guitarra” dice desde la entrevista rescatada de un canal de cable de unos meses antes de la salida del disco. El disco, como la “operación” a la que refiere el título del documental, resume la transformación de un Melero en otro. O mejor aún, del surgimiento de una cara diferente del mismo personaje: la del músico capaz de desnudar a sus composiciones para dejarlas en su forma expresiva esencial. Que para exponerlo de manera explícita recurra a la figura del travesti, excede la superficie para sumergirse en algo más profundo. Más que una identificación lineal, lo que se reclama es tanto la idea provocadora –en un ambiente que todavía en aquella época rezumaba cierta homofobia- como el planteo hacia el interior del planeta musical que habitaba. Así, el travesti ya no solo denomina a quien Melero observaba como el paria de la homosexualidad, sino que ahora el término confluye en sí mismo, cuando se considera un paria dentro del rock. Si lo travesti y lo trans eran visualizados como un tema importante a futuro, el cambio que implicaba el disco servía a la vez para poner una cuña en el formato del rock argentino de la época. “Cuando empecé a tocar, lo más rockero era tocar con máquinas. Ahora creo que es mejor tocar la guitarra, si hasta León Gieco hace rap” decía Melero en 1995, explicando sus movimientos y su relación con el entorno. No era justificación, no era capricho: allí se ve una decisión estética que lo lleva a transformarse.
3. Tiempo. La excusa para revisitar “Travesti” –y para documentarlo- es su aniversario número veinticinco. Melero expone su desconfianza sobre esas celebraciones pautadas por determinados números simbólicos, pero su aceptación final proviene menos de sí mismo que del entusiasmo que percibe en la gente. El tiempo se vuelve central, tanto que aparece remarcado en toda la película. El que va de la grabación original al presente. De un lado están las imágenes que fueron presente en 1995, tiempo señalado desde la oralidad y desde las marcas que las filmadoras caseras dejaban en ellas. Del otro el presente actual: el recital, los ensayos, la entrevista en el estudio. El acierto del documental es no establecer puentes intermedios ni desviarse de la centralidad del disco sobre el que se trabaja, más allá del par de temas del show que pertenecen a otros momentos de la trayectoria de Melero. El puente, en todo caso, está en el relato, en el momento en que el músico habla de sonidos del pasado que quizás use en el futuro y que a su vez, revelan la forma en que se originó “Travesti”. Pero también el disco se vuelve una pieza en el tiempo. El disco no masivo al momento de su salida, que se fue consolidando con los años y su difusión por las redes y plataformas. Un disco que opera de manera inversa a las marcas que dejó en su cara el pegamento de aquella máscara de Frankenstein. Si éstas permanecieron durante años como registro de aquella escena hasta que finalmente desaparecieron, “Travesti” consiguió que a través de los años sus marcas se hicieran cada vez más evidentes y precisas en la trayectoria de Daniel Melero.
Operación Travesti (Argentina, 2023). Dirección: Rodrigo Ottaviano. Guión: Juan Schmidt, Rodrigo Ottaviano. Edición: Juan Schmidt. Sonido: Guito Daverio, Luis Volcoff. Música: Daniel Melero. Intérpretes: Daniel Melero, Yuliano Acri, Guillermo Rodríguez, Paul Thielen, David Vera. Duración: 64 minutos.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: