I. Lo apolíneo. Deliberadamente – uno supone- la mini-bioserie sobre la vida de Carlos Tévez deja fuera del relato cualquier aspecto negativo en torno al mundo del fútbol. El deporte es –en esa ficción- un paraíso terrenal en el que jamás se escuchó el término “droga”, por ejemplo, y mucho menos, el de “barrabrava”. La siguiente serie que produce Netflix en Argentina, y con el mismo director, Israel Adrián Caetano, trata estos mismo temas, poniendo el foco principal en los barras. A priori, se podría interpretar a Puerta 7 como una suerte de continuación espiritual; dos series que, en tándem, conversan sobre dos costados -contrapuestos y complementarios- del fútbol. Y sin embargo, no termina de articularse así del todo.
Vuelvo a esto en un rato. Antes, algo que me llamaba la atención ya desde la campaña publicitaria: el título. ¿Por qué se llama Puerta 7? (¿o se escribe con su grafismo, “Puer7a”? ¿Será “Puerta siete”? ¿Alguien tiene el manual de estilo?). En el plano del texto, se supone que es la puerta por la que entran al estadio los barras. ¿Pero en serio tan significativo es como para darle nombre al producto? Desde lo simbólico, se entiende, es darle o no acceso a esta gente, pero parece haber algo más. El número siete suele tener una carga, desde el hermetismo hasta la numerología, desde la creación bíblica del Universo hasta los chacras de la teosofía, las notas musicales y los colores del arcoíris. Hay sietes por todos lados, pero ¿siete puertas? En Tebas hay siete puertas.
Para no hacerla larga, Edipo, Rey de Tebas, tuvo dos hijos a los que le echó una maldición – recordemos que los tuvo con su propia madre y todo eso- por la cual estos muchachos iban a terminar matándose mutuamente en algún momento. Sin saber esto, al heredar el reino, llegaron a un acuerdo de ir gobernando Tebas un tiempo cada uno. Claro que el primero no cumplió, y el segundo- exiliado- se hizo de seis aliados para invadir los dominios usurpados por su hermano. Cada uno iba a entrar por una de las siete puertas de la Ciudad, donde habría un protector en cada una de ellas. En la séptima, claro, el enfrentamiento sería entre hermanos, ¡tragedia! Se mataron entre ellos.
Entonces, acá tenemos algo más. La séptima puerta en cuestión no es solo un acceso. Es la tragedia de un enfrentamiento entre hermanos. Y las tragedias, por definición, nunca terminan bien.
Dolores Fonzi interpreta a Diana. Otro nombre con peso mitológico. Diana es la versión romana de la diosa Artemisa, hermana melliza de Apolo, diosa virginal de la cacería. Diana-Fonzi tiene, también, un origen “noble” dentro del Club –es nieta de un venerado ex presidente de Ferroviarios Fútbol Club. Pero antes de ser “llamada a la aventura”, ella ya hace las veces de heroína, dirigiendo- junto a su novia- una ONG que se encarga de los más necesitados del barrio, que es una mezcla entre Parque Patricios y Barracas. Fonzi-Diana-Artemisa es también abogada, y una figura apolínea que busca llevar orden al caos, y como tal, es convocada por el actual presidente de Club, interpretado por Antonio Grimau, para manejar la Seguridad del establecimiento.
Todo se dispara a partir de un atentado debajo de la paravalancha, donde le clavan un cuchillo al líder de la Barrabrava, Héctor “Lomito” Baldini. Otro nombre griego, el antagonista de Aquiles en la Ilíada, un troyano, nada menos. Esta idea de tener al enemigo en el interior es lo que subyace. Héctor es Belloso, y maneja todas las operaciones clandestinas del barrio, y lo hace con el aval de los directivos del club, sobre todo con el tesorero, Santiago, que es Juan Gil Navarro. Si seguimos con este juego etimológico nos encontramos que Santiago, derivado de Tiago, a su vez de Yago, que viene de Jacob (Ya’aqob), proveniente de la palabra aqeb: “talón” (¿alusión al de Aquiles? ¿el punto débil?). Si bien es extraña esta derivación al hebreo por sobre el grecorromanoque venía siendo el patrón, el personaje de Mario, va a presentar un punto de encuentro entre ambos casos. Pero no quisiera adelantarme. Por el momento, el esquema sería así: tenemos una institución, que tiene un punto débil (el tesorero), una “legítima heredera”, una diosa cazadora, virginal y pura, noble, que es convocada a cerrar esa puerta por la que entra un enemigo que no es bienvenido, un virus troyano que corroe el sistema desde adentro, que puede ser el fútbol pero puede ser algo más, un país quizá. Tal vez el nuestro. Y la pelea es entre hermanos. Ah, ok. Puerta 7 es sobre la grieta, entonces. Y tiene sentido, el fútbol es parte fundamental de nuestra idiosincrasia. La épica mitológica le queda al fútbol y le queda a la historia, y nuestra ficción ha sido históricamente política, ya desde El Matadero de Echeverría. Martin Zimmerman, el showrunner, nos está presentando una alegoría de la Argentina.
Y si es la Argentina, tiene que haber un gaucho, dirá usted, lector telúrico. Y claro que lo tiene. Es Fabián, el personaje de Lamothe, ese personaje por el que no daba un peso porque… ¿vio como agita los brazos al entrar en la cancha? Ese tipo, como yo, no tiene folklore de fútbol. Convengamos, no me parece un buen actor particularmente, y sin embargo Caetano logra sacarlo bueno. Ya en el mejor capítulo de El Marginal, el primero de la segunda temporada -y el único que dirigió Caetano, si no me equivoco-, logra hacerlo funcionar bien a fuerza de mantenerlo callado y convirtiéndolo en un avatar del espectador. Acá, lo construye como una evolución del personaje del Cochi en Apache, la serie sobre Tévez que él también dirigió. Como Cochi, Fabián es pillo, y moralmente gris. Un buen estratega y es leal con “los suyos”, un tipo con códigos. Un forajido sabio, un tipo gaucho. En la otra punta de Fabián tenemos a Cardozo, que lo hace Daniel Aráoz, un ex militar -también moralmente gris, pero con mayor tendencia a lo cuestionablemente facho- que se vuelve la mano derecha de Diana-Fonzi-Artemisa, siendo su nexo con la policía, principalmente, y su brazo armado. Fabián y Cardozo son estrategas, y son leales a sus jefes. Pero también funcionan con autonomía, haciendo siemprelo que consideran “correcto”. ¿Los nombres? Cardozo viene de “cardo”, y Fabíán significa “granjero”. Se entiende la idea.
Ahora solo me queda Mario.
II. Lo dionisíaco. Mario, interpretado por Ignacio Quesada, es un personaje engañoso. Se lo presenta como un protagonista, pero realmente no lo es. Mario entra medio de casualidad en la organización de “Lomito” y se va ganando, con cierta nobleza e ingenuidad, un lugar respetado, tanto que se vuelve el chofer de Fabián, con quien genera un vínculo fraternal. Mario, que pudo tener algún vínculo con Diana por el barrio o a través de la ONG, pero no, entra en el círculo vicioso que va a desencadenar su propia muerte trágica, casi preanunciada como en toda tragedia. Este es el aspecto más Faviano de la serie, la tragedia mezclada con lo popular; la mano de Caetano se nota sobre todo en esos aspectos, o en diálogos como el que mantienen los dos personajes en el cuarto episodio:“No es el bien o el mal. Acá los que más roban son los que más tienen. Una vez, un abogado me dijo: el derecho civil está hecho para permitir que los ricos le roben a los pobres. Y el derecho penal, está hecho para impedir que los pobres le roben a los ricos. Corta.”. Mario dice no terminar de comprender lo que Fabián le dice, y Fabián insiste que piense, que es pillo, que lo va a entender: “Las leyes se hicieron para los chetos. Y eso no tiene nada que ver con la Justicia. Vos tenés que cuidar a los tuyos.”, agrega.
Un planteo interesante, para una postura que el programa en sí jamás termina de articular.
Mario es una suerte de representación de la inocencia. Mario es la inocencia que Fabián perdió, y la que también pierde Diana al abandonar a su novia y a la ONG y al dejar a Cardozo- un facho- actuar libremente con tal de mantener cerrada esa séptima puerta. Por eso Mario muere. Mario, cuyo nombre puede ser hebreo y derivar de María, la Virgen, pero que también puede ser griego, y venir del dios Marte, Dios de la Guerra, presenta una dualidad que el programa no termina de resolver, incluso, a nivel interno.
Si Puerta 7 es una miniserie y ya terminó, resulta fallida, por varios motivos que ya vamos a ver. Si es cierto lo que Netflix publica, que es la serie más vista de la plataforma en nuestro país, esto podría significar que la cosa avance, se desarrolle, y mejore. ¿Pero, por qué fallida? Mirá todas las referencias épicas y mitológicas que tiene, me dirán. Claro, lo que sucede con lo clásico es que mal manejado se termina convirtiendo en un lugar común. Y la metáfora de la Argentina y la grieta entre hermanos… bueno, ahí la cosa se pone, cuanto menos, pantanosa.
En principio, toda esta arquitectura que mencionamos pareciera afectar el fluir del programa y su narrativa en general, volviéndolo todo algoestático, demasiado predeterminado, y hasta de museo por momentos. Muchos preconceptos que parecen salidos de bajadas televisivas sobre lo que hay alrededor del futbol no parecen ayudar tampoco a que se desarrolle con organicidad. Los personajes difícilmente muestran en las escenas aspectos de su vida personal o conversan de cosas que no aporten a “lo que se está contando”, lo que no es necesariamente algo malo, pero termina generando baches en los vínculos entre ellos, que muchas veces se comportan directamente como estatuas. Fonzi y su novia, por ejemplo, tienen cero química, por lo que al deshacerse la pareja, a uno no termina de importarle. De hecho, Diana misma se ve generalmente relegada a poner cara de culo y mirar su táblet en casi todas las escenas. “Lomito” vive diciendo que le encanta ella como rival, pero todo queda en palabras porque son muy pocas las veces que realmente suceden dinámicas interesantes entre ambos personajes. Por extensión, el universo mismo del barrio y del fútbol, al mantenerse en esta cosa alegórica, presenta un panorama que parece más teatral que cinematográfico, basado únicamente en intercambios hiper dialogados, como si se tratara de una radionovela. Y el estilo Pol-Ka lo convierte en una tira prolijamente filmada. ¿Pero no está Caetano? ¿Dónde están sus excesos? ¿Su influencia de Favio, de Del Carril? Aparecen en los momentos de la peluquería donde los “malos” charlan, por ejemplo, muy Coppolescos o Scorseseanos, pero no logran impregnar la pantalla del expresionismo que pareciera pedir la temática. Quizá Caetano no se sienta cómodo con Pol-Ka, es una posibilidad. Puede que la dupla con Zimmerman, guionista en Narcos y en Ozark previamente, no termine de enganchar. Yo creo que puede haber algo de eso, pero también hay un tema profundo de concepción estética, por un lado, y de visión del mundo por el otro: el exceso de Caetano es dionisiáco por naturaleza.
Tumberos tenía macumbas, caballos y gallinas. Y granangulares que deformaban la realidad. Belloso era el líder perverso de la cárcel y disfrutaba de su maldad, que en el exterior se disipaba, porque él era el rey de las pesadillas, no del día. El Sapo, ese Buda-Jabba-Maradona-Dr.Moreau brillante de Roly Serrano, convertido en un Dios pagano del Inframundo por la cámara de Caetano y las ideas de Luis Ortega, no tiene lugar, lamentablemente, en lo que escriben Zimmerman y Patricio Vega (que viene de Los simuladores y Hermanos y detectives).Acá no hay disfrute por el otro lado de la Puerta 7. La grieta que plantea Pol-Ka, que plantea Netflix, que plantea Zimmerman, hijo de una argentina pero norteamericano a fin de cuentas, es la de la supremacía de lo apolíneo. Puede haber un Fabián macanudo, pero no deja de ser un gaucho, y Sarmiento ya decía lo que había que hacer con los gauchos y su sangre derramada. Lomito es un mal tipo, porque es un garca, se la da de popular pero vive como cheto. Ni siquiera es un grasa con plata. No, no. Su mujer, Mónica Ayos, es perversa e inteligente y hermosa, y mala, mala, mala con ganas. Y se preocupa por la estética, y por el poder. Ella tiene el poder realmente. Y Fonzi está modelada en la experiencia de Florencia Arrieto en Independiente, luego asesora de Patricia Bullrich. El universo de Puerta 7 es el de una Argentina que se construye sin Estado, porque estos barras no tienen injerencia alguna en la política (siquiera con la droga, por algún motivo que no aclaran) y Fonzi maneja la policía como si estadio y Estado fueran lo mismo. El barrio son solo mafiosos inescrupulosos y pobres que aquellos utilizan para hacer negocios turbios, en una simbiosis ad infitum de degradación, y Fonzi- la cazadora-, ahora proponiéndose como posible presidenta del Club, pretende “limpiar” de una vez por todas lo corrupto, lo groncho, cerrar para siempre esa puerta que separa a los que hacen méritos (los que hacen las cosas “bien”) y los que solo traen fracaso (los que se creen vivos y terminan, como Lomito mismo,“mal”). Una grieta, en el fondo, importada, de Winners y Losers. Y los winners don’t use drugs.
Pero Caetano, un director con oficio y, sobre todo, con obra, ha sabido mostrar el otro lado. Y el otro lado tiene otra visión del mundo. Una visión de explotadores y explotados, de deudas ilegítimas, de vivos y giles y garcas, donde todos somos losers en definitiva. Un universo dionisíaco de vino en cartón, calles de barro, zanjas y exclusión. Una grieta totalmente distinta y que Netflix –quizá por idiosincrasia, vamos a pensar bien- no termina de captar, y en consecuencia, de capturar.
Ojalá Puerta 7 tenga una segunda temporada, menos hablada, que amplíe más el espectro y ponga esas visiones de la(s) grieta(s) realmente en tensión. Donde los personajes respiren más, sean menos arquetipos y más personas, con menos preconceptos sobre la política argentina y el mundo del fútbol, sin tanto lugar común y donde la alegoría no se coma a la narrativa. Sobre todo, que confíe más en la cámara – es decir, en la mirada- de su director: no te digo que se abra la caja de Pandora, pero que deje la puerta un cachito entornada, por lo menos.
No hay que olvidar que atrás de todos los males, lo que queda es la esperanza.
Calificación: 5.5/10
Puerta 7 (Argentina, 2020). Creador: Martín Zimmerman. Dirección: Israel Adrián Caetano. Elenco: Dolores Fonzi, Esteban Lamothe, Carlos Belloso, Juan Gil Navarro, Antonio Grimau. Duración: 45 minutos. Disponible en Netflix.
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Puerta 7 tiene sus puntos altos y bajos.
La que es una mierda es «El Presidente», la de Amazon sobre la FIFA. Un buen trabajo de dirección, pero el guión es una mierda.
Hola, gracias por leer!
El Presidente no la vi todavía, voy a chusmear, aunque sea para comparar también.
Saludos!