El mundo está mal, y Estados Unidos, con sus múltiples agencias de seguridad, cuidan de qué, al menos, no esté peor.

Cuidar de que no esté peor significa que los status de clase social se mantengan a cualquier precio: el pobre, pobre y dependiente; el clase media, consumiendo y dependiendo; el clase rica, enriqueciéndose más y controlando a rajatabla a los otros dos grupos sociales para que dependan de él.

Colapsar significaría que todas estas clases sociales se derruyeran a sí mismas. Un cataclismo natural o económico serían los dos grandes eventos que podrían confirmar tal destrucción. Ambos pueden ser manipulados y/o creados por el hombre y Ethan Hunt (Tom Cruise) es el que puede (¿el único quizás?) evitarlos. Al menos, prevenirlos.

En Misión imposible 6 se perdieron -porque se robaron y vendieron- tres cabezas nucleares (de los rusos, de quién si no) y se fabricó un dispositivo clandestino para detonarlas. La idea de un grupo anarquista llamado Los Apóstoles es utilizarlas para generar un caos mundial. La idea de Los Apóstoles es, justamente, lograr un estado de anarquismo mega mundial que desestabilice todo régimen político y social capitalista. Algo así como lo que quería hacer el Astrólogo de Los siete locos (1929) del gran Roberto Arlt, gaseando a toda Buenos Aires para que después emergiera una suerte de Mesías redentor traído desde los Andes y financiado durante años por una red de prostitutas y, a partir de él, poder manipular a las masas desesperadas por el caos. Los emergentes en ese nuevo orden pos apocalíptico y caótico serían los nuevos dueños del mundo. Esa es la idea central de Los Apóstoles y mercenarios, millonarios, empresarios, agentes secretos y demás intermediarios que deambulan en los entramados siniestros de la causa. Pero, Ethan Hunt (y su leal equipo) es el último romántico en pie; él ya no pelea por su país directamente -de hecho, el mismo lo tiene bastante apartado y ninguneado- sino que pelea por el mundo entero y, claro está, la mujer que ama: una Dulcinea (Julia Meade, interpretada por la siempre insípida Michelle Monaghan) altruista y bella que, para variar, también se dedica a salvar personas carenciadas en los rincones más inhóspitos del planeta a través de Médicos Sin Frontera o asociación similar.

Hunt, entonces, acepta la misión -como debe ser- y se lanza a una lucha frenética de engaños, tiros y explosiones por todo Europa, principalmente, intentando evitar esta catástrofe global e inminente. Y en este punto, justamente, la película asume una perspectiva estética más que interesante: el guion es trillado y predecible, el final es obvio. Hunt es un súper hombre[1] en todo el sentido de la palabra a pesar de su metro sesenta de altura, por lo tanto, ¿para qué dilatar la trama en diálogos o escenas que intenten construir una historia con cierto grado de profundidad? ¡Mejor es destruirla!

Misión Imposible 6 es eso: una caída libre… un espiral vertiginoso de violencia y corridas maravilloso. No se le cae una idea a la película pero el espectáculo de violencia y acción es, realmente, estupendo. A nadie le importa mayormente nada de la película salvo saber qué nueva locura -entre efectos especiales y coreografías delirantes- va a acontecer en la misma y cómo, sobre todo, se va a plasmar esa performance en cada actor que interviene dentro de la mecánica incesante de la acción.

Misión Imposible 6 es pura performance, pura praxis donde el escenario mundial (desde Europa hasta Asia) no hace más que de decorado(s) grandilocuente(s) para que Hunt nos salve -¿de nuestro confort, de nuestro estilo de vida?- una y otra vez sin errar ni un solo paso de su plan, inclusive  cuando en el mismo debe improvisar de manera estrepitosa y alocada.

Misión Imposible 6 advierte que la historia, la trama en el sentido aristotélico del término con su introducción, nudo y desenlace, importan poco y nada… Importan nada, mejor dicho: todo es un gran nudo narrativo donde la belleza deslumbrante de Rebecca Ferguson como la agente británica exiliada Ilsa Faust y la despampanante Vanesa Kirby como la nueva Max se entremezclan con el humor de circunstancia pero efectivo de Ving Rhames, como el siempre fiel Luther Stickell, y de Simon Pegg, como el nerd todo terreno de Benjamin “Benji” Dunn. Todo es un gran entramado donde posibles secuelas se disparan a cada segundo y donde la tensión (la atracción) narrativa se incrusta en la perseverancia de desafiar la imaginación del público desafiándolo, precisamente, con un nuevo momento absolutamente inverosímil que, por gracia divina de las computadoras, el juego de montaje y el talento evidente de McQuarrie, se vuelve magistralmente creíble y, hasta cierto punto, adictivo.

Misión Imposible 6 lucha contra la verosimilitud y la credibilidad generando un nuevo concepto de mímesis: la catarsis (risa, temor, suspenso…) del público no está en la identificación con el personaje en sí, sino con las posibilidades del mismo lanzado a una nueva locura. Por eso el propio Tom Cruise fue el que le puso el cuerpo a las escenas de riesgo y por eso las mismas se vendieron globalmente casi como mini documentales antes del lanzamiento de la película.

Ideológicamente es lo mismo que todas; cinematográficamente, deslumbrante, Misión Imposible 6 invita a sumergirse en un mundo de estallidos y riesgo absoluto donde 15 minutos en un detonador atómico pueden ser 45 en tiempo real y donde, precisamente, el gran mérito de la película radica en romper la realidad ampliándola; ampliando el concepto de realismo casi -y sin paradojas: he allí ese mérito estético del que hablamos- en su grado más fantástico e inverosímil. En su grado más shockeante y, definitivamente, atractivo para esperar con urgencia la número 7 de la saga.

[1] De hecho, vence en una lucha descomunal al nada más y nada menos que Superman Henry Cavill interpretando al doble agente August Walker.

Misión imposible 6 (Mision: imposible – Fallout, Estados Unidos, 2018). Guion y dirección: Christopher McQuarrie. Fotografía: Rob Hardy. Edición: Eddie Hamilton. Elenco: Tom Cruise, Henry Cavill, Simon Pegg, Rebecca Ferguson, Ving Rhames. Duración: 147 minutos.

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