Salgamos a bailar,

me quiero divertir.

Yo quiero ser feliz.

Todo aquello que soñé,

hoy lo voy a cumplir.

Nunca me sentí tan bien,

nunca me sentí así.

Mi nombre es Marilyn.

Kumbia Queers.

Alguien camina por un despoblado sendero de tierra, en el medio de la nada. De fondo comienzan a oírse los rugidos de los motores de varias motos (todos sabemos que las motos siempre son sinónimo de amenaza y peligro). Ese alguien es joven y tiene miedo. La bandada de motos atraviesa la pantalla como una estampida, todos huyen cobardemente, no sin antes amedrentar y acorralar… Este procedimiento se repetirá como leitmotiv casi toda la película.

Marilyn tuvo su estreno oficial en el festival de cine de Berlín, donde fue foco de debates y elogios. Además, resultó ganadora del festival LGBT de Tel Aviv y recientemente formó parte de la programación del Festival de San Sebastián en la categoría Horizontes Latinos. La coproducción entre Argentina y Chile es el primer largometraje de Martín Rodríguez Redondo. El director aborda en su película una historia real con franqueza y solidez, el resultado es un film crítico de la sociedad y la cultura machista en la que vivimos.

La película muestra la cotidianidad de una familia humilde en un pueblo rural del interior de la provincia de Buenos Aires. Son caseros de un rancho y sus labores abarcan el cuidado de los animales y el mantenimiento del lugar, cosa que queda en manos de los hombres de la familia mientras que la madre se ocupa de la cocina y de los quehaceres domésticos. Reina la arcaica división binara. Sin embargo, Marcos (Walter Rodríguez), el hijo menor de la familia, está dispuesto a salirse de la norma y dinamitar dicha rutina.

Marilyn narra con contundencia la historia de discriminación, acoso y violencia que sufre un adolescente que no se adapta a los patrones que la sociedad estableció para él. Marcos no se siente Marcos, sino Marilyn. Mientras que para él/ella todo se revela de manera orgánica y su sexualidad se manifiesta con espontaneidad y seguridad, para su familia significa una ofensa, una aberración, una deshonra. La lucha por ser reconocida bajo el género por el que se auto-percibe resulta algo imposible de ser ignorado: la sexualidad se manifiesta en ella con una fuerza arrolladora, imparable. Marcos es el nombre por el que es llamado el personaje a lo largo de la película, su familia y su entorno lo denominan así; sabemos que en el futuro adopta el nombre Marilyn, sin embargo ese nombre casi no será mencionado en el film.

Marcos/Marilyn es el protegido de su padre (Germán de Silva), quien confía en él y le ofrece todas sus esperanzas. Justifica la falta de destreza de su hijo en las tareas del campo porque él va a estudiar y “los va a salvar a todos”. En contraposición, su madre (Catalina Saavedra) y su hermano mayor lo ven como una herramienta más, alguien que una vez terminado el colegio debe entregarse al trabajo duro como única alternativa. Mientras que Marcos es inútil para las tareas rurales, posee una facilidad innata con el manejo de telas y costuras. Lo vemos ayudar a su madre a elegir una falda para el carnaval, y entonces salta a la vista su delicadeza y ternura. Su mirada se ilusiona al estar en contacto con la ropa de mujer, le gustan los colores, las texturas y los géneros. Su madre percibe esto y lo censura con una cruda mirada, es una mujer dura de pocas palabras. Así pasan los días para Marcos, oscilando entre el trabajo en el rancho, la exploración de su sexualidad, la búsqueda de libertad, el ahogo y la opresión.

La noche de carnaval se presenta como el momento donde todo puede pasar. Es el mundo del revés, donde lo que no es, o puede llegar a ser. El carnaval es, desde su origen, una práctica de resistencia y de transgresión social. Es el momento en el que el desplazado puede rebelarse contra la hegemonía de las clases dominantes. Mediante la articulación de un mundo otro, el carnaval se enfrenta a las solidas bases de todo lo establecido. En Marilyn, el carnaval se presenta como la única ventana por la cual puede respirar nuestra protagonista. Allí, Marilyn aparece enfundada en un ajustado vestido dorado y con una máscara como escudo protector. Por fin, vemos quien es realmente –está feliz, bailando desenfrenada, seduciendo, jugando, arriesgándose- inmersa en la comparsa trans está segura. Hasta éste momento habíamos visto a un ser infeliz, ahora vemos una mujer plena, la reina de la noche.

Por poco tiempo el carnaval le permite a Marilyn tener la ilusión de otra vida posible, a la vuelta de la esquina la esperan las motos que la emboscan una vez más y lo destruyen todo. La cultura patriarcal es eso, no reconoce derechos jurídicos ni sociales, no respeta la libertad individual ni el goce. A pesar de las conquistas de los últimos años –la ley de identidad de género, el matrimonio igualitario y el avance feministas-, la vida de quienes “se salen de la norma”, todavía hoy, es una pesadilla. El macho deja claro que carnaval es una cosa y la vida otra. La violación y la violencia aparecen como esfuerzos por encauzar y rectificar a Marilyn, que lucha por llevar adelante su propio deseo, y se empodera. Pero el sistema heteronormativo la derriba.

Esto me lleva a pensar que quizá Martín Rodríguez Redondo no se inspirado en aquel hecho policial ocurrido en el año 2009, en la localidad de Oliden,  que pobló los medios locales con títulos sensacionalistas. Sino en las miles –innumerables- historias reales de personas que solo quieren vivir como eligen, que solo quieren ser felices sin joder a nadie, y que las oxidadas estructuras patriarcales reprimen, castigan y someten.

En la película los roles machistas se multiplican por todos lados y queda más que expuesta la certeza de aquel dicho “pueblo chico, infierno grande”. Aunque, también y tristemente, existe hacia el interior del hogar. El machismo es reproducido tanto por hombres como por mujeres. El principal obstáculo al que se enfrenta nuestra protagonista en transición es su madre. Cada vez que Marcos lucha por transformarse en Marilyn su madre la aísla, comienza por despojarla de sus posesiones, su ropa y sus accesorios, luego va por sus amistades, hasta que finalmente le quita toda conexión con el afuera de aquel infierno. A medida que avanza el relato la situación se torna cada vez más asfixiante, e insostenible.

Marilyn expone abiertamente la situación que vive en la Argentina la comunidad LGBTIQ, confronta al espectador con aquella cruda realidad que cree superada. Si bien la sociedad argentina se considera “avanzada”, todavía hay gays que son golpeados sin razón a la salida del Mc Donalds. Aunque exista la cultura machista y las mentes cerradas que se resisten a los avances sociales, a la equiparación de derechos, el cambio está en marcha y no se va a detener.

Marilyn (Argentina/Chile, 2018) Dirección y Guion: Martín Rodríguez Redondo. Fotografía: Guillermo Saposnik. Elenco: Catalina Saavedra, Walter Rodríguez, Germán de Silva. Duración: 80 minutos.

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