La panorámica recorre la habitación de una adolescente: muñecas de infancia, recortes de mujeres en la pared, fotos, hasta que la presenta de espaldas a la cámara. Se trata de Victoria (Dolores Moriondo), quien desciende la escalera para recibir a su novio. Pero al abrir la puerta, la turba del muchacho y sus amigos ingresan en la lujosa vivienda de manera desaforada y abusiva. El uso del ralenti da cuenta de la inquietud subjetiva de la joven ante una situación que se insinúa violenta y arrasadora y al mismo tiempo; el novio de pie, mientras la joven yace en el suelo, arrojada por sus amigos, marca simbólicamente la superioridad del varón sobre la mujer. El rosa que identifica la vestimenta de Victoria da cuenta desde la puesta en escena de los ideales románticos, la inocencia y la sensibilidad de la joven. En la siguiente escena, se expresa la desilusión romántica de Victoria al increpar a su novio por haber estado con su prima de 14 años. Este prólogo de La reina desnuda (2022) no sólo anticipa la temática que desplegará José Celestino Campusano, el machismo imperante en los entornos rurales del interior de nuestro país, sino también los recursos formales y de puesta en escena que dan cuenta de la evolución del realizador (que ya se vislumbraba en Hombres de piel dura, 2019) en un manejo más sutil de los medios técnicos, que le permiten enriquecer el contenido.
La elipsis temporal nos sitúa luego frente a una Victoria ya adulta (Natalia Page), alcoholizada en el baño de un boliche, donde el sermón moral de la amiga de su hermana, quien pretende tener el buen gesto de alcanzarla a su casa, da cuenta de las típicas habladurías de pueblo. Se sabe de su embarazo y de ahí viene la cantinela moral. El contexto es entonces el de “pueblo chico, infierno grande”, donde la “reputación” construida a base de chismes y prejuicios sociales te precede. La libertad con que Victoria vive su sexualidad, desafiando las convenciones morales del pueblo, la sitúa y la fija a los ojos de hombres y mujeres en la etiqueta de mujer fácil, fiestera o puta.
A través de los pastos crecidos y descuidados que rodean una pileta en desuso, la elipsis temporal revela la crisis económica de la familia. Fallecidos el padre de Victoria y su tío, el campo y la empresa familiar se encuentran bajo una disputa de sucesión con la tía y sus primos. Victoria vive con su mamá y su hermana Daniela, quien resulta su contrapartida en tanto adopta las buenas formas y está de novia con un hombre con quien pronto planea convivir. Mientras tanto, Victoria ha terminado el secundario e inició estudios universitarios, que luego abandonó. Su situación es de extravío, de desazón y de soledad. Se mueve por entornos sórdidos, buscando anestesia en el disfrute de lo efímero. Victoria encarna al personaje socialmente marcado por la moral popular, sufrido e incomprendido por el entorno. El color rojo de la vestimenta que identifica a Victoria adulta (su campera, sus remeras, su bufanda) cifra simbólicamente que se trata de una mujer habitada por la pasión, en la doble vertiente de quien vive su sexualidad de manera libre, pero también de quien sufre por los traumas del pasado y la estigmatización social.
Esta veta, aunque sin la ampulosidad de puesta en escena ni el uso de la música para exaltar las emociones, hace que La reina desnuda no sea sólo una ficción dramática realista, sino que tenga también un componente melodramático que le otorga una complejidad narrativa mayor que los precedentes films el director al incluir el uso de los flashbacks. Efectivamente, los distintos hombres y situaciones del presente con que se va cruzando Victoria abren la puerta al despliegue de un pasado secreto y traumático que ella intenta superar y de una condena social que intenta expiar. Abusos en la adolescencia por parte de quien fuera su padrastro, infidelidades con fines de alimentar el ego machista, celos posesivos y acoso, corrupción por inserción en las drogas y excesos varios con fines de anestesiar un dolor profundo que la deja en situación de vulnerabilidad y del que muchos hombres se aprovechan.
La línea de la expiación lleva a Victoria a ingresar como pasante en el área de acción social del municipio para trabajar con las problemáticas de adicciones y de violencia de género. Se trata de la posibilidad de elaborar el trauma brindando asistencia a otros que sufren problemáticas similares, una manera de trasformar el karma en misión de vida. Esta vertiente incluye el cameo del propio director como pasajero el micro del cual se fuga un hombre con trastornos psiquiátricos que se halla desorientado y con crisis de excitación psicomotriz, y que es uno de los primeros casos en los que participa Victoria como asistente.
La reina desnuda tiene el mérito no sólo de visibilizar el machismo imperante en la sociedad, sino también de profundizar en sus raíces, las mismas que anclan en la impotencia masculina frente a la potencialidad de la inteligencia, de la creatividad y del goce que encarna una mujer, que poco comprenden ni pueden dominar muchos hombres, sumiéndolos en la perplejidad y la angustia. En este contexto, la violencia en todas sus variantes aparece como una manera de intentar domeñar por la fuerza aquello de lo femenino que escapa por estructura a la lógica fálica signada por el poder y la posesión. Esto se expresa en las escenas en que Lucas (la ex-pareja de Victoria), ahora incapacitado para caminar debido al accidente automovilístico al que lo llevó sus excesos de juventud, denosta verbalmente a la empleada doméstica por su condición de pobre, de mestiza y de mujer; o en el caso de Julián, quien golpea a su pareja y debe asistir al taller de “nuevas masculinidades” del municipio. También se puede observar en la escena en la que varios hombres drogan a Victoria para tener sexo con ella, evitando su rechazo y pasando por encima de su consentimiento. Esta secuencia visibiliza el prejuicio que homologa el hecho de que una mujer linda y desprejuiciada ingrese a la vivienda de un hombre con que por ello, desee tener sexo con él.
Otro punto que también se plantea en la película es cómo se refuerzan los comportamientos machistas desde la propia cofradía de machos, lo cual se hace patente con la viralizacion del video: dando a ver el triunfo se refuerza el ego del macho con cada like, con cada vez que se hace circular. También cuando los empleados de la fábrica que palmean con orgullo a Orlando porque se levantó a esa mujer de la clase acomodada, marcada como puta insaciable.
En el fondo, Victoria repite en sus elecciones amorosas el patrón de hombres violentos y abusivos que su madre traía a la casa, y replica la instancia del sexo sin involucrarse afectivamente como coraza protectora contra la decepción amorosa, ambas marcas arraigadas desde su adolescencia. La repetición del trauma como modo de trabajo del inconsciente que pugna por tramitarlo la deja sumida en una suerte de cruel laberinto kafkiano sin salida: no hay elaboración simbólica, ya sea por medio de un espacio de terapia o de la denuncia en la justicia. En este punto, hay un detalle del título que es interesante: la desnudez. Efectivamente no hay representación de lo femenino en el inconsciente, y como tal lo femenino es desnudo. La cornuda o la puta en que se debate Victoria, escogiendo el lugar de la puta, no son sino dos modos de vestir algo de lo femenino. Es en la escena luminosa de las ruinas que metaforizan el pasado, acompañada de música sacra, o en la escena final que puntúa un dejar atrás, que se puede vislumbrar la posibilidad de convertir la injuria estigmatizante a que se refiere el titulo en un hálito de valor ligado a lo femenino.
La reina desnuda encuentra su valor en la visibilización de los modos en que las convenciones sociales del patriarcado acerca de lo que es ser un hombre o una mujer, afectan tanto a uno como a otro de los sexos. Y se trata de un interés genuino del director, que puede rastrearse en sus variaciones a lo largo de su filmografía, más que un oportunismo de agenda. La novedad de esta película es que encuentra sus momentos más bellos y potentes cuando se detiene en su protagonista y se deja llevar por el lirismo de las imágenes, evitando el subrayado a través de los diálogos.
Calificación: 7/10
La reina desnuda (Argentina, 2022). Guion y dirección: José Celestino Campusano. Fotografía: Gabriela Díaz Galán. Edición: Horacio Florentín. Música: Claudio Miño. Elenco: Natalia Page, Dolores Moriondo, Alek Molnar, Joaquín Colombo, Franco Ganuza, Sergio Darío Luna Molina, Norma Ana Zeiter, Victoria Rolando González, Juliana Montecchia. Duración: 90 minutos.
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