Discrepancias entre el tiempo de la ficción (1944-1948-1955) y el look de Claudia Cardinale. Peinado moderno, incluso más cercano a ciertos cortes de los 80 que de 1963, año de filmación de la película. Bellocchio rejuvenece de la misma manera a Mezzogiorno en Vincere. Ambos las transforman en heroínas adelantadas a su tiempo.

Punto de vista dominante de la mujer. Ecos atenuados de las películas post-neorrealistas de Rossellini con Ingrid Bergman.

Bobarismo de la protagonista, que va al cine a ver El puente de Waterloo, de Melvin Le Roy. Su decisión con respecto a Bube está relacionada con la idealización cinematográfica. También se deja entrever cierto bobarismo político: la idealización de la resistencia por parte del algunos miembros de ella y del pueblo. También se ocupa de mostrar el modo en que los poderes instrumentan el uso de esa idea de heroísmo.

‘Ergástula’ y ‘Rusia’ son asimiladas por la ignorancia del discurso de una adolescente en una línea de diálogo de un guión nada inocente.

Bube muestra siempre la pistola, pero es una seda. Esta interpretación es casi la descripción fenomenológica de la escena en que los protagonistas se ven por segunda vez.

CC hace de una chica de 16. Suele llevar medias negras bajas. Expresiones de su deseo sexual: usa el banco de la mesa como un sube y baja continuo la primera vez que Bube cena en la casa paterna; se bambolea en una silla como Henry Fonda en el porche de My darling Clementine cuando Bube la deja colgada yéndose intempestivamente en moto con un compañero de la resistencia. El deseo de CC es la fuente lumínica solar, casi quemada a veces, de la película.

La figura del padre, única viril a la vieja usanza entre los protagonistas masculinos, tiene mucho que ver en la decisión conservadora de la protagonista, pese a ser un comunista activo. Comunismo y progresismo aquí no van de la mano, pero la puesta en escena no lo evidencia con grosería.

La elección sentimental de la protagonista y el referéndum en la que Italia elige entre república y monarquía coinciden con elegancia dramática.

Los cines se llenaban para ver películas de EE.UU. y la gente se peleaba para sentarse en los asientos que quedaban libres. El primer plano significante de la escena en que esto sucede echa luz sobre la clase de hombre que es Stefano. El segundo plano de interpretación ilumina el poder cultural de Hollywood.

En la casa de Bube no hay padre. Por eso Bube está más necesitado de su futuro suegro que de CC, así como se adivina una relación de hermandad con el hermanastro de CC, gran personaje fuera de campo de la película. Cuando Bube está con CC suele tener las manos en los bolsillos o agarradas en la espalda, a diferencia de otros hombres, que hacen lo que sea por tocarla.

Stefano es incipiente novelista y poeta, más que probable alter ego de Carlo Cassola, autor de la novela original. Marc Michel lo encarna y este personaje se suma a su repertorio de hombres sensibles (Lola, de Jacques Demy), en otros casos mezquinos, delatores y cobardes (La evasión, de Jacques Becker), a menudo sexualmente ambiguos, nunca del todo masculinos.

La relación de CC con Stefano empieza y termina en la sala de cine. Esta última escena entre ellos ocurre mientras cierran el lugar, apagan las luces y retiran al fondo del plano un afiche de Las aventuras de Robin Hood.

Bube es George Chakiris, de West Side Story, musical paradigmático de una nueva figura masculina: joven, adolescente, sexualmente ambiguo. Extraña elección para el papel de un partisano, por más inseguro que sea el personaje debajo de la máscara de dureza que se impone. Es comprensible que cumpla el rol de objeto  sexual para la mirada femenina. En una escena que recuerda las de Meryl Streep mirando a Clint Eastwood en Los puentes de Madison, CC se muerde el labio mientra mira a Bube durmiendo.

La película termina y lo más probable es que casi nadie recuerde el nombre del personaje protagonista, Mara Castelucci, opacado por el de la estrella, Claudia Cardinale, pero sobre todo por un guión que, desde el título, nos impide olvidar que esa chica no ha sabido, podido o querido hacerse un nombre propio.

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