Dieciocho años después de uno de los asesinatos que más dio de comer a los medios de comunicación en este país, Netflix le apuesta unas moneditas más y lo resucita con Carmel: ¿Quién mató a María Marta? Sí, la repercusión fue y está siendo tanta que muy pocos no sabrán que nos referimos al crimen de María Marta García Belsunce; una gran persona, como todos los muertos.

El primero de los cuatro capítulos que integran la serie arranca sobrevolando la Ciudad de Buenos Aires, después un cruce de autopistas y finalmente un camino menos urbano. Del quilombo a la exclusividad. Cuando la cámara aterriza lo hace con un primer plano de Carlos Carrascosa, el famoso esposo de la víctima, quien conduce su auto. Son imágenes nuevas, propias de la producción, que abren el testimonio y la conducción de una serie que, al igual que el caso, la familia pretende dirigir.

Luego de esta breve presentación, a la que se le suman imágenes de cómo los medios mostraban la noticia aquellos años, la serie se mete de lleno en los recovecos del ‘true crime’ y comienza el análisis paso a paso de lo ocurrido. El punto inicial, la primera perla de la discordia, es el audio real de la llamada que Carlos Carrascosa realiza a la empresa de salud OSDE, la noche del crimen. «Buenas noches, necesito por favor una ambulancia urgente, que hay una persona que se cayó en la bañadera y está como ahogada». La cita es textual y demanda, si se permiten, mucho análisis. Pero el mayor valor del audio es el tono. Aunque para opinar habría que estar en los zapatos de alguien en una situación similar, y nadie quiere estarlo, la voz de Carrascosa suena muy serena, por decirlo de modo “objetivo” y no ahondar más. Suena como si estuviese llamando a Guerrín, pidiendo dos de jamón y morrones y que por favor vengan rápido que las quiero calentitas. O suena también como una voz oída en Nisman, otra serie de Netflix emparentada con Carmel, en la que una calma señora, madre de un fiscal putañero, con voz inquebrantable llama también a la prepaga y le dice: “Buenas noches, necesito una ambulancia urgente para mi hijo que está muerto”. Quizá en las familias acomodadas de este país cuesten las lágrimas…

En línea con la llamada, Carrascosa se la pasa toda la serie hablando con igual tranquilidad, nunca se quiebra. También ríe, se permite hacer chistes sobre la muerte de su esposa, y sobra a todo el mundo. Si Carmel fuese una ficción, criticar la actuación de un protagónico sería más sencillo. En este caso, decir que la familia Belsunce actúa mal, es más difícil de sostener. Aún cuando dieciocho años después le den vuelta a las respuestas y, por ejemplo en el caso de Carlos Carrascosa, no recuerde dónde estaba en el momento más significativo de su vida.

La serie construye el contrapunto con la posición familiar en los zapatos del fiscal Molina Pico, y eso no es tirado de los pelos porque fue él quien llevó adelante la investigación en el primer juicio, el que condenó a Carrascosa por “encubrimiento”. En contraposición a la familia de la asesinada, el fiscal no esquiva preguntas, asume errores, y da un testimonio creíble, en función de las pruebas que el documental muestra. Es decir: registros de seguridad, grabaciones telefónicas y testimonios de presenciales que se muestran en la serie abonan la teoría que expone el fiscal. En ese sentido, la serie, sin decirlo, corrobora sus dichos mientras desdibuja la credibilidad de la familia, que pide verdad y justicia, pero no puede explicar todas las maniobras sin sentido que realizaron alrededor del cadáver.

Más allá de condensar muy bien el caso en cuatro capítulos, Carmel también sobresale en lo visual. Como lo dice la escritora Claudia Piñeiro, el «cuarto cerrado» del country genera atracción. Al delimitar la escena del crimen, suponemos un número cerrado de posibles asesinos. Los mapas, los paseos de la cámara por las calles internas del barrio privado y la construcción de una clara línea de tiempo generan suspenso. El documental también elige ficcionar ciertos recorridos que habría hecho la víctima momentos previos a que la asesinen, como también recrear el escenario de su muerte. Todo con planos de espaldas e imágenes difusas, que suman y le escapan a lo burdo. La lluvia que aconteció aquel 27 de octubre del 2002 es otro buen recurso que la serie utiliza al momento de recrear, en ella enmascara y también genera tensión.

Por fuera de la “conducción” narrativa de Carrascosa, aparecen las voces de algunos periodistas, entre los que se destaca Pablo Duggan, teóricamente un especialista en el caso. Sus declaraciones, como las de otros periodistas, aportan color, pero en contenido no superan lo que otorgan —y cualquiera puede deducir de— las declaraciones de la familia y del antagónico fiscal. El prontuario del periodismo argentino de los grandes medios siempre nos permite desconfiar de sus reales intenciones. Y es ahí que el documental, al también incorporar archivo sobre la familia García Belsunce paseando por programas como el de Susana Giménez o Mirtha Legrand, entre otros, abre otra cara de este crimen: el Poder.

Durante los cuatro capítulos, soslayadamente, escuchamos a las familias implicadas en el caso mencionar que recurrieron al juez amigo tal, al fiscal familiar de, al poderoso empresario x, pagar fianzas inescrupulosas, o simplemente las vemos ocupar el sillón de las espurias divas de la televisión como ningún lumpen asesino o cómplice de asesinato han ocupado. Ahí, aunque el documental no lo dice ni se atreve a tomar posición, podemos entender cómo es el entramado mafioso que, entre otras cuestiones, te permite no estar guardado en una cárcel si te encuentran junto a tu familiar con cinco tiros en la cabeza, tirando las balas por el inodoro, truchando un certificado de defunción o diciendo abiertamente que te hiciste rico con la quiebra del país.

La última escena de la serie ocurre con esa construcción ficcional de la escena del crimen, del cadáver en el baño. Sin nada más que decir, la cámara empieza a alejarse, excede los límites del plano, descubre los decorados, y finalmente María Marta García Belsunce se pone de pie. Si no era ficción, y Carrascosa estaba al teléfono mientras ve la escena, agregaba dos fainá.

Carmel: ¿Quién mató a María Marta? (Argentina, 2020). Creadora: Vanessa Ragone. Entrevistas: Carlos Carrascosa, Diego Molina Pico, Horacio García Belsunce, Pablo Duggan, Rolando Barbano, Irene Hurtig, John Hurtig. Disponible en Netflix.

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