Asisto a la presentación de Filmando en Cuba con Herzog en la FUC. Una elección de 15 cortometrajes, hecha por el mismo Herzog, cada uno de 3 a 5 minutos de duración aproximada, los cuales se presentan durante el marco del 17º DocBsAs.
Habita en mí una fugaz envidia y, mientras ingreso al fino lobby de este caro instituto, pienso: ¿Realmente me gustaría pasar 10 días con Herzog y un grupo de 55 cineastas de todas partes del mundo, planteando abiertamente para todos la idea de un cortometraje, supervisado por su bajada de línea germana, y sumado a esa exposición, las voces de otras 54 personas, en idiomas diferentes, más la presión del tiempo, en un hábitat desconocido, después de hipotecar 20 años de mi fuerza de trabajo pagando una inscripción de 4000 y pico de euros? Imagino que soporto apenas un fin de semana antes de enloquecer, que algo en mi interior se violenta irremediablemente, que quedo inerte tras un colapso que me ataca en el primer momento de soledad. De pronto me encuentra un contingente de turistas latinos, tirado en el piso al costado de la cama, empapado en mi propia sangre.
La proyección se demora un poco. Es martes, son las 19:20 y estoy cansado. Una cineasta argentina, integrante del taller, llega para presentar la proyección. Dice que Herzog se sometió a esta extrañeza (él no cree en las escuelas que enseñan a hacer cine) debido a un supuesto homenaje a Kiarostami, quién poco tiempo antes de morir había hecho lo mismo y le había recomendado la experiencia. Escucho esto mientras pienso que lo hizo por lo que lo hizo pero que también cobro un montón de plata, y se agita aún más este prejuicio cuando mencionan las dos pautas que Herzog les dio a los 55 cineastas: a través de una ventana y con sabor a Cuba. Parecen inventadas a último momento. ¿4200 euros por 55 cuánto es? Las luces se apagan.
Ciclón de puerco (Carlos Lesmes) es un documental sobre un cerdo que fue rescatado de un ciclón que mató a todos los demás cerdos. Este sobreviviente se niega a comer y pronto deberá ser sacrificado. Lesmes busca agasajar a su anfitrión con una trama herzogiana, que parece sacada de una fábula de Kaspar Hauser o de Strozek. Su duración limitada no produce la inmersión necesaria; recuerdo que se explicó hace breves instantes que los cortos continúan en proceso de montaje.
Day a dog in Cuba (Angels Melange) muestra una cámara pequeña en el collar de un perro callejero que recorre frenéticamente las calles de Cuba buscando alimento, molestando a otros animales, olfateando todo, mientras describe la idiosincrasia del Caribe desde su particular perspectiva. Tiene un final hermoso.
Se me va el sueño, me incorporo en el asiento. Dos estudiantes junto a mí se comunican con una irritante voz baja. Ellos creen que no se escucha, pero me distraen demasiado. Los hago callar chistando, me miran desde las sombras, me hacen sentir un viejo amargado, pero son ellos los que hablan en el cine. El percance me hace olvidar los cortos que siguen. Estoy disperso y cansado. Me concentro, comienza Dos Patrias (Kosta Ristić). Sonrío rápidamente, la poesía narrada ilustra imágenes hermosas de una Cuba que rebosa de color a través de ojos ajenos. El contrapunto entre la zona turística y la residencial es radical. El complejo de hoteles, con su estética internacional de palmeras y puro plástico no logra opacar la belleza de lo simple.
La desaparición de Fidelito (Matthias Günter) retrata a un personaje que entrena en un gimnasio. Solo. Pronto cuenta que su hermano desapareció, fue secuestrado de pequeño. Su hermano lo imagina vivo, y bien, en algún lugar del mundo. Los pobres desaparecen más fácil porque a nadie le importa sus reclamos. Tal vez no es el más bello de los cortos, pero sin duda es el mas importante.
En Norley y Norlen (Flavio Dos Santos) dos hermanos entrenan en la playa. Jóvenes y ágiles, son acompañados por la cámara que los sigue de tan cerca que parece que va a recibir un golpe en el medio de sus ejercicios. El recurso es efectivo, logrando inmiscuirse en la intimidad de estos dos muchachos; conocemos de soslayo los ámbitos que transitan, la calidez del barrio, el ritmo descomprimido que llevan brota sobre la superficie del relato, empañando la imagen con tanta calidez.
Quiero hablar contigo (Carlos Mendoza) se lleva las risas más honestas de la sala. Una madre preocupada porque su hijo de 8/9 años anda con una adolescente bastante más grande que él, solicita la ayuda de una vecina que logra solucionar el problema de una manera muy particular. Los actores están geniales, el tratamiento de la puesta en escena es tan sencillo que genera inspiración inmediata.
En todos los cortos seleccionados reina el paradigma cubano. Los cineastas seleccionados de todo el mundo (entre los 55 fueron 6 los argentinos) logran producir un material de calidad en la brevedad de 10 días corridos. Me levanto cuanto termina la proyección, van a seguir charlando sobre la experiencia del taller, pero es martes, no estoy en Cuba, sino en el centro de la ciudad y tengo que encarar el subte.
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